martes, 28 de octubre de 2014

Fito Paéz, el poeta del rock


'

Si hay un poeta indiscutible dentro del rock en español, ese es Fito Páez, que a lado de un puñado más de inmortales -entre los que destaca Spinetta-, forma parte de un cancionero inigualable entre los mayores exponentes del género.

Compositor, cantante, pianista y cineasta. Todo eso es Fito, con sus más de 30 años de trayectoria artística llevando su música e importantes mensajes a todos los rincones del mundo. No hay dudas de que es una de las grandes voces del rock en nuestro idioma. Y lo que hizo la noche del sábado en el Yatch y Golf Club no fue más que reafirmarlo.

Luego de 4 años de su última visita a suelo guaraní, el rosarino llegó para presentar su Rock and Roll Revolution. Cantó al amor, al desamor y a las injusticias con mucho rock. Y es que no sería exagerado decir que pocos compositores han dado a la música de la región frases tan célebres y profundas como las de él, o acordes tan enérgicos que inmediatamente nos transportan a experiencias musicales surrealistas. Si hay alguien que supo mejor que nadie reinventarse constantemente, fue él. 

Tengo que admitir que no soy fanática de este artista y que llegué al predio del show más por curiosidad. Puede sonar extremista, pero después de lo que pasó con Cerati -nunca lo vi en vivo- pensaba mucho en que no quería que se muriera Fito sin que yo lo haya visto en vivo alguna vez. En sus varias visitas al país, nunca había podido asistir a sus conciertos por diversos motivos. Así que me mandé y fui consciente de que escucharía a un gran exponente, pero siempre con el temor ese de presenciar su mal carácter, que ya lo había sacado a la luz en un show anterior en el BCP.

En un ambiente totalmente intimista, cómodamente plagada de fanáticos y no fanáticos que asistieron a recordar historias profundas en la voz de este artista que dejó en el escenario mucho más de lo que daban nuestras expectativas, ahí estaba yo.

Entré como para hacer una pasada, cantar unos cuantos hits que siempre quise corear en vivo y salir. Pero una vez que lo vi en escena me quedé. Tanta fue mi sorpresa, que mis pies se pegaron a la arena del campo y mis brazos a la baranda y no había forma de que me sacaran de ahí.

Desde el vamos, el músico salió en escena como dispuesto a comerse a un público que lo idolatraba con tímidos cánticos -no tan masivos como los de Calamaro, pero igual de magistrales que los cánticos a Charly-. Con un pantalón corto de jean y un saco albirrojo, sonaban los primeros acordes potentes de "vos pensás en tu revolución, yo pienso que te falta mucho rock and roll" y sonaba el tema que da nombre a su último disco Rock and Roll Revolution, álbum que homenajea a su gran mentor Charly García, de quien en más de una entrevista dijo que "me devolvió mi identidad cuando yo no sabía quién era".  "Si te dejo en una habitación frente a frente con Charly García, te orinarías y saldrías corriendo, te daría miedo, no lo bancarías", rezaba la canción en la que profesaba la admiración a García y gesto que se repetiría a lo largo de la velada. Y Asunción se convirtió en pura revolución.

Con la siguiente canción era imposible no inspirarse, Fito al piano cantándole a esa Muchacha, en cuyo corazón se ahogó. Yo te amo funcionó como el disparador perfecto para la apertura de una noche que presagiaba mucha emoción. Y los movimientos destartalados del artista nos dejaron entrever el impresionante carisma y buen humor con el que llegó a esta tierra. 

Un enérgico saludo al más puro estilo rock and roll no se hizo esperar: "¡Buenas noches, Asunción, carajo!". Y el público, desde luego, ni corto ni perezoso, estalló en euforia, que no era nada en comparación a lo que estaba por venir.

Acto seguido, expresó que en la vida tiene un único gran amor y que es su hija Margarita, y el momento más conmovedor de la noche llegó cuando interpretó la canción del mismo nombre. 

La velada comenzó a encenderse con una seguidilla de sus eternos hits. "Bienvenidos a esta rueda mágica", expresó, cantó La rueda mágica y fue cobijado por los gritos de los fans que no pararon de cantar y bailar cada una de sus canciones. Y cómo no, una de las canciones más rebeldes decía presente, con la furiosa, brutalmente honesta y revolucionaria Al otro lado del camino, que el auditorio acompañó con fuerza. Luego vino el mayor de sus clásicos que reza la historia de amor de dos jóvenes carenciados de la ciudad de Rosario, que fue coreada con lágrimas y emoción, 11 y 6 era ese poema urbano que fue adaptado musicalmente en el segundo álbum del cantante, allá a mediados de los 80.

La poderosa La mejor solución, también de Rock and Roll Revolution, sonaba en los decididos acordes de una banda que se complementaba al cantante y compositor logrando una simetría perfecta.

Con Tumbas de gloria, Fito llevó a los presentes al apogeo total, un éxtasis desmedido de entusiasmo se apoderó del Yatch, funcionando como antesala a un mix que merece ser recordada con la coreada Y dale alegría a mi corazón, She's Mine, Tus regalos deberían llegar y una hermosa versión de Cadáver exquisito, al piano.

Si de eternos éxitos hablamos, "no sé si eras un ángel o un rubí" cantaba con Un vestido y un amor, un tema histórico que no podía faltar.

El músico invitó a su público a levantarse para bailar al son de la psicodélica Circo Beat. El clímax total alcanzó con El amor después del amor, canción que da nombre al disco de rock argentino más vendido de la historia y de más está decir, el más exitoso de su carrera. La declaración de amor del rosarino, plasmada en esas letras 22 años atrás.

Una versión de Loco, tema original de Charly García, volvía descomunal a todos los asistentes que no se escatimaron en pogos. Y que funcionó como nexo ideal para, una vez más, homenajear a Charly por su cumpleaños número 63, que fue un día antes.

También sonó La canción de Sybil Vane en una velada de anécdotas entre las cuales Fito explicó inspirarse en el libro El retrato de Dorian Grey y en un episodio que habla de la estupidez de los hombres.

Una noche en que Fito rompió paradigmas y contra todo pronóstico se mostró afable y conversador con la audiencia hablando del calor en la ciudad, de la cerveza y del regreso después de tanto tiempo: "Hace mucho que no veníamos, así que vamos a hacer un concierto largo", prometió. Y sí que cumplió. Pudo conjugar a la perfección lo más nuevo de su repertorio con los clásicos que los fans siempre quieren oír. 

En medio de ovaciones y aplausos interminables, empezaba a sonar Naturaleza sangre, un pequeño adelanto, solamente como un presagio de lo que estaba por venir. Era inevitable, el momento romántico y melancólico tenía que ser. Fito pidió a su público encender sus celulares y crear una lluvia de estrellas con ellos mientras cantaba Brillante sobre el mic. Siguiendo al piano y con un sonido un poco más oscuro, como es costumbre para lo que estaba por sonar, se escuchaba Ciudad de pobres corazones, que da nombre al disco que lanzó en los 80 a modo de protesta al enterarse del asesinato de sus abuelas en Rosario, un álbum violento, con letras cargadas de impotencia y furia, como lo refleja este tema. 

Como anunciando el final de una velada inolvidable, con un cambio de vestuario, ahora de jeans y camisilla que empezó a revolotear mientras sonaba A rodar mi vida, logró sacudir a las miles de almas que se congregaron ilusionadas en el Yatch.

Era inminente. A duras penas, la despedida tenía que llegar. Y antes de abandonar el escenario por primera vez, agradecía a Paraguay por acompañarlo en tantos años de carrera. Y se fue.

Su partida no duró mucho, porque entre gritos de "Olé, olé, olé...", Fito volvió con otro cambio de ropa y acompañado por su banda. Él, de impecable traje blanco, regresó para complacer a sus fanáticos con Dar es dar, una canción sencilla y solidaria. Para luego crear una verdadera fiesta con todos los asistentes al son de su más grande himno, música de pogo y grandes estadios, una frenética y más que poderosa Mariposa teknicolor, la canción más exitosa de los 90, su marca registrada por excelencia. Para finalmente sellar una velada mágica con El diablo de tu corazón, una simple pero linda joyita de Rey Sol, álbum editado en el año 2000.

Y así se despedía el cantautor argentino que supo cómo ofrecer un espectáculo y hacer vibrar a sus fans con su música, sus pantalones de cuero, sus lentes oscuros, sus brincos en el escenario y tocando a la perfección la guitarra y el piano, siempre sonriente y agradecido, como para transportarnos a un mundo imaginario con más de 22 canciones que nunca, jamás serán suficientes.

Lleno de aplausos y ovaciones, producto de una noche que sus fanáticos difícilmente olvidarán y que con seguridad quedará en el inconsciente colectivo de los presentes, se despedía una estrella a la que no le gustan las etiquetas, que no se considera un rockstar y que demostró ser un Artista. Sí, con mayúscula.

Entre éxitos y nostalgia, Fito Páez me sorprendía más a cada minuto de show.

Y sí, con él solamente hay dos posibilidades: o lo catalogás como un genio o lo considerás un artista más, con un par de canciones exitosas. Mientras 30 años de trayectoria y una veintena de discos no son suficientes para algunos, otros lo consideran un monstruo del rock argentino. Y es justamente esa ambivalencia la que caracteriza a Rodolfo Fito Páez, que con su música es capaz de llevarnos a un estado de éxtasis total, como lo demostrado el sábado a la noche.

Ojalá te veamos volver pronto, Fito. Amén.


Fotografía: José Vega, de Acusado!