martes, 20 de marzo de 2012

¡MISIÓN CUMPLIDA!


Ya estoy de regreso, después de recuperar mi vida. O bueno, todavía estoy en ese típico proceso de acostumbramiento después de tantos vaivenes.

En el pasado quedaron aquellas noches de insomnio, de tener 4 horas de sueño diario, de trabajar hasta las dos, a veces hasta las tres a.m., los minutos de incertidumbre constante, de querer borrarme, que me tragara la tierra, tirar la toalla y querer irme lo más lejos posible… Estoy en un proceso de asimilar mi nueva condición y darle al acelerador para continuar con el siguiente paso.

En la universidad quedó la Fati nerviosa, estresada y a destiempo. Y a mi presente me traje una que está en pausa, detenida, más tranquila y apaciguada.



Sí, defendí mi tan anhelada tesis, señores. Y debo reconocer que fueron las dos peores semanas de mi vida. Me rechazaron la tesis una y otra vez, hasta que me dijeron: “O lo hacés ahora, al costo que sea, o vas para agosto”. Ya sabrán mi decisión. En cuestión de dinero, me caracterizo por ser tacaña y a veces lo más ahorrativa posible. Esta vez me olvidé de la cámara profesional para la cual estaba ahorrando, y decidí postergar el curso de fotografía que quería empezar, porque por sobre todo había una prioridad en mi listita que superaba cualquier otra cosa.

Tomé un trabajo los dos fines de semanas previos a la defensa, sin saber o ingenua quizás de que ese lunes 5 de marzo, a las 10:40 horas, serían el día y la hora que tanto esperé por demasiado tiempo, cinco años de espera! Imagínense cómo estaba. tantos años esperando que llegara ese día para poder prepararme como se debía y yo trabajando hasta las 11 de la noche el día antes. Era tercera en la lista de espera.



Ocurrió la dicha de poder cambiar por fin el auto viejito por uno mejor y más nuevo, sobre todo. Pero mi mala suerte y mi frustración, llevó a que el móvil me deje en medio de la Avda. Choferes del Chaco y Eusebio Ayala parada. Y ahí estaba yo, con un auto nuevo, del que solo pude utilizar 17 km (porque ceré el kilometraje) y después nada. A las 5 debía estar en el trabajo que había aceptado y antes debía retirar los encuadernados y entregarlos a la facultad para la defensa del lunes. No me pregunten cómo conseguí hacer todo en una hora, con un tránsito caótico y un humor de perros después de que mi hermano me prestó su ayuda para poder concretar esa misión que parecía imposible.

Cuando pensaba que nada podría ser peor que la experiencia de aquel día, el lunes de la defensa todos los astros parecían conspirar en mi contra para que llegara tarde a la facultad. Pero dicen que nunca nada está perdido del todo, ahí llegué yo. Mi presentación se retrasó casi media hora porque el compañero que expuso antes se extendió en su defensa. Al fin todo estaba por pasar de largo. Y finalmente los nervios no me traicionaron y el pánico escénico (que padezco desde hace algunos años) al que tanto temía y rogara no apareciera ese día, no llegó nunca. Tuve una nota que alguna vez soñé con tenerla. Pero que debido a las circunstancias, la veía un poco lejana. Aun así, traté de irme con la frente alta. Y tal como una vez alguien de quien no recuerdo el nombre me dijo: “Aspirá a lo alto. Entonces si no alcanzás la luna, al menos alcanzarás una estrella”, me fui con esa mentalidad. Y solamente deseaba que pasara lo que debía pasar. Trabajé un año en mi tesis, me desvelé muchas noches, eran dos horas solamente llegar hasta la oficina del profesor donde hacía la tesis y otras 4 horas para trabajar en el contenido, que ya estaba dispuesta a aceptar lo que venga.



Al día siguiente, todo lo ocurrido anteriormente, ya tenía una explicación: Cuanto más difícil te sea conseguir algo, significa que lo que estás buscando es lo mejor, casi lo eterno. Y se volvió inexplicable levantarme el martes con la sensación de saber que una de las grandes materias pendientes, que el primer gran objetivo del año 2012 se cumplió. Eso no tuvo precio y no lo tendrá nunca. Nunca cambiaría por nada esa sensación de saber que 5 años de carrera, esfuerzo y sacrificio se cerraron de la mejor manera.

Y algo que jamás podría borrar de mi memoria es la primera reacción al conocer el 5 que me había ganado (porque me lo gané, nadie me regaló nada), fue salir de la Sala Magna, ver a mi papá acercarse, abrazarme a él y largarme a llorar. No tiene sentido explicar el motivo. O sí. Él no quería que yo sea periodista, quería que sea contadora, “te vas a morir de hambre”, me había recomendado. No sé si alguna vez dudó o creyó firmemente en mí. Pero ahí estaba, demostrándome en un abrazo, todo lo que no podía decirme con palabras. Fue lo más memorable de todo ese proceso, pre y post-tesis.



Hoy puedo decir con orgullo: ¡MISIÓN CUMPLIDA! Y el título de LICENCIADA EN PERIODISMO es primero que nada para papá, porque ese era tan sueño mío como suyo. Y por supuesto para mamá, que nunca dudó de mí, la que me impulsó a no bajar los brazos después de escucharme con ese temor una y otra vez.



Ahora puedo decir abiertamente que la pasé mal, muy mal. Cuando me preguntaban por el estrés, les decía que todo estaba normal, nunca noté nada raro más que insomnio e incertidumbre en mi persona. Hasta que al día siguiente me di cuenta de los 10 kilos (si no es más) que tenía de más, mi gripe se agravó, me quedé sin voz, con dolor de garganta, fiebre, una ausencia en el trabajo, fuego, dolores de cabeza, de muela, hasta que el dentista me diagnosticó bruxismo, un trastorno del sueño que consiste en morder los dientes mientras se duerme y que es causado debido al estrés.



Los nervios y el estrés me bajaron las defensas para adquirir todo lo que vino después. Sigo sin recuperarme del todo, pero la felicidad está latente. La emoción es incontrolable. Siento que cumplí como debía ser, que ya no le debo nada a nadie, que a partir de ahora la deuda solamente es conmigo misma.

Y solo me queda agradecer la buena onda y los deseos de éxito que me tiraron por mail, redes sociales, celular… Agradecer el apoyo incondicional de mi familia y de mis amigos. Y un agradecimiento especial a la gente de mi trabajo, porque no me reprocharon absolutamente nada y me dieron la oportunidad de cerrar esta etapa de semejante manera.

No tengo palabras para agradecer. Creo que el mayor objetivo pasó a la historia. Y en lugar de hacer la parada obligada y mirar para atrás, quiero dejar de revolver el pasado para seguir adelante. Y solo tomarme una breve licencia para recordar el punto de partida que me permitió llegar hasta acá.



Hoy soy consciente de que ya es tiempo de dar vuelta la página y de respirar un aire renovado. Aunque todavía tenga impregnadas de tinta las yemas de los dedos, necesito arrancar de nuevo, esta vez con más fuerza. Porque a partir de ahora mi tiempo ya no se mide en horas. Ahora me voy a tomar más tiempo conmigo para acomodar las técnicas que voy a usar de ahora en adelante, acomodando cada cosa en su casillero y mirando aspectos de mi vida que las situaciones pasadas me impedían ver.

A partir de ahora solamente voy a escuchar a mi vocecita interior, la que no me miente, la que me lleva adonde indica el instinto. Hoy ya no hay ataduras, siento como si estrenara una vida nueva, como si pudiera moldear la arcilla y darle forma a mi antojo. Sé que no es fácil, que en la tarea de dibujar y colorear un nuevo proyecto de vida, un nuevo objetivo, puedo llegar a tener más altibajos como los de aquellos días, en que pasaría de la inmensa felicidad a la triste congoja, de querer encerrarme en silencio, a poner música a todo volumen y elegir ropa para salir.



Pero ya no importa. Ese viento que venía soplando en forma de brisa, de pronto se convirtió en un huracán. Todo se movió así de repente y de manera sorpresiva me di cuenta que no tenía nada para rescatar ante la emergencia más que a mi persona.

Hoy me tengo a mí, a esta nueva yo. La que recuperó su vida y su libertad.

Gracias a todos por aguantarme en el proceso. De verdad que haber cerrado esa etapa tan linda, quedará entre los mayores retos y alegrías de mi vida.

Y gracias también por compartir conmigo esta alegría desbordante y liberadora.