viernes, 31 de diciembre de 2010

Tiempo de balance


El balance de fin de año.
Uff.
Algo tan difícil como encontrar una aguja en un pajar.
Como cavar la tierra tratando de descubrir plata yvyguy.
Abrir el baúl tratando de rescatar esos recuerdos que alguna vez guardamos.
365 días más de vida y 8760 horas más frente al destino, en el camino.

No es fácil balancear un año que trajo consigo emociones demasiado fuertes. Que me hizo descubrir sentimientos encontrados para los cuales quizás aún no me sentía preparada.

Tuve que usar algún parche sobre alguna herida que volvió a sangrar. Viví encuentros familiares que fueron como un cable a tierra que me hicieron saber lo indispensables que son ellos. Y recibí uno que otro abrazo imprescindible, que llegó tarde, pero que llegó al fin. Desterré de mi vida dolores atragantados que me hacían un nudo en la garganta, me desprendí de ellos y traté de fijar la mirada en quien sí estaba caminando a mi lado.

Palabras entre amigas, charlas interminables y silencios entre amores, silencios cómodos que hicieron de ese instante algo innolvidable. Fotos amarillentas, en sepia, que viajaron al álbum de los recuerdos, pero que volvieron al más acá para ser impresos finalmente en papeles eternos.

Reciclé memorias y recuerdos. Los gestos cotidianos, las sonrisas renovadas, las melodías nuevas y los paisajes conocidos fueron mis entremeses preferidos. Días con el estómago anudado y otros llenos de mariposas. Manos vacías, o corazón pausado o moviéndose al ritmo del rock and roll.

Palabras oportunas, silencios necesarios, manos extendidas y abrazos que curan hasta cualquier dolor del alma.

Este año se fue como el tren. O mejor dicho, fue veloz como una liebre. Espero que el 2011 también se convierta en un nuevo almanaque en blanco, dispuesto a ser invadido nuevamente por la emoción.

Renovando ilusiones, sin necesidad de cruzar los dedos detrás de la espalda como cábala a la buena suerte. Deseo cerrar los puños para sostener fuerte las promesas y descalzarme una vez que amanezca.

Se acaba un año. De emociones fuertes y metas alcanzadas.


Un año en que viví encuentros invaluables. Más de un año atrás me puse una meta que en febrero del 2010 se cumplió (el concierto de Coldplay en Buenos Aires!).
Deduje que cuando uno menos lo espera, la vida te termina sorprendiendo hasta dejarte boquiabierta y con la emoción a cuestas.

Nunca esperé encontrar todo esto en 365 días. Amigos a los que adopté como invalorables (los coldhermanos, todos ellos, no nombro a nadie para no olvidar a ninguno, ellos ya saben). En algunos de ellos encontré una amistad más fraternal que en otros (Marce, Guille, Noli, Franco, Edu A.). Me gané dos hermanos (Christian y Fabián), y conocí a personas demasiado especiales (Eduuu!!!).

Perdí contacto con algunas personas (Fer, Vero, Vivian, Cálcena, Conejo), pero aprendí que la amistad, si es verdadera, no importa la cantidad del tiempo que compartamos, sino cuánto hayamos vivido (Vivian mi mejor amiga, Conejo mi hermano! Años de interminable amistad).

Creció la familia, le dimos la bienvenida oficial a una nueva integrante (Bienvenida Carol! Desde el 4 de diciembre ya es oficialmente de la familia!). Viví momentos de presión intensa, en que deseaba hacer un “trágame tierra!”, pero a la larga aprendí que todo era nada más que para dejar de ser una larva y convertirme en mariposa. Supongo que es un proceso de metamorfosis que a todos nos toca vivir a lo largo de la existencia.

Encontré laburo y conocí buena gente (Lupe, Liza, Clau y muchas más con quienes me crucé en ese lugar). Y finalmente mis alas aprendieron a volar y desplegar vuelo.

No fue un año color de rosa (sí, demasiados altibajos, llantos amargos, frustraciones y discusiones). Y la balanza sigue rondando el punto medio entre aciertos y desaciertos, entre encuentros y desencuentros, entre el No y el Si, entre el pasado y lo nuevo.

Aquella lista enmendada varias veces y que ya contaba con varias tachaduras y unos cuantos pendientes, la que resaltaba con letra cursiva, negrita y en imprenta. Esa lista se va haciendo bollo de papel para pasar al mundo del olvido y hacer un nuevo recuento de lo que se viene.

No fue la octava maravilla del mundo, pero fue un año que me permitió crecer y madurar para convertirme en lo que soy ahora y seguir el camino que me llevará a lo que finalmente llegaré a ser después.

Hoy, a través de este blog que es como mi diario virtual, siempre abierta a los amigos que quieran pasar y decir algo. De este año y de este pequeño gran mundo en que vivimos, me quedo con los amigos que trascendieron el nombre de la fantasía, los kilómetros que nos separaban de nuestros propios sueños y de hasta el silencio anónimo que más de una vez era debidamente urgente. Esta catarsis pasó a ser un grabador instantáneo de todo aquello que sentía, un espacio que me dio la posibilidad de escribir como si pensara en voz alta, pudiendo ser yo misma en cada letra, sin medirme, sin escatimar, sin inseguridades y sin miedos. Así, apasionada y leal, como ese ser que en mi mundo real me cuesta expresar.

A todos ustedes, GRACIAS! Porque estuvieron ahí sin ser llamados, porque pese a la distancia, muchos supieron darme ese abrazo imaginario, que supieron secar una lágrima cuando mis ojos se estaban ahogando. A ustedes que contribuyen a que yo pueda escribir el mejor capítulo de mi propia historia.

GRACIAS a los que hicieron que este año sea uno de los mejores. Por los malos momentos que me transformaron en lo que soy hoy. Y por los buenos momentos que me hicieron darme cuenta de cuánto valen ciertas personas que hasta ese momento eran invisibles a mis ojos.

GRACIAS a VOS, por ser parte de esta alegría. Por dejarme que este año brinde con copa en mano y el corazón cargado de más emoción y de mucho amor.

GRACIAS a ellos, mi familia (que la conforman papá, mamá, mis hermanos y mi abuelo), que son la piedra y el pilar fundamental, quienes me dieron la base para que hoy tenga las fuerzas necesarias para poder ir tras mis sueños. Y que pese a todas nuestras diferencias, son lo más grande e importante que tengo. Aunque me cueste tanto demostrarlo.

Hoy sé y puedo decir que siempre estaremos cerca, como hasta ahora... como hasta siempre.

Feliz 2011!
SALÚ!




Y qué mejor que cerrar el último post del año con un tema y un video de una banda que marcó parte de lo que fue lo mejor del año. ¡Gracias Chris, Jon, Will y Guy por tanta buena música que marcó tantos momentos innolvidables de este 2010!

sábado, 25 de diciembre de 2010

Navidad con cara de grinch achicopalada


Las señales son notorias. Cierto rechazo a los adornos multicolores que engalanan los negocios y las casas, el malestar que me provoca la fila de pan dulces exhibidos y la gente medio poseída por el virus de los villancicos navideños.

Ya les conté el cierto fastidio que me generan las fiestas. Desde que me di cuenta que cada año se achicaba el número de comensales para la cena de Nochebuena, desde que papá ya no festeja las fiestas con nosotros en casa, desde que cada uno ha tomado caminos diferentes, como el matrimonio, la familia política, etc. El único momento agradable de la velada pasaba a ser el final, cuando por fin cerraba los ojos para sumergirme en esa dosis de olvido que me regalaba el sueño. Y más todavía un mínimo de dos semanas después, cuando ya todo parecía volver a la normalidad de la rutina.

Desde aquellos días considero al 16 de diciembre el último día pleno del año, y deseé que los últimos días del año pasaran volando, que se fueran con el primer cohete y fuego artificial que fuera lanzado. Inevitablemente, siempre la Navidad me ganó el mano a mano y me terminaba resignando con ser una suerte de grinch achicopalada.


Yo anduve queriendo hacerme la desentendida desde temprano, en que veía a toda la gente desesperada corriendo de un lado a otro como si del fin del mundo se tratase. Pero no. Hacer oficina hasta el medio día, las felicitaciones “correspondientes”, la famosa pregunta obligada “¿dónde pasás hoy?” y toda la gente existente se ocupó de recordarme que “Oh, cielos, ¡es Navidad!”. Qué diver.

Los supermercados y negocios de barrio avisando el horario de atención “19:00 horas”, el grupo de mujeres, madres, hijas, abuelas buscando regalos para el arbolito diciendo que procedían de parte de un señor sonriente y panzón que vestía de rojo y tenía una larga barba blanca, todas buscando al menos alguna chuchería hasta en cualquier puesto ambulante de la calle. La bolsita con un pan dulce y dos botellitas de sidra que nos regalaron en la oficina, la infinidad de mensajes y mails llenos de renos y nieve (¡en verano, ¡qué oportuno! ¿no?) que me enviaban desde un día antes por miedo a que colapsaran las líneas, los arbolitos bailarines con deseos colgando de las ramas y la típica frase de cierre: “Feliz Navidad y próspero Año Nuevo” (y muchos le agregan el jojojo para hacerlo más atractivo).

Fiel a la tradición, pero pese al desgano, en casa está armado un firme árbol de Navidad y el frente lleno de foquitos blancos. No hay pesebre, ni víveres ni regalos debajo del pino navideño. Así que ante semejante panorama y escasez de ornamentos decorativos, me di cuenta que podía (y debía, en última opción) darle cuerda al desánimo y tratar al menos de cambiar el chip y poner en ON el optimismo.

A la hora del brindis, empecé a lagrimear. Más por inercia que por otra cosa. Las últimas Navidades (sin abuela y con mamá en una casa, papá en otra) no fueron de las mejores que he tenido. Pero esta vez procuré. Intenté que esta Navidad no opaque el gran año que tuve. Ese año que cantando bajito pero a pasos agigantados llegó y atravesó las hojas del calendario, que se paseó por las cuatro estaciones y finalmente llegó, algo cansada, pero conservando el mismo espíritu simpatiquito de siempre.

Esta Navidad, me obligó a tomar conciencia de que este año teñido de innumerables cosas (buenas, malas y no tan malas), se va, colgado de alguna bengala hasta perderse en algunas que otras luces multicolores o blancas.

Yo voy a empezar otro año con mucho camino recorrido y con más aprendizaje a cuestas. Me queda la sensación de que al menos le di batalla a casi doce meses de incertidumbre, de cierto letargo impuesto por la vida, pero que al final fue recompensado de alguna u otra manera. Tardó, pero finalmente llegó la recompensa. ¡Y vaya sorpresa!

No fue todo de las mil maravillas. Pero el 85% de las metas que me propuse a fines del año pasado, logré cumplirlas, el 15% restante, fueron y serán retrasadas por cierta dejadez de mi persona. Pero con el fin de cumplirlas al 100%, haciéndole frente a algo mucho más grande y a fin de superar un desafío mucho, pero mucho mayor.

Este 2010 que está a punto de irse, pasa a ocupar un lugar en el pasado, ese lugar en el que se encuentra gente con nombre, con rostro y con un lugar en mi memoria. Pese a que siempre habrá cierta gente a la que dejo enterrada junto a algunas que otras miserias fortuitas que me tocó vivir, gente que no tendrán el privilegio de ser mencionadas siquiera en mi lista de apegos desmedidos.

Acá, en mi mundo cotidiano, queda una colección de afectos con olor a nuevo y otros tantos añejados por el paso del tiempo que se convierten en reliquias de inmenso valor.

Por supuesto que queda también un lugar de privilegio para mi vocación, el periodismo. Que a fuerza de tolerancia pude llegar a cumplir los cuatro años y las 40 materias del plan curricular. No sé si se cumpla la predicción de papá respecto a eso, pero como lo dije, la elección me dio el mismo privilegio de la vocación, no solo de la profesión. De haber sido cualquier otra cosa (astronauta, ingeniera nuclear o matemática), en el fondo, siempre habría continuado siendo una buena periodista =D

Por sobre todo, y aún así, la esperanza sigue ahí intacta y reluciente, de saber que así como llegó la Nochebuena, va a llegar un nuevo año con trescientos sesenta y cinco páginas para colorear y emocionar.

Porque si hay algo que este año me quedó más claro que el agua, es que todo, absolutamente todo, llega. Que siempre vale la pena esperar.

Espero que hayan tenido la mejor de las Navidades y que el 2011 venga cargado de alegrías.

No les deseo una Nochebuena, sino una Buena noche. Espero que se haya extendido hasta el amanecer y que se prolongue hasta el INFINITO Y MÁS ALLÁ!

Sean felices, o al menos, inténtenlo.

De corazón: ¡Feliz Navidad a todos!

¡Y gracias, por ser parte siempre!

¡CHEERS!

viernes, 17 de diciembre de 2010

Deseos


Uno de mis mejores amigos me escribió al celular desde Argentina la noche anterior para felicitarme. La cena previa con papá y mis hermanos, el festejo con mamá, con amigos y con alguien especial. Fueron muchas emociones para un solo día. Pero lo disfruté plenamente.

Hubo grandes ausencias, pero también gente que me sorprendió. Cosas que en definitiva no esperaba que sucedieran. Lo que puedo creer es que esos que estuvieron, son los que siempre estarán. Y eso es lo que espero.

Veintidos años y 22 velitas imaginarias que soplé para pedir mis deseos.

1. Que la imaginación nunca se me quede en pausa, ni la voz muda.
2. Que pueda seguir aprendiendo de lo malo, desechando lo feo, atesorando lo bueno y recordando lo vivido.
3. Que pueda mantener mi capacidad de tolerar lo que a veces parece intolerable.
4. Que pueda prescindir de muchas cosas, pero nunca, jamás prescinda del amor.
5. Que ningún mal momento consiga opacar mi sonrisa.
6. Que los finales felices y las pequeñas cosas me sigan emocionando.
7. Que asimile que los padres nunca serán perfectos porque son humanos.
8. Que me sobren letras y me falten penas.
9. Que mi sexto sentido no me abandone.
10.Que encuentre la forma de decirle “gracias” a papá y mamá.
11.Que ninguno de los afectos que me rodean sean estacionales.
12.Que mi espíritu sea siempre nómada. Y que solo haga algo si es con pasión.
13.Que cuando llueva me moje el rostro pero que no se destiña mi alma.
14.Que nadie pueda robarme nunca la capacidad de seguir soñando.
15.Que pueda conservar la paz interior.
16.Que nunca venda mi conciencia al mejor postor.
17.Que pueda digerir las desilusiones y los fracasos con mucha esperanza.
18.Que las heridas propias dejen una marca que se llame experiencia. Y que esa experiencia venga acompañada de madurez.
19.Pero que esa madurez no me impida jamás ocultar mi espíritu infantil.
20.Que siempre haya alguien a quien pueda dar una mano.
21.Que pueda descubrir la forma de prolongar los momentos de felicidad.
22.Que lo efímero se convierta en duradero y que las lágrimas se transformen en un grato recuerdo.

Soplé las velitas y descubrí que siempre hay un motivo que nos impulsa a seguir… Sin perder la sonrisa.

Gracias a quienes compartieron conmigo un año más, a los que me llamaron, me escribieron y a los que contribuyeron a que recibiera en mi mail más de cien notificaciones de felicitaciones. No esperaba tantas sorpresas y tanta emoción. A mis amigos de fierro, que me aguantan aún en mis peores días. Y sobre todo a vos, por haberme mimado más de lo que a lo mejor merezco.

Gracias, por una vez más, pasar conmigo un maravilloso día. ¡Son lo más! =)

#Esonomásqueríadecirles.

jueves, 16 de diciembre de 2010

¡Feliz cumpleaños a mí!


Cada sonido del “ding ding dong… ding ding doooong…” y cada publicidad y cuántas promociones hayan en esta época del año, se convierten en una suerte de alarma que me advierten sobre la inminente llegada de mi cumpleaños. La venida de las fiestas, que a diferencia de las emociones que le causa a todo el mundo, a mí me deprimen, me bajonean totalmente al pensar que siendo parte de una familia eminentemente disfuncional, por estas fechas elegir pasar alguna de las fiestas me hace sentir como la elección de dividir sentimientos.

Quizás recién ahora empiezo a entender que no es tan así. Que mi cumpleaños no tiene por qué ser la última “fecha feliz” que encuentre en mi calendario anual.

Llegué al renglón número veintidós de esta página de mi vida a la que todavía le resta mucho por escribir.

En el bolsillo de mi jean sigue doblado ese papelito donde escribí una lista provisoria de proyectos que deseo cumplir, de las locuras que sueño vivir. Algunos de aquellos trazados hace varios años, ya fueron tachados y dejaron de ser asignaturas pendientes a estas alturas. Y a medida que iba tachando uno, volvía abajo a escribir el siguiente. Pensando que así funcionaba el ser humano. De por sí, se dice que somos seres eternamente insatisfechos. No quedan dudas.


Así también, todavía guardo una cajita con cosas y recuerdos inútiles de los que no me puedo desprender. Y en el alma aún llevo algunas experiencias que marcaron mi todavía breve existencia.

En las plantas de mis pies llevo un largo camino, postales de pasajes recorridos e historias que alguna vez traté de pisotearlas y olvidarlas. Algunas de ellas logré dejarlas en el pasado, otras me acompañan siempre, porque hasta hoy día siguen siendo dignas de ser contadas.

Por fin despojé de mi espalda ese pasado que me pesaba. “Pasado pisado”, como diría una de esas entrañables amigas de colegio. Los tragos amargos que dejó fueron opacados por incontables alegrías que llegaron después. El único recuerdo que queda de ellos, es el aprendizaje que dejaron. Ya no cargo culpa ni resentimientos, pero mi carga sigue siendo pesada, está llena de sueños y de sentimientos encontrados.

En mi garganta aún conservo palabras que nunca las dije, y que ya perdí la oportunidad de hacerlo. Otras que tengo intenciones de decir y algunas que están a un paso de salir y revelarse.
Hoy estoy acá, con recuerdos en sepia y alegrías multicolores. Con personas valiosas y momentos infinitos que ni un camión lleno de oro podría compensar. Pocas personas que en verdad hicieron tanto para que hoy pueda agradecer que estos apenas veintidós renglones hayan sido escritos de esta manera.


Con tanto para agradecer y con tanto para planear.
Con tantos sueños para seguir adelante.
Con los remos en las manos, acá me detengo un rato. Para que queden oficialmente inaugurados los 22.

Hasta el 21 de diciembre es primavera… Tanto adentro como afuera.

Estos 22 años, no son solo de vida, sino de MOMENTOS y de PERSONAS. Porque esos son los que llenan cada renglón de una nueva historia.

Feliz cumpleaños a mí y gracias a todos los que me hacen feliz.

Y gracias anticipadas a todos aquellos que harán que estas fiestas no sean dos más del montón.

martes, 14 de diciembre de 2010

Así soy yo


A horas de cumplir veintidos años, y como si ya fuera un balance de fin de año, me detengo a repasar ciertas cosas que me definen, que me dan esta identidad y que jamás usaría como carta de presentación.

Que soy de lágrima fácil. Que puedo llorar viendo el noticiero o escuchando cantar a un niño, con la misma intensidad con que lloraría por una enorme desilusión.

Soy demasiado ansiosa e impaciente. Prefiero recibir un horrible No por respuesta, antes que esperar a que la respuesta no llegue nunca. Soy capaz de revisar el mail o el celular mil veces al día hasta que se me acalambren los dedos, y pierdo fácilmente la capacidad de concentrarme en varias cosas a la vez, mientras mis horas se vuelven propiedad privada de la impaciencia.

Le tengo miedo a casi todo. Aunque la súper FaTi a veces intenta ser más fuerte que cualquier alimaña. No es fácil someterse al castigo del vértigo y menos cuando se trata de perder mi orgullo.

Ah y soy extremadamente orgullosa. Me cuesta pedir perdón y a veces me bloquea tener que dar el primer paso.

A veces puedo ser demasiado sincera. Lo que no solo es una virtud, también un defecto. Peco de inoportuna y soy capaz de escupir las peores verdades en el momento menos indicado. (Discúlpenme, pero si hay algo que no tolero es la mentira y la deshonestidad).

Si me preguntan qué cosas me ponen de mal humor o qué cosas me hacen enojar, siempre opto por cambiar la pregunta a qué cosas no me hacen enojar.

Soy acelerada. Me cuesta relajarme cuando me siento presionada. Mi afán de perfeccionismo es capaz de llevarme a cometer errores gigantes.

Suelo tener mal humor y hace poco en el laburo me tacharon de argel y exigente. Odio que me interrumpan cuando estoy concentrada, si estoy leyendo, o si estoy escribiendo. Si suena el teléfono puedo no atender, así como puedo atender con evidente voz de fastidio. Sí, ya sé, el que estaba del otro lado del tubo no tenía la culpa de nada.

Soy impulsiva. A veces puedo gritar como condenada cuando algo sale mal, y otras puedo bloquearme por completo como buscando un escaparate a lo ocurrido.

Soy escéptica pero me interesa la astrología. No la unificación ni división de los astros, sino la percepción de los signos. Sí, los considero una boludez, pero me llaman tanto la atención así como la aromaterapia, los perfumes y el paracaidismo.

Pese a todo esto, que espero que después de que lo lean, no lo anden divulgando por ahí, también tengo mi lado bueno.


Intento ser optimista. Puedo estar mal un rato… largo. Pero aún así presiono la tecla “on” del positivismo y puedo seguir sonriendo. Difícilmente me verán sin la sonrisa colgada. Al fin y al cabo, todo lo malo, pasará.

Soy comprensiva, o al menos lo intento. Prefiero escuchar a las personas antes que juzgarlas por su condición. Veintidos años bastaron para aprender que cada persona es un mundo aparte. Aunque no lo crean viví algunas cosas fuertes que me hicieron dejar a un lado el prejuicio por quienes se sienten aislados.

Soy perseverante (entiéndase por terca). Cuando algo se me mete en la cabeza, pongo todo de mí para lograrlo, aunque eso implique enfrentarme a millones de No existentes en el universo. Créanme, en tan pocos años ya me enfrenté a varios de esos. Y siempre supe que en algún momento iba a llegar al Sí. (Papá, abuelo… No contaban con mi astucia!).

Tengo intuición. Si mi sexto sentido me sopla algo al oído, o si por cosas de la vida me acuerdo de alguien, es casi un hecho que sucederá o que esa persona aparecerá por “casualidad”. La pelea entre razón y percepción no resulta nada sencilla a veces.

Me entretengo fácilmente, y me aburro mucho más fácil aún. Me gusta doblar papelitos (hacer origami) y me da sueño estar sin hacer nada. Y aunque cueste creer, sigo siendo la misma soñadora e idealista de siempre, solo que intento mantener firmes mis pies sobre la tierra. Ya dejé de creer varias veces, pero después me hicieron volver a creer.

Trato de justificar hasta las peores actitudes de la gente. Siempre pienso que un mal comportamiento se debe a algo específico. Soy muy confianzuda. Me jugó varias veces en contra, pero sigo creyendo que en el mundo todavía existen algunas personas que valen la pena. Y aunque no parezca, soy propensa a dar segundas y hasta terceras oportunidades.

Soy conciente de que tengo un mal carácter. Que a veces levanto la voz y los demás sienten como que les estoy gritando. Que digo cosas de broma que terminan por caer mal a la gente. Que frustré varias carreras por no haber visto a tiempo qué era lo que realmente motorizaba mi vida. Hasta que descubrí que mis tres únicas pasiones son mi carrera, la música y ciertas personas que iluminan mi vida, que en momentos de miseria, angustia y decepción me regalan cariños y sensaciones.

Soy un poco de todo esto, aunque hay muchas cosas más que me gustaría llegar a ser.



¡Nos vemos el jueves 16!

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El sueño de Lennon

Un ensayo que escribí para mi examen de Periodismo Digital, lo publiqué en un blog "El Sueño de Lennon", el día en que el mundo conmemoró 30 años de la muerte del único gran ídolo. El rebelde que marcó una historia musical. El único, fantástico e inimaginable John Lennon. Decidí reproducirlo aquí a falta de ingenio y creatividad luego de meses de desaparición, pero con la esperanza certera de que él siga siendo la inspiración de los que vendrán.


Un día como hoy, pero de 1980, alrededor de las once de la noche, Mark David Chapman disparaba cuatro veces contra la espalda del gran John Lennon en la entrada del Dakota, poco después de que volviera con Yoko Ono al departamento de Nueva York donde vivían. Inmediatamente fue llevado a la sala de emergencia del Hospital Roosevelt y fue declarado muerto a su llegada.

Lo curioso del asunto era que a principio de la tarde, Lennon le había autografiado a Chapman una copia del álbum Double Fantasy.

“No hay funeral para John Lennon”, declaraba su esposa al día siguiente, pidiendo que se ore por él, con el mismo fervor con que Lennon “amaba y rezaba por la raza humana”.

Su cuerpo fue incinerado en el Cementerio Ferncliff, en Nueva York, y Ono esparció sus cenizas en el Central Park, donde más tarde se creó el memorial Strawberry Fields. Chapman se declaró culpable por asesinato en segundo grado y fue condenado a 20 años de prisión. Actualmente, aún permanece en la cárcel, después de haberle sido negada en repetidas ocasiones la libertad condicional.

Jonh Winston Ono Lennon fue un músico y compositor que junto a Paul McCartney formó una de las parejas de compositores más exitosas del siglo XX. El 8 de octubre de 1940, Liverpool ve nacer a uno de sus hijos más famosos, al mismo que años más tarde revolucionaría la música de los años 60 y 70. El mismo que años después, inspiraría con su música a miles de artistas y de quien su pérdida resultaría una de las más lamentables en la historia de la música.

Lennon tuvo un gran impacto en la cultura musical. La influencia de The Beatles en la transformación de los estilos musicales llevados a cabo entre los años 50 y 60, definen cierta revolución del sonido, el estilo y la actitud, abriendo las puertas del rock and roll a una ola de grupos británicos. Los Beatles pasaron el resto de la década ampliando las fronteras estilísticas del rock. Y han sido una importante influencia y fuente de inspiración identificativos de grandes artistas actuales.


John fue un luchador incansable, creador de álbumes críticamente aclamados como John Lennon/Plastic Ono Band e Imagine, e icónicas canciones como Give Peace a Chance e Imagine. Demostró un carácter rebelde y un ingenio mordaz en la música. Fue polémico a través de sus acciones ativistas por la paz. En 1971, se mudó a Nueva York, donde su oposición a la Guerra de Vietnam dio lugar a numerosos intentos de gobierno por parte de Richard Nixon a expulsarlo del país, mientras que sus canciones eran adoptadas como himnos para el movimiento contra la Guerra.

Razones suficientes existen para que este año, la memoria de John Lennon esté más viva que nunca. No sólo porque su esposa, Yoko Ono haya remasterizado todos sus éxitos en un box set especial pretendiendo homenajear a uno de los más grandes músicos de todos los tiempos. Sino porque además se cumplieron 70 años de su nacimiento, tres décadas de su asesinato en Nueva York, medio siglo de la creación de los Beatles y 40 años de la disolución de la banda más famosa de la historia.

Motivos sobran, para que 30 años después de su partida, el mundo entero siga recordando a quien en aquellos años dorados reconociera ser “más grandes que el mismísimo Jesucristo”.

"Imagine all the people
living life in peace...”


Y yo sigo creyendo (ingenuamente, quizás) que en el fondo, muchos aún conservamos algo de aquel espíritu soñador e idealista de Lennon...

"You may say i'm a dreamer
but i'm not the only one
I hope someday you'll join us
and the world will live as one..."


jueves, 7 de octubre de 2010

Buscando ese lugar


No fue fácil volver al ruedo.
Anduve esperando mucho tiempo que llegara este día, en que empezara a hacer algo que además de apasionarme, me llene de orgullo.

Y así empecé a trabajar arduamente durante mi primer mes de trabajo para causar buena impresión, aprender algo con lo que pueda quedarme después, y al final ver los resultados: salió la primera revista que produje (sale Pedro Guggiari en la tapa).

Sobre todo, este periodo de cambios y acostumbramientos, me hizo descubrir ciertas cosas. Como por ejemplo que desearía tener un avión que en hora pico me llevara al trabajo sin necesidad de estresarme por el camino. O que ir en auto pasa a ser toda una odisea espacial. Pero de todos modos, el gusto por hacer algo te hace pensar que nada podría opacar las cosas.

Llegó la primavera, y con ella, el buen humor. No sé si por las flores o por la alegría que me inspiran ver de nuevo tantos colores. Sí, es de público conocimiento que el invierno, la lluvia y las tormentas (al igual que las fiestas y cenas de fin de año, que ya están por llegar otra vez) me deprimen. Es que el solo ver que los árboles de las plazas revolotean de un lado a otro, me pone nostálgica.

Entró la primavera y con ella, un ápice de felicidad. La facultad que está por acabar, y a los que llamaría los tres meses más duros de mi vida. Pero tres meses que verán sus importantes frutos si mantengo la frente en alto pensando sin decaer. Y es que eso es lo que me motiva, empezar por cumplir un objetivo trazado hace años, cuando en mi habitación escribía frases, muchas veces sin sentido, con la ilusión de que alguna vez alguien las leería y se sintiera identificado con esas palabras. Fue así como nació este blog. Aún así, sigo andando. Y lo pienso seguir haciendo aún con el título de licenciada. No sé cuán alto será el pico al que voy a llegar, pero quiero ir quemando metas, que las situaciones me sigan sorprendiendo, porque a fin de cuentas, el ser humano siempre busca más, o por lo general. Está constantemente buscando ese lugar. Ya sea lejos, allá en el horizonte, en la punta de una montaña, o a la orilla del mar.


No abandoné este espacio virtual, solo me tomé mi tiempo para adaptarme a las nuevas circunstancias, para encontrar ese no sé qué que me impulse a continuar pedaleando esta bicicleta, o como quién diría, a seguir remando. Siempre, siempre... para adelante. Eso sí.

Por estos tiempos, en que mi inspiración se enfoca más en artículos para una revista de gourmet y mis tiempos se dedican más a monografías y exámenes de la universidad, me queda poco espacio para crear historias, y seguir activando en ese espacio de ocio en el que hago catarsis.

Sin embargo, nunca dejo de imaginarme algo que me haga sacar a flote nuevamente esa inspiración. Pero seguiré buscando hasta que me vuelva a nacer alguna entrada entretenida y sobre todo, como acostumbro a ser, realista.
Me puse una gorra para taparme del sol y de la lluvia mientras encuentro ese lugar del que les hablaba.

Pero me la voy a quitar después, porque siento que opaca cierta alegría.


A continuación, un tema y el video de un ídolo personal. Banda sonora de la película argentina "Caballos Salvajes", del año 95. Qué mejor forma de volver.
¡Enjoy it!






P.D.: Entrada para la materia de Periodismo Digital de la facultad, que me permitió volver a sacar inspiración del fooondo del mar y mantenerles un poco al tanto de mi vida, después de un mes sin postear.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Un olor a felicidad

Un día amanece y todo parece malo. Y de la nada, empieza otro día en que pareciera que todo empieza a encaminarse.
Así parece que lentamente, las imágenes de un pasado con frustraciones parecen dar paso a un paisaje más alentador.

Los sueños de a poco se cumplen. Y las metas, si bien siguen estando a una distancia considerable, ahora lo ves como algo posible de que suceda. Y te das cuenta que remando un poco más, quizás lo alcances.

No es una cuestión fortuita. Nunca creí en eso del azar y de la suerte. Tampoco estoy muy segura de que exista cierto destino predestinado. Pero de que las cosas suceden cuando deben suceder, no quedan dudas. Primero que nada, todo requiere de un cambio de mentalidad y de una forma de actuar que transforme la mala experiencia en un buen aprendizaje. Y pasa a ser más importante prever antes que solucionar. Hechos en lugar de lamentos.
Siempre me subestimaron por ser una soñadora nata. Para lo mucho que te sirve, me solían decir. Reconozco que me llegué a detener unos días a pensar que el camino que había elegido perdía poco a poco el encanto tras la inseguridad de la incertidumbre. Que mi decisión podría dejarme en la cuerda floja, sin llegar a ser la principal atracción del circo. Me llegué a preguntar qué era lo que quería para el futuro, inminente, lejano, incierto, pero real. Siempre me tracé prioridades, desde niña. Y arriba de todo estaba mi familia. Hasta que empezamos a disentir en nuestras decisiones. No quería ser contadora. Así que separé lo imposible de lo probable. Y tiré la caña al mar sin saber a dónde mismo iría a parar ni estar segura de nada, solo de que quería hacerlo. Al principio, ningún pez mordió el anzuelo. Ni la segunda vez, ni la tercera…

Nunca me pareció divertido depender de otras personas, irónicamente me tuve que pasar mucho tiempo haciéndolo. Aunque eso no me quita que hoy siga siendo demasiado importante para mí la opinión de papá y de mamá. Pero al menos sé que ellos aprendieron lo que intentaba hacerles ver. Que me dejaran probar y equivocarme por mí misma para aprender. Hasta hoy no tomé una decisión por la que me mostré arrepentida. O sí, algunas cosas no salieron como esperaba, pero hoy ya sé que todo es evolutivo.
Empecé una nueva vida que requiere de cinco días a la semana sin descanso en un lugar donde hago lo que considero es una de las cosas que mejor se me da: escribir. Además de tener que jugar un poco con mi imaginación empolvada y mi creatividad de practicante.

No sé cómo cambiará mi impresión más adelante. Creo que ya no veo tanto el futuro, sino el presente. Y empiezo a pensar que detrás de esa puerta que hoy se me abrió, hay un montón de pequeños proyectos dorándose en el horno de mi cocina. Y que todos tienen que ver con lo que más me gusta. Lo que elegí para que me mantenga, para que me acompañe día tras día y que me haga sentir realizada. Si hay algo que nunca me olvido que me había enseñado mi profesor de Oratoria es que eso es con lo que vamos a vivir, que la carrera que uno elige es con quien se va a casar de por vida, y que es lo que te va a acompañar sin divorcios ni separaciones de por medio.
Muchos de estos proyectos, estarán listos en unos meses para servir a la mesa de quien supo esperar por su llegada.

No quiero hacer un rápido repaso de este 2010. Tengo mucho que decir, cosas positivas y negativas también. Alegrías infinitas. Tropiezos y caídas incontables. Un par de experiencias frustrantes y llantos desconsolados. Pero detrás de todo siempre terminaba encontrando algo mucho más positivo y que no estaba acostumbrada a ver: lo que lo malo provocó en mí. Muchas veces pude haberme detenido a lamentarme en cada esquina de lo que estaba ocurriendo, de hecho, mil veces lo hice. Me quejé por este medio y por todos los que conocía, pero si bien es cierto que más de una vez me paralicé y estuve dispuesta a tirar todo por la borda, a no buscar más, a dejar que todo suceda como por arte de magia, hoy creo que todo fue nada más que para usar ese corrector vital y rediseñar el camino.

No es fácil descubrir la clave para estar bien. Lo cierto y lo concreto es que siempre creí en el poder incomparable de la mente, pero cuando eso ni yo misma sabía lo que significaba. Ahora sí. Es tan simple como focalizarse en lo bueno que uno puede ir consiguiendo o que ya lo consiguió, sin pegarse con el látigo por los errores cometidos o el tiempo perdido, con ganas de ir por más.
Una intuición se agiganta en mi interior y cobra cada vez más fuerza, como si una vocecita quisiera avisarme que me prepare, que lo que se huele en el aire no es olor a tierra mojada, sino una felicidad que se acerca. Ojalá no me falle ese instinto.

Siento que todo se me desborda por las pupilas y las manos.
Siento una gran felicidad, pero yo la quiero hacer chiquita para que quepa en un frasquito, así me la puedo llevar en el bolsillo y olerla en los momentos en que se me viene el existencialismo crónico.

Hoy puede ser ese día que tanto tiempo anduve esperando.
¿Por qué no?

lunes, 30 de agosto de 2010

Almas pasajeras en un purgatorio

Un avión se estrella y solo sobreviven cinco pasajeros que sufren de un stress post traumático. La encargada de tratar a estos supervivientes es la doctora Claire Summers, una joven e inteligente psicóloga que luego de escuchar las versiones de sus pacientes acerca del accidente, comienza a dudar de la versión oficial, y se entera de que si fuese una falla mecánica y no humana, como se empecina en declarar la compañía, la misma perdería millones de dólares e incluso podría ser cerrada. Un paciente, Eric Clark, se rehúsa a ser tratado como tal y le pide a la psicóloga que lo visite a su casa para hablar con él. El tratamiento se complica cuando Claire pasa la “línea de ética”. Una caricia en el pelo aquí, otro piropo por ahí, una invitación a intimar por allá… Todo bajo la paradoja de una broma. Y la doctora Summers empieza su investigación luego de que el hombre sospechoso que andaba persiguiéndola a ella y a sus pacientes confiesa haber estado en el accidente y sin embargo, no figura en la lista de sobrevivientes.

Passengers es un trhiller psicológico estrenado en el 2008. Escrito por el desconocido Ronnie Christensen. Empieza por parecerme interesante desde su director, el colombiano Rodrigo García, hijo mayor del Gabo. Sí, del escritor Gabriel García Márquez. Y cualquiera que haya leído algún libro del Gabo, sabrá distinguir que esta película, particularmente, lleva de alguna forma su sello.
*Pueden seguirlo con su último film, Mother and child, con Naomi Watts y Samuel Jackson.

La película se presta a varias interpretaciones. Y a más de uno le dejará con un trago amargo. No es para cualquiera un thriller psicológico de esta índole. Que empieza por narrarnos una historia, para había sido terminar dándonos cuenta de que estaba narrando otra.

“No hay cielo que contenga un poco de infierno”, se menciona en la primera página del libro El Gran Divorcio: Un sueño de C. S. Lewis, en el que, en cierta manera, intenta explicar lo que podría ser el purgatorio. En cierto sentido, no todos los mortales creen en el purgatorio, ¿verdad? Para muchos no es más que una invención e imposición de la Iglesia Católica. Sin embargo, resulta algo de lo más racional. No sé si haya vida después de la muerte, lo más probable es que exista ese estado transitorio de purificación y expiación en que las personas muertas que cometieron pecados que no hayan sido personados, puedan depurar sus almas.
Después de buscar algo más que vaya más allá del argumento en sí de la película, llegué a la conclusión de que los sobrevivientes del vuelo están claramente, en un purgatorio. En realidad, las personas que aparecen alrededor de la película están todas muertas. La primera prueba es el perro de Eric, que murió cuando él tenía seis años y al que ahora solo él puede ver y escuchar sus ladridos. Lo segundo, también tiene que ver con Eric, cuando se pone en las vías frente al tren.

Volviendo al tema del purgatorio. Solo calza como un lugar donde uno está hasta que se va al cielo, para purgar los pecados que no fueron sanados antes de morir. Eric con su perro y con su abuelo. Shannon con sus padres que murieron cuando ella tenía 6 años. Y Claire con el señor Percy y su tía Toni.

Claire estaba peleada con la hermana desde hacía meses, por no coincidir en modo de pensar ni de actuar. Por tal motivo, sentía que ese era el momento de purificar esa culpa con una carta que la doctora quería enviarle a su hermana y que ésta encuentra al final de la película. De esta forma, podría salir del purgatorio.

Summers estaba muerta, y la ilusión creada alrededor de los pacientes y el misterio de la aerolínea solo se resuelve con Arkin, el representante de la línea aérea que se presenta ante ella olvidando el maletín –seguramente adrede- con la lista de pasajeros. Y así descubre por sí misma que ella abordaba ese avión y que en efecto no hubo ningún sobreviviente a ese accidente. Y que no hubo más culpables que el mismísimo Arkin.

La película no es de las mejores que he visto. Tiene a su favor el fugaz sello del Gabo. Y sobre todo, que da para pensar. No se trata del viaje que embarcan los personajes, ni del romance que une a los protagonistas. Esto no es más que para dar fuerza al argumento. Este filme trata más de recordarnos que nosotros somos quienes elegimos cómo nos sentimos acerca de nuestras vidas. Mientras no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, sí podemos controlar nuestra relación con las circunstancias y con las personas.

Y eso es lo que nos muestra la película. Que apenas comienza y no va a tardar en colisionar con un giro explosivo del destino. ¿Acaso en la vida real no pasa lo mismo?

lunes, 23 de agosto de 2010

Desencuentros

Cada vez que me intoxico con desencuentros ajenos, me cuesta purificar nuevamente mi fe.
Ese eterno desencuentro que se repite una y otra vez y que pasó a ser como estigma de estas épocas.
Hay amores fallidos.
Tengo a mi lado a amigas que se inyectan paciencia para esperar el llamado del que prometió hacerlo. Que lustran el recuerdo de esa cara que hace tiempo no ven solo para conservar al menos el registro de algún gesto que las conquistó. Deshidratan lágrimas frente al espejo y ante un silencio que agiganta las propias soledades y que achican autoestimas.

Hay desencuentros detestables, que parecen inevitables y que se vuelven imposibles asimilarlos en silencio.

En lo que va del año, tengo ganas de ponerme a contar cuántas veces ya escuché el famoso “no me llamó más”, o “me dice esto pero todavía sigue con ella”. Me hacen perder la fe, esos amores que nacen en verano, bajo un florido lapacho a la orilla de un lago y con los pies llenos de arena. Esos amores que habían muerto antes de nacer, desde aquel “nos vemos” o “te llamo” que nunca pasaron, desde ese abrazo a medio dar y desde los besos que se atoraron en la garganta por no saber hacia dónde ir.

Me pregunto si los hombres están anestesiados o si ingirieron alguna píldora anti flechazos de Cupido. Parecen sufrir menos que nosotras, y lo digo porque todas estas quejas generalmente salen de los labios de mujeres que esperan la reaparición de ese que prometió llamar y no cumplió. Sin embargo decidí concluir que el dolor de ellos es silencioso y que quizás eso todavía duela más.

Quiero creer en la existencia de un amor sin conservantes ni aditivos. Que no sea de bajas calorías ni de bajo consumo que controle el uso de energía. Que no se preocupe por mi colesterol, invirtiendo en el envase y descuidando el contenido. Que no sea ecológico ni cosechado. Que no sea reciclable ni liviano como un plástico. Y que consiga que de a poquito el gris se vuelva luminoso, y se mezcle con los colores de la mirada del otro.

En tiempos de avances en materia de recursos y tecnologías, yo quiero retroceder. A tiempos en que mi idea del amor era bastante más simple y menos rebuscada. Rebobinar hasta ese momento en que desconocía que el encuentro entre un hombre y una mujer era tan difícil.

Ahora ya no hay ni llamado ni subtítulo que justifique la ausencia repentina que nos deja una filita de puntos suspensivos tatuados en cualquier parte. Nos hipnotizamos un tiempo mientras nos obligamos a descreer cualquier indicio de una nueva posibilidad.

Quiero entender qué es lo que pasa. Y encontrar así una explicación algo racional al síndrome del desencuentro. Y es que no veo lógica alguna que se aplique al amor, pero necesito descubrir al menos una causa hasta hoy desconocida del por qué estos generan tantas soledades particulares.

Si todos quieren dejar de estar solos, ¿por qué es tan difícil el encuentro?
Si a los ojos femeninos todos los hombres son iguales, ¿por qué nos cuesta tanto elegir uno?
¿Por qué nos empecinamos en buscar en la persona que nos gusta, algo de qué enamorarnos? Ahí está el primer error. Descubrir a alguien que nos atrae y que aunque todas las señales nos digan que no es el correcto, hurgar hasta encontrar algo que nos dé una razón aunque sea para creer nuevamente que es la persona indicada, la que nos vuelve a teñir de ilusiones la semana, la que nos devuelve las ganas de sonreír como idiotas en pleno desierto, la que nos regala una cuota de confianza y nos aleja de lo cotidiano. Y empezar de vuelta a alimentar ese círculo vicioso, de soñar que nos ganamos el comodín del año, volviendo a creer, y ahora, como las doscientas veces anteriores, que va a ser para siempre.

Desencuentro, una de las palabras más tristes del diccionario, un encuentro fallido, un llegar a destiempo, un ir a contramano. Dos calles paralelas que jamás se juntan, agua y aceite, corrosivo y explosivo, alfa y omega. Dos vidas intentando algo que no les sale, algo que no deja que suceda.

No quiero perder la esperanza. Pero cada vez me convenzo más de lo difícil que es construir algo de a dos. Sumar pasado, experiencias, mañas, miedos, temores y pedacitos de corazones esparcidos por el suelo, a causa de relaciones pasadas, nada de eso es tarea sencilla. Sin embargo, todavía creo que ha de valer la pena. Que podría ser la cura a esas viejas heridas y que tal vez, me permita nuevamente abrazar una vez más un futuro tan bello como incierto.

No quiero castillos de arena que el mar arrastre en un descuido. No entiendo cómo dejamos transcurrir las horas abrazados a nosotros mismos cuando sería mucho más lindo sentir de cerca el latido de un posible nuevo amor. Podría ser fallido, pero también podría ser el indicado. Mientras tanto, seguimos andando. Con el corazón bajo la manga y polvos de estrellas encarnados en nuestros sueños. Seguimos como si nada, pasando por ese camino que nos cruza junto a cientas de soledades parecidas a las nuestras.

Como diría Borges: Estoy solo y no hay nadie en el espejo. Mientras sigo andando, aferro mi soledad junto a esa copa de vino, e intento disfrutarla aún sin nadie del otro lado.




P.D.: Dedicado a mis amigos y amigas enamorados/as. Y a los que esperan volver a estarlo. Y sobre todo a Andrea, porque su historia me enseña que todavía me dan ganas de creer, pese a que las ilusiones se puedan romper una y otra vez ;)

lunes, 16 de agosto de 2010

A los traviesos que alguna vez fuimos

Hay días en que deseo volver a mi niñez, como si tal cosa lo consiguiera cruzando una puerta o saltando por la ventana. Ojalá fuera tan sencillo volver a lo que fui antes, como lo hizo Alicia cuando volvió diez años después al País de Maravillas. Una niña obstinadamente niña, tímida, juguetona, de dos colitas sujetadas con gomitas de caramelo, que hacía más juegos de nenes por vivir rodeada de ellos.

Las idas, venidas y caídas cuando empezaba a andar en la bicicleta sin las dos ruedas de los costados, las muñecas que por aquel entonces formaban mi lote de fortuna más preciado y mi ingenio para inventar juegos de magia, de cocina, y lo que se me ocurriera. Esa niña introvertida, a la que le llegó tarde la rebeldía. Hay veces que quisiera volver a aquellos años en que la mayor preocupación era la merienda que cargaba mamá en mi merendero, o qué mentirilla piadosa diría en casa para que no me retaran por haber perdido un lápiz o no haber completado el cuaderno.

Esa niña que antes fui y esos niños que antes fueron mis hermanos, me recuerdan vagamente a Vallemí. Esa nena con peinadito taza y de ojos agigantados como animé que reía de oreja a oreja con las travesuras de su hermano y que admiraba fielmente las distintas facetas de papá. Que subía al transporte escolar teniendo en mente la única idea de llegar a casa de los abuelos para tomar la rica merienda que seguro la estaba esperando en la mesa. Que jugaba a las escondidas y saltaba a la cuerda. Que corriendo tras su compañerita se había golpeado la cabeza. Que se alegraba con solo recibir bombones y paletas de colores.

Todavía siento que hay mucho de su forma de mirar en mis ojos. Aunque hoy los mismos se me nublen por momentos, mientras se me anuda el pasado en la garganta. Y me dé un paseo por esa infancia que tanto añoro. Y que por un momento me hace no querer saber nada del mañana como si con el pasado me alcanzara.

Y ahí despierto. Y me doy cuenta que el ayer se empeña en alejarse cada vez más, que la niñez no se puede atesorar en un frasco y tirarlo al mar con la esperanza de volver a encontrarlo algún día cuando ya me haga adulta y me olvide de que alguna vez vestí ese cuerpecito con espíritu travieso y de risa fácil que sonreía por cualquier tontería.
Me pongo a pensar y creo ser la misma. O ya no. Las suelas de mis zapatos ya están gastadas y traté de cambiar muchas de mis tristezas por las grandes alegrías de aquella época, pero no me aceptaron la oferta. Prefirieron dejar las cosas como estuvieron siempre. Traje en las rodillas algunas de sus travesuras y hasta vino conmigo una cicatriz en la pierna que se me quedó por hacer una de las mías en uno de mis cumpleañitos. Está ahí hace como más de diez años, se quedó, no se fue… Y va a envejecer conmigo. Es un hecho que ya no soy esa niña, a mí se me van gastando las suelas, pero aquí estoy, continúo… Sigo entera y sí… También bien viva.

Quizás aún no haya vivido ni la cuarta parte de lo que está destinado para mí. Los años traen consigo cambios, días distintos, nuevas personas, e inimaginables experiencias. Sin embargo hay cosas que jamás se desvanecen del todo. Siempre encuentro la forma de transportarme a ese paraíso donde todo era color de rosa, donde el mundo terminaba hasta donde alcanzaban a correr mis piernitas y hasta donde mis manitos hallaban sus direcciones. Me transporto a esos lugares que siempre guardarán risas y travesuras, y donde podría encontrar algún pasadizo secreto donde guardar mis recuerdos y mis sueños, pero quitando algunos de la cajita porque ya se hicieron hora de desempolvarlos y hacerlos realidad.

Hoy miro pasar mi infancia, la veo con nostalgia, y mi corazón da un vuelco cuando a la par veo pasar unas demoradas huellas y un agudo silencio, mientras busco por todos lados a un ser irremediablemente perdido. Sí, a la abuela.

Los años pasan demasiado rápido, sin que pudiéramos darnos cuenta de cuán capaces podríamos ser de extrañar al niño o a la niña que convivió con cada uno y cada una. La hemos perdido. Pero no quiero llegar a ser tan anciana para poder recuperarla del todo. Quiero hacerla entrar en mi mundo, sin rozar ni remotamente mis desencuentros.

Quiero volver a ver a los protagonistas de esa niñez dejada en el tiempo, pero que aún conservo dentro mío. Y sé que si me concedieran ese maravilloso regalo, los podría encontrar. Con más achaques a ellos, y con más desilusiones a mí. Pero con la seguridad de que aún puedo ser capaz de conmoverme con el emerger de una flor y las alitas desplegadas de una mariposa. De que puedo enternecerme aún con un niño que no tuvo las mismas oportunidades de crecer en una familia y jugar como yo. O que puedo ser capaz de echar alguna lagrimita al ver a un pobre animalito maltratado. Quiero seguir sintiéndome capaz de conmoverme con lo mejor que la vida me regala, esas pequeñas cosas que me dan gran felicidad.

Ahora estoy acá, escribiendo estrofas quizás sin mucho sentido, sin dejar por completo de ser niña y sin ser completamente una mujer. Simplemente creciendo, queriendo enhebrar retazos de infancia y soldar fragmentos rotos para reconstruir mi historia. A la niña que alguna vez fui, nunca la dejaré ir. Y a pesar del tiempo, sigue ahí, la parte más grandiosa de ella se queda conmigo. Solo que sus berrinches ya no son tan constantes y su postura de la vida es mucho más consiente.

Felicidades para esa parte de todos y de cada uno de nosotros que siempre va a andar con pantaloncito corto y jugando en la vereda de la infancia. Muy a pesar del tiempo.

Porque sueño que todos lo seguimos llevando muy adentro.







P.D.: Esta entrada inspiraron dos mujeres sobre todo, la primera Raquel Saguier, después de leer La niña que perdí en el circo entendí que esa búsqueda de la infancia, es eterna, siempre queremos regresar ahí. Y entendí que es lo que nos mantiene vivos. Sí, es cierto. Todos llevaremos hasta la muerte a ese niño adentro. La segunda, Jane Austen, leerla a ella (con quien comparto filosofía y me encanta sentir que vivo sus historias) me hace creer que siempre se puede cumplir un sueño, manteniéndose firme en los principios de una. El resto lo inspiró mi abuela y mi inquebrantable niñez y lo que recuerdo de la infancia de mis hermanos. Todo lo demás lo inspiró el espíritu infantil de todos mis amigos, de todos aquellos que alguna vez fueron niños y de los que por hoy, aún se sienten uno de ellos :)

martes, 3 de agosto de 2010

Fidelidad

Leía le entrada de una amiga blogger y me quise poner de pie para aplaudirla, muy a pesar de no compartir su opinión. Decía que si un hombre está con varias mujeres a la vez, es un ganador, y se cuestionaba que si una mujer estaba con varios hombres a la vez, ¿sería una ganadora? Muy probablemente si le preguntás a un machista qué opina, te vaya a decir que es una “trola” o una bandida. Sin embargo, hay quienes no lo son y asumen que es una actitud coherente y hasta “perfecta”.

Quise objetarla, con todos los respetos debidos, claro está. No sé si tenga tantos argumentos como ella para retrucar por qué aún creo en la fidelidad, pese a que hoy día la misma no pasó a ser más que un mito. Sí, señores. Llámenme tonta y con una idealización absurda. Pero para mí, la fidelidad junto a la confianza, siguen siendo las bases fundamentales para una relación. Particularmente cuando siento algo de verdad por alguien, tengo ese afán de entregarme en alma a esa persona (pareja, familia, amigos). Y tal vez ese sea el motivo por el que hoy me volví menos demostrativa. Las experiencias me habrán enseñado a no dar demasiado hasta no sentirme retribuida en una milésima parte.

Hasta que se cayó el altar en el que tenía a un amigo que estando de novio, también salía con mi amiga. Se excusaba diciendo que estaba confundido, que estaba enamorado de mi amiga, pero que no quería lastimar a su novia, que era una conflictiva explosiva. Y lo que empeora las cosas es que yo también conozco a la novia, es decir, tengo conocimiento extenso del triángulo amoroso. Y a partir de ahí empecé a estudiar la situación. No soy quién para meterme, pero ante todo voy a defender a una amiga que conozco hace más de 5 años que a un amigo que por más que me haya demostrado en poco tiempo el gran valor que tiene, se haya equivocado tan mal y se haya portado de la misma manera que siempre le confesé que odiaba que los hombres lo hicieran conmigo, jugando con los sentimientos de una chica enamorada e idiotizada, porque si hay algo que nadie me quita de la cabeza es que por lo general, el amor idiotiza.

En fin. El tema es que sí creo en la fidelidad. Y así como el pilar de mi filosofía es creer que todo lo malo me ayuda a crecer enormemente como persona, también creo firmemente que las relaciones (o intentos de relaciones) fallidas que tuve (y que tenga) en mi vida, no son más que una manera de prepararme y fortalecerme para cuando llegue la persona correcta. Uno aprende, en el camino, bajo el sol, en una puerta, a lado de una persona y aún distanciada de otra, que uno aprende a ver cuánto valoramos lo perdido (ley universal de la vida). Por lo tanto de las personas que pasen por nuestras vidas, sin importar el tipo de relación que nos una o cruce nuestros caminos, todos, absolutamente todos, dejan alguna huella. Y en el caso de las parejas nos preparan para recibir al indicado.

Claro, mientras, chicas, no pierdan la oportunidad y en espera al hombre correcto, disfruten del equivocado. Pero insisto, todos crecimos con valores y principios. Irónico, cierto. Que una persona en constante contrariedad con los rituales y demás les hable de valores. Pero no hablo de la moral cristiana, sino de valores humanos. Todavía creo en la fidelidad. Y pese a la gran controversia de la liberación femenina (maldita a veces, bendita otras), todavía creo en que en algún recóndito sitio de este universo existen hombres y mujeres que piensen como yo.

Creo en el amor, creo en las bases de una relación, en la paciencia (pese a que el Ser Supremo no me la dio como mi mejor virtud), en el diálogo, en la confianza, en el perdón (pese a mi orgullo a veces desmedido) y en la fidelidad, desde luego.

Tengo mis principios y mi carácter. Sería justo pedir que a la siguiente persona que me venga a buscar le diga que debe adaptarse a eso sin alternativa alguna. Por favor, eso no es amor. Amor no es simplemente aceptar al otro tal cual, es encontrar esa capacidad de complementarnos de a dos, de crecer juntos, de ceder e ir aprendiendo que la perfección no es lo que queremos en una persona, sino lo que la misma nos hace sentir.

Ya no sé ni lo que digo. No me corten la ilusión, por favor les pido. Aún en estos tiempos todavía quiero que alguien me abra la puerta cuando voy a pasar o cuando voy a subir al auto, que corra la silla cuando me voy a sentar, que me mande flores, me envíe cartas, me escriba poemas, que me dé serenatas en la ventana. Que me haga ver que soy especial e importante… Y sí, única en su vida. ¿Tan difícil es la fidelidad? Pregunto, ¿por qué hoy importan más los deseos carnales que las caricias, los besos tiernos, el jugueteo con el cabello del otro, el roce de manos y el dibujar el rostro del otro con los dedos? ¿Por qué no pueden simplemente entender que además de estar lindas por fuera, necesitamos sentirnos bellas y amadas? Que más que un objeto de placer, queremos sentirnos también deseadas por el cariño y los afectos que podamos hacerles sentir.

Lo que sí, pese a mi feminismo, ¡déjenme que todavía crea en los caballeros!

Y en la fidelidad también.





P.D.: Dedicado a quienes creían que era una insensible y cero idealista.

viernes, 30 de julio de 2010

Momentos

Otra vez el día de la amistad.
Tiempo de hacer un repaso por todos esos seres increíbles que se van atravesando en nuestro camino, que van subiendo a nuestro tren, que pasan de vagón en vagón y a los que vamos acomodando en un espacio de nuestra vida.
Algunos, claro está, más transitorios que otros.
Algunos amigos estacionales que vinieron a nuestro vagón para enseñarnos ciertas lecciones que siempre quedarán, y para después continuar su camino.
Otros pasaron simplemente para saludar y después cruzaron de largo así sin más.
Algunos, sin embargo, llegaron en busca de un abrazo de oso que calmara algún dolor del alma.

Con ciertos amigos esporádicos vivimos experiencias veraniegas como compartir una pieza de cuatro personas, cuando éramos ocho. Y llenar el piso de envoltorio de pororó o latitas vacías sin que al amanecer tengamos necesidad alguna de limpiarlo. Esos amigos a los que una ola unió en la arena para que después el viento los deposite nada más que en la memoria y en fotografías viejas que con el paso del tiempo se volverían amarillas.

O aquella amiguita de la niñez, en el Jardín de Infantes, que llevaba las dos colitas de caballo sujetadas con una gomita de caramelo, y que nos acompañaba a la rueda para hamacarnos (¡sí! Todavía la recuerdo) o ese amiguito que venía corriendo a vernos cuando nos raspábamos las rodillas jugando a la pelota. Esos lazitos de amistad unidos cantando la misma canción, luciendo inocencia pura y carita sucia, lleno de vereda saltando la cuerda y derramando gotitas de amor si caíamos y nos lastimábamos. Esos a los que el tiempo se encargó de guardar en nuestros recuerdos como momentos invaluables de nuestra infancia.

Algunos, quizás, compañeros de roles o colegas, a los que obligatoriamente la vida nos cruzó interpretando el a veces duro papel de oficinistas. Esa amistad que nos obliga las largas horas de trabajo, la luz del día, el madrugar diario o las horas de almuerzo. Esas que quedan guardadas en el cajón del escritorio una vez que la puerta del laburo se cierra.

Varios de ellos, amigos de amigos. Otros, conocidos cuando todos posamos y dijimos “whisky” para el flash de una cámara, y que al terminar la fiesta muy probablemente solo los volvamos a ver en una próxima.

Los amigos cibernéticos y bloggers. ¿Cómo no nombrar a estos?
Son los infaltables. A lo mejor nunca los vemos, pero siempre están ahí, con su foto colgada en la web, o modificando su estado cada vez que crean necesario u opinando sobre alguna actividad tuya, clickeando “me gusta” a todo con lo que estén de acuerdo (y a veces con lo que no lo estén). De esos amigos que a veces creemos que llevan el Nickname escrito en la cédula de identidad. A quienes conocemos por lo que nos cuentan, y de los que respetamos lo que puedan callar. Esos amigos con quienes nos encariñamos simplemente por la magia que encierra su gran don de la palabra.

Las chicas de la facu, compañeras incansables de estudio hasta altas horas, trabajos prácticos a montones y miles de lágrimas colgadas en los almohadones, además de cientos de sueños debajo de la cama y unas cuantas ilusiones pegadas por las paredes.

Los amigos del inglés, del barrio, del colegio. Con estos últimos vivimos el fin de una de esas etapas más innolvidables de la vida, cuando dábamos más de un dolor de cabeza a papá y unos cuantos quebrantos a mamá. Tiempos en que las reglas estaban para ser rotas y corrompidas. Las amigas de la danza y los compañeros de teatro, con quienes podíamos vivir otras vidas que no fuesen las nuestras.

¿Cómo olvidar a los del club? Esos amigos que duraron hasta que se te venció el carnet y nunca más lo renovaste. Ni el carnet ni a esas amistades.

Y otros AMIGOS, que llevan el nombre con mayúsculas.
Esos que entienden que no queramos hablar, que no nos sale la voz, que ya se nos secaron todas las lágrimas y que no podemos reír. Ellos, que saben cuándo preguntar, cuándo aceptar y cuándo estrecharnos una mano.
Esos que perduran con el tiempo, más allá de las arrugas y de los trabajos, mucho más allá aún de los maridos, las esposas o los hijos.
Esos de fierro. Que comparten instantes que hacen de la vida una completa magia. Que combaten la miseria y aumentan las alegrías. Que comparten risas y carcajadas y reparten emoción. Que saben darnos a tiempo un abrazo de oso, que tienen las palabras justas y los silencios necesarios para que podamos sentirnos capaces de confirmar nuestra dicha de haberlos elegido bien.

A esa familia que la vida me permitió escoger.

A ellos, a cada uno de esos seres humanos que me gané tal vez en algún sorteo, pero que los he ganado al fin, mi más sincero agradecimiento por años, semanas o días de amistad. Porque a fin de cuentas es la calidad del tiempo vivido lo que cuenta, no la cantidad del mismo.

De corazón, del fondo de mi alma: ¡GRACIAS!
Por darme mi tiempo, mi espacio, por llenarme de aprendizajes, de lecciones, por hacerme ver aún en la peor situación que siempre existirán momentos por los cuales valdría la pena continuar, por hacerme entender que nada en esta vida es casualidad y ejemplo de ello, son ustedes.

Gracias por hacerme ver que hay personas que nunca voy a olvidar y recuerdos que jamás voy a borrar de mi memoria.

Y sobre todo, gracias por entender que soy humana... Por evitar preguntas que muchas veces no sabría ni podría responderlas.

¡Feliz día del Amigo!
¡Salud!


miércoles, 21 de julio de 2010

¿Cómo medimos la dignidad humana?

Argentina se convirtió en el primer país sudamericano en legalizar el matrimonio homosexual, formando así parte de los 9 países en el mundo que son minoría. Un país entero, no, un continente entero se detuvo toda una mañana por este motivo, por cierto escándalo mediático de las clases sociales que son mayoría católica que no apoya semejante “aversión”. Y digo yo, ¿por qué no podemos dejar de mezclar una cosa con la otra?

He hablado con mucha gente sobre este asunto y he visto comentarios posteados en distintas redes sociales y medios de comunicación al respecto. Incluso me he tomado mi labor como periodista tan en serio que decidí consultarlo con colegas, compañeros y amigos para saber su opinión. Y de todas, la más acertada fue “por más de que no esté de acuerdo, me parece bien”. Y no es difícil reconocer el motivo: cualquier cosa que no sea implicancia para todos, es un tipo de discriminación. Totalmente. Sean minoría o no.

Igualmente, una cosa no quita a la otra. Es cierto que cuando las temperaturas no sobrepasan los 8 ºC, el mundo no paró porque hayan chicos en la calle que estén pasando además de hambre, mucho frío. Que en los hogares exista tanto porcentaje de maltrato doméstico, o que una madre sea capaz de abandonar a una recién nacida en las calles de Santani (http://www.cronica.com.py/articulo.php?art=16106). Comparado a estos sucesos de índole social, la legalización del matrimonio homosexual pasa a ser una aguja en un pajar nomás.

Sin embargo, pocos son los capaces de ver qué tipo de beneficios puede traer esta decisión, para un futuro equitativo y justo para con todos los seres humanos, sin distinción. Quiérase o no, los homosexuales son como los judíos, los negros, los discapacitados y los pobres: MINORÍA. Hablar de que Paraguay es un país riquísimo en fortunas y bienes naturales, y que es la pésima distribución de bienes lo que hace que esas criaturas no tengan un techo donde dormir ni un pan que comer todos los días, ya está gastado. Huelgas, manifestaciones, campañas se han hecho a fin de que cambiemos la mentalidad cavernícola que tenemos para que cuando este país quede en nuestras manos, sepamos administrarlo equilibradamente.

Por eso me tomo este espacio para tratar de ser lo más objetiva posible acerca de nuestros futuros niños para con los demás humanos. A estos niños que hoy miran con desprecio y repudio a personas que eligieron una condición sexual diferente al resto, a estos niños somos nosotros quienes los hacemos daño. Porque mantenemos una mentalidad cuadrada y una cabeza de termo haciéndoles ver que “eso que hacen” está mal. Y pensar que la educación es la revancha de los pobres, eh.

Si nosotros les educamos y les mostramos cómo es en realidad el mundo real, si desde siempre les hiciéramos ver a nuestros niños que la vida de este lado es mucho más que una casita de muñecas y una colección de autitos de fórmula uno, permitiéndoles que compartan un colegio con chicos adoptados por gente “diferente”, no los van a aislar, los van a ver como algo que pasa en el mundo, como una realidad no ajena a cualquier individuo. Y esos chicos no van a sufrir la discriminación por parte de nuestros niños.

Es verdad que los géneros y los roles familiares pasarían a confundirse, pero ¿cuánta gente no se crió solo con su madre sin una figura paterna que los protegiera? ¿O cuántos no se criaron sin una madre que les dijera las palabras justas en el momento adecuado? Sin embargo, muchos fueron y son felices de igual modo. No pongamos excusas para considerar “anormal” a gente que tiene elecciones distintas o más complejas a las nuestras. “Eso no se hace, eso está mal, no es normal…”. Es decir, todo lo que a nuestros ojos es distinto, ¿necesariamente tiene que estar mal? Nosotros podemos evitar estos complejos. Está en la mentalidad nomás, no en el qué dirán los demás.


Si vamos a inmiscuir a la Iglesia Católica en este embrollo y vamos a rechazar mentalidades contemporáneas y adaptadas a los nuevos tiempos, seguiremos con la misma lógica de hace 2000 años, oprimiendo a las minorías, negándoles sus derechos y pasándolos por encima. Y menos mal que yo crecí en un colegio católico en donde me enseñaron que el mensaje de Cristo era amor, respeto, humildad, justicia, igualdad, etc., etc., etc. Si vamos al caso, ¿por qué lo que la Iglesia Católica estalló cuando se aprobó la unión entre gays siendo que se habla de un matrimonio civil, no religioso? Así los valores de Jesús podemos aplicarlos solo dentro de la propia Iglesia, no con quienes no son considerados iguales a los ojos de los Curas Párrocos y demás.

Es decir, hablamos de leyes civiles, o sea, de un estado Laico. ¿Por qué tanto escándalo? En el 2007, varias organizaciones de Uruguay lograron la aprobación de la “unión concubinaria” y en el 2009 la reforma del sistema de adopción, que permite adoptar a parejas homosexuales, además de una ley que decreta que homosexuales pueden ingresar a las FF.AA. Es pecado no aceptarnos tal cual vinimos al mundo, así como Dios nos creó. Lo comparto. Pero también comparto los valores que he aprendido en mi extensa educación cristiana, y otros que he aprendido con los años, a través de las experiencias y de haber conocido a gente “distinta” que pasaron a ser excelentes amigos y personas.

Por más que les pese, no vivimos más en aquella época de antaño en que si una pareja no se aguantaba más tenían que seguir conviviendo porque no existía el divorcio, en que un hijo extramatrimonial era considerado despóticamente un “bastardo” y así sucesivamente. Podríamos pasarnos horas evaluando situaciones que hoy día deberían ser obsoletas. Tampoco hablo del matrimonio como algo desechable, porque hoy se casan muy enamorados y a los seis meses o a los un año se divorcian. El matrimonio, como todo en la vida, se gasta, se seca, si no lo regamos todos los días y si no evitamos caer en la rutina. Si es que no se trata de un ceder mutuo y un crecer diario. Pero no hablaba de eso. Intento hacer ver con ejemplos cómo la sociedad pretende mejorar en su respeto a la diversidad. No podemos creer que por juntar a un hombre y a una mujer, todo va a salir bien. Es categórico. Siempre existen dos alternativas. Y bueno, cuántos heterosexuales andan dando vueltas y no les da adoptar.

Podemos mandar este tema a un extenso debate para definirlo, pero mientras pensemos en cuántos niños están perdidos en las calles drogándose, sin familia, robando… Si alguien los va a criar, cuidar, alimentar, vestir, EDUCAR, darle cariño, ¿a quién le importa si tiene papá o mamá al cuadrado? Mientras se les de amor y respeto, que es todo lo que el niño necesita, cualquiera con la capacidad de hacerlo, lo debe hacer. Eso sí, igual considero importante un seguimiento psicológico. Total, problemas de identidad, depresión o bipolaridad se puede encontrar en una familia homo como en una hetero. Tantos niños están por las calles refugiados y necesitados de cariño, comida y educación que cualquiera con dos dedos de frente que tenga instinto y posibilidades de cuidarlo debería tener ese derecho a hacerlo. Es triste ver que un padre biológico sea capaz de abusar de sus hijos, maltratarlos o matarlos. O como leí esta mañana en un periódico sobre una madre que vendió a su hija de diez años por 100 o 300 mil guaraníes semanal (http://www.cronica.com.py/articulo.php?art=16090). Lloro cuando me pongo a pensar que el hecho de ser padre o ser madre no es como cualquier carrera universitaria, eso uno solo lo aprende en el camino y lastimosamente muchas veces uno no está preparado para serlo. Es tan simple poner el espermatozoide y después no hacerse cargo. Padre es el que te cría (como debe de ser) y no precisamente el que te engendra.

Sé que tal vez las argumentaciones convincentes no harán que los que no están de acuerdo cambien de parecer. A fin de cuentas, opiniones las tenemos todos y hay que respetarlas. No soy quién para obligar a nadie a pensar igual que yo, ni mucho menos soy quién para decidir quién es digno y quién no. No quiero nomás que mi sociedad viva con unas normas de convivencia dictadas hace miles de años, tampoco quiero decir que más adelante se legalicen cosas inusuales como el aborto. Puesto que todos tenemos derecho a la vida y así también a ser aceptados dentro de la sociedad con nuestras limitaciones, porque al final es bien sabido que todos somos seres humanos diferentes. Pero si tengo que buscar un culpable, es la educación mediocre, que hace que una paraguaya tenga 12 hijos y que por no poderlos cuidar, tenga que vender a una de ellas al mejor postor, ni qué mercadería traída del Mercado 4. Es nuestra mentalidad prehistórica y conservadora la que hace que criemos niños que discriminan y se creen superiores por ser de un status, color de piel o religión diferente.

Ya escribí esto una vez, eso de que es lógico reprochar a quien se niega a aceptar lo que la naturaleza le ha otorgado. Pero también he rescatado que Harvey Milk fue el primer gay en conseguir un cargo público en los Estados Unidos, lo mataron por provocar subversiones y optar por la minoría. Luchó por los que no tenían voz ni voto. Por los discapacitados y los negros, por los pobres y los homosexuales, en la década de los 70, una época en la que todo esto era mal visto y motivo de discordia.

O si no podemos volver a los años en que la mujer se recibía solo de ama de casa y no tenía derecho al voto. ¿Acaso no es lo mismo? ¿Quién se opone ahora?

¿Es posible medir la dignidad humana y condenar solamente por la condición sexual de un individuo y no por el bien que pueda hacer a una sociedad o a una vida inocente?

O si no, como quién dice… ¡Dejadlos ser a cada uno y a cada quien!




*No suelo leer diarios amarillistas, pero a toda regla una excepción. Por cosas de la vida me pasaron esos links, seguramente está exagerado en cierto porcentaje esta información, pero aún así no sería la primera vez que escucho o leo algo parecido. Lamentablemente existen padres que a lo mejor no nacieron siquiera para serlo...

lunes, 28 de junio de 2010

El Cara de Libro

Sigo sin entender al cara de libro, facebook para todo el mundo, FB para los menos entendidos y feisbuk para los amigos.
Maldita creación para algunos, una bendición para otros a quienes les permitió reencontrarse con aquel compañerito del jardín de infantes o para aquella que descubrió que el ex novio volvió a la soltería y que está a la pesca.

Todo lo que se cruce por la cabeza de uno ya tiene un grupo creado al cual uno puede adherirse con solo hacer un click: “Odio levantarme temprano”, “Detesto que me dejen en bola”, “Yo también lloré cuando vi Titanic”, “Para todos los que odian a Menganito de Tal”, “Me gustan los rubios, los morochos, o los petisos”, etc, etc, etc.
Y ni hablar de los que abusan de la función que nos da la tecnología y que se pasan actualizando su estado desde el celular para que todo el mundo se entere del minuto a minuto de su vida al más puro estilo de Gran Hermano: “Mi jefe salió así que voy a ir afuera a fumar un poco”, “Acabo de llegar de la facu, ahora me voy a bañar porque Fulano me llamó a decir que está por venir a buscarme para ir a Glam”, y demás cosas por el estilo.
Una pregunta sin ánimos de ofender a nadie, ¿a quién puede interesarle la vida de una persona a la que tal vez uno no conoce más que solamente por la foto que subió a su perfil? Ah, claro, es que me olvidé que la amistad del feisbuk es una amistad distinta a la que estamos acostumbrados, no es un face to face habitual (aunque últimamente muchos están más acostumbrados a las “amistades” virtuales, si se los puede llamar así). Basta con que sea un conocido nada más para darle un click a “me gusta” a cualquier cosa que haga, diga o comente el personaje en cuestión. Y de paso aprovechar para robar algunos contactos y tratar de coleccionar más amigos que el mismísimo Roberto Carlos.

Me pone como loca ver la cantidad inmensa de tests ideados por cualquier persona que tenga al menos treinta minutos de ocio en su vida, con horrores ortográficos y que te preguntan desde el color preferido y número de la suerte, hasta con qué arma matarías si fueras un delincuente peligroso, solo para llegar al pueril resultado de que tu vocación es ingeniería aeronáutica (o una suerte de Macgyver, se acuerdan de Macgyver, ¿no?).

¿Querés ordeñar vaquitas, plantar naranjos, hacer crecer una huerta, cosechar hortalizas, mantener un restaurante o una cafetería? ¡Usá el FB!
¿Querés saber qué heroína de dibujos animados serías, a qué famosa te parecés, qué galán de Hollywood y vos están hechos tal para cual, en qué te reencarnarías si es que te morís? ¡Usa el feisbuk!

Por si fuera poco y si estás necesitada de algún consejo, tranquila. Recurrí a las frases del Dr. House, Susana Jiménez o Platón para encontrar finalmente qué hacer con tu vida, o si no, al menos vas a tener una frase en un momento oportuno de ella, con solo hacer otro click en alguna de las aplicaciones para obtener una respuesta a cualquier duda existencial o filosófica.

¿Querés saber el futuro? Nada de ir a consultar a la tarotista o que te tiren las cartas o lean las manos. ¡Nah! Ahora desde la comodidad de tu hogar y sin gastar nada más que el pago mensual del internet, podés ver tu porvenir con solo abrir una galleta de la fortuna o frotando una bola adivinadora y de paso evidenciar tu futuro con tus conocidos y amigos que podrán comentar sobre ello. ¡Todo por la módica utilización del cara de libro!
Toda esta reflexión me nació hace unos días. Cuando por cosas de la vida me saltó una recomendación de amistad de cierta persona que hoy ya es parte de mi pasado. “Erre de Tal Cosa, agregar a mis amigos”, ¡qué tentación! Pero tranquila, que no lo hice por una cuestión de dignidad (le conozco y sé que es capaz que después de 6 años siga pensando que todavía quiero algo más). Pero eso no cambia nada, lo puedo agregar en cualquier otro momento =) Morí de risa solamente al pensar que en la mañana estaba contándole a un amigo la experiencia que tuve hace unos años con el muchacho en cuestión. No creo en las casualidades, pero de que a veces ocurren cosas o se dan intuiciones curiosas, ¡es cierto! El chiste es que aproveché que ninguno de sus álbumes estaban bloqueados para “no amigos”. Sí, aproveché. Y espié (aaarrrggg! Odio usar esta palabra, pero no se me ocurre otra) como tratando de descifrar con quién anda, si sigue soltero, si qué hace. Y este personaje que ahora recorre el mundo (sí, cuando yo le conocí no hacía más que actuar y trabajar en donde lo llamaban) está flaquito y ya no tiene esa mirada perdida ni esa sonrisa cabizbaja con la que mataba mil y en la que yo (y unas cuantas más) me había fijado. En realidad ya me habían llegado rumores de que andaba por un crucero, pero no es pues lo mismo cuando lo ves con tus propios ojos y recién empezás a creer.

Me sentí tentada, no voy a negar. Siempre pasa eso de que cuando ves a tu ex novio, a un amigo con derecho a roce o un amigo que te gustó por meses y con quien pasaste un par de cosas bastante fuertes (como confesarle tu amor y que te diga “ahora mismo estoy enamorado de otra chica pero más adelante no sé lo que puede pasar”, y que un tiempo después cuando vos ya empezás a salir con otro buen hombre, venga él a buscarte justo cuando vos ya te abriste y te resignaste a verlo con otra) que lo vuelvas a ver y sí o sí se te mueva al menos una que otra baldosa. Lo que sí que un día no lo vi más y un tiempo después se fue. Nunca más intenté llamarle, retomar el contacto, ni siquiera para charlar con él sobre la vida. En fin. Como dije, me sentí tentada a hacer ese click que podría cambiarlo todo. Pero mamá siempre me dijo que yo era fuerte y por ende, que tenía una gran fuerza de voluntad. No iba a estar mal que lo haga, pero no sé. A lo mejor una parte de mí se intimidó al leer los comentarios de fotos “sí mi amor”, “te extraño mi vida”, que venían de él y de alguien más. Pero él siempre fue así, de comprarle a cualquiera con su sonrisa del tipo Colgate y su carisma inexplicable, además de que tenía una voz muy agradable a los oídos. O a lo mejor yo tenía miedo a que ante mi saludo pudiera contestar el ordinario “¿nos conocemos?” y yo me largue a llorar lágrimas de cocodrilo solamente porque después de 6 años se olvidó que de adolescentes fuimos buenos amigos. O porque directamente no me contestara porque en su vida ya había alguien.

Pero en serio, el feisbuk puede ser una gran caja de sorpresas, che. Y me río. Antes cuando conocíamos a alguien le pedíamos el número de teléfono. Después fue el número de celular, hasta que llegó el Messenger y su molestoso zumbido (hasta hoy no sé cómo algunos hacen para enviar trescientos a la vez). Ahora la primera pregunta es: “¿tenés feisbuk, twitter, orkut?”. Para salir corriendo a revisar las fotos y quién le escribe en el muro y quién no.

Yo admito, pese a quejarme, se volvió en un placer culpable. Pero intento que no me robe mi vida. Que no me obsesione como para querer dejar de lado mis relaciones personales para instalarme en los espacios virtuales. Pero tengo que reconocer que gracias al feisbuk me reencontré con unos cuantos amiguitos de la época del transporte escolar, amigas del inglés y de la escuela, poniéndome al día con compañeras de la danza y del teatro, hoy día compartiendo breves frases con ex compañeros y entrañables amigos del colegio (empiezo a saber que muchos de ellos valían demasiado la pena) y también conocí gente buena y decente por estas redes virtuales. No miento, ellos saben quiénes son. Y hoy pasaron a ser incondicionales.

Aún así, lo único que me queda suponer es que en los tiempos modernos la privacidad se habrá ido al baúl de los recuerdos con las cartas de puño y letra en papel de carta (que las coleccionaba siempre) y páginas llenas de estampillas, como las que coleccionábamos con mi hermano en la infancia… Hoy día, un click puede cambiar muchas cosas…