martes, 29 de noviembre de 2011

Insomnio & Ansiedad


El silencio de la oficina es como un generador de pensamientos, como si fuera una rueda mágica que pone en marcha mi mente y que me hace preguntarme y repreguntarme cómo fue que llegué al lugar en donde estoy.

Me acuerdo que no fue un camino para nada fácil. Después de cierto tiempo sabático, volver al ruedo no fue precisamente lo más sencillo que se me presentó. Y para más conociendo que tendría nuevos desafíos que al principio me hicieron temblar.

En ese tiempo tampoco podía dormir. Así como estas últimas semanas, en que padezco un mortal insomnio y todo se me hace aburrido, estresante, monótono. Noches como la de ayer en que empiezo a creer que el tiempo se detiene y que lo que queda de noviembre es eterno. Me pasa siempre en esta época del año. Lo de creer que noviembre es eterno, no lo del insomnio.

En esta época, y más que nunca este año, se me presenta una incertidumbre como si fuese un cajón donde se almacena una inmensa cantidad de signos de interrogación.
Donde se cría y se malcría la duda.

Es un estado raro, y sé que no es precisamente porque esté por cumplir un año más. Al contrario, la fecha de mi cumpleaños creo que es la única fecha capaz de alegrarme el mes y la que es capaz de hacerme olvidar todo lo malo del año, de forma a balancear positivamente los 364 días restantes. Más bien, diría que es por una serie de cosas que no dejan de trabajarme mentalmente, bueno, no una serie de cosas, más bien sólo una. No sé. Es como que se me encarna cierta ansiedad, que yo espero transformarla en una taza de café negro para mantener los ojos bien abiertos mientras consigo mantenerme bien despierta para continuar con mis labores.

Este insomnio es como una denuncia interior, un duelo entre la posibilidad de modificar una variable de la existencia y la comodidad de la permanencia en el estado conocido. Y su amiga la incertidumbre es la principal causante de que hoy día el cotidiano ritual de la vida me haya puesto de pie frente a la rutina y que últimamente ande sólo por inercia, haciendo el mismo recorrido una y otra vez.

Es como que últimamente estuve retenida, no presa ni encarcelada, sino retenida en mí misma. Como si lo rutinario empezara a pesarme y en realidad no es que quiera cargar con eso, puesto que en mi mundo perfecto no se vive para trabajar ni se trabaja para sobrevivir, sino que se trabaja por placer y haciendo lo que uno ama. Aunque claro, hay muchas otras cosas que también me gustaría hacer después de esto. Y en eso estoy. Así que no es ese el problema. Simplemente que me tracé prioridades que juro que estoy poniendo todo de mí para cumplirlas.

Primero que nada, terminar la asignatura pendiente que ya sufrió varios retardos. Y sé que eso es lo que no me deja dormir ni despabilarme. Y es que llegué a un punto en que sencillamente estoy necesitando salir, largar todo y perseguir un cambio tan demorado y deseado, como prometido. Tengo una vocación y ya no quiero estancarme.

Sé que no hay vuelta que dar. No puedo dar la vuelta la página porque sin ese cartoncito al que todos le dan tanto valor, casi nada de lo propuesto podría ser concretado. Esa materia pendiente es la receta infalible para terminar lo que empezó cuatro (cinco ya) años atrás en una clase de la universidad con unos cuantos extraños, de los cuales rescaté grandes amigos. Sé que primero debo terminar de impregnarme con lo que inicié, llevarlo a su final y recién después emprender vuelo. No sólo le prometí a papá y a mamá, a eso me comprometí conmigo misma una vez que decidí ser PERIODISTA.

Y si hay algo que tengo claro es que quiero perseguir mis sueños. Hasta ahora, cosas que parecían imposibles, las concreté. Sé que ni una avalancha ya me va a detener. Quemé etapas, dejé de vivir momentos importantes, postergué hobbies y pasiones, y dejé pasar otras interesantes oportunidades solamente porque mi mente estaba puesta en el tan anhelado cartoncito. El culpable de esta mala costumbre del insomnio.

Por suerte, espero que todo esto se disipe esta noche, con un buen baño, una copa de vino y una luna redonda, redonda como cómplice de una nueva noche en la que detrás de un futuro incierto, se esconde la posibilidad de un éxito más, de otro sueño alcanzado. No aguanto la ansiedad, esto de vivir adelantada no facilita las cosas. Pero soy consciente de que este es sólo el primer paso antes de dar el definitivo, antes de conseguir la chance que vengo esperando desde hace tanto tiempo, de espaldas al cierre de una etapa que todavía se encuentra esperando, sentada en cuclillas una nueva oportunidad.

Estoy agotada, mental y físicamente se me están acabando las energías. Necesito un descanso, un respiro que ayude a recargar las energías para los tiempos que se vienen. Y da la casualidad de que justo ahora siento la presión por todos lados, todos me piden un rato para compartir con ellos, y yo sólo necesito tiempo para compartir conmigo misma. La parte final de la dichosa tesis es la más complicada. Y lo más duro, recién está por llegar.

Ahora lo veo como un castigo, que a duras penas debo cumplir. Pero sé que este “grandioso castigo” tiene un fruto mucho más maravilloso al final. Como la leyenda de los duendes. Requiere mucho esfuerzo subir el arcoíris, pero la recompensa que hay al final, hace que todo el sacrificio haya valido la pena. Así que lo mío ya no puede esperar.

La siesta sí puede esperar. Sólo quería que entiendan por qué le tengo algo abandonado al espacio interplanetario, por qué me volví algo antisocial. Y aclarar que no es por nada personal.

Lo único que les digo, para terminar, es que necesité un puñado extra de voluntad para escribir esta entrada. Y sobre todo para terminarla.

Cualquier otro país del mundo, me espera! Y yo quiero emprender vuelo, por loq ue estoy dispuesta a renunciar a lo que tenga renunciar con tal de terminar de una buena vez, esa otra asignatura pendiente con la que me comprometí, porque eso es lo que quise, y quiero desde siempre.

Gracias por la comprensión, desde ya.