sábado, 31 de diciembre de 2011

Que sea lo que tenga que ser



Ya se está yendo y en su lugar viene un reemplazante.

Un principiante al que todo el mundo conoce de nombre, pero que nadie sabe de sus capacidades, sin embargo, no dejan de señalarlo como un candidato prometedor, capaz de serrucharle el puesto a cualquiera.

Llega apurado porque sabe que lo esperamos con ansias en el umbral de la puerta, con los bolsillos llenos de esperanza, de ilusiones y de sueños.

Clavando la mirada en la ilusión.

Todos apuestan por él, pese que no trae consigo ni certezas ni garantías.

Sin embargo, hay algo en él que nos hace creer esta vez sí será el indicado, el que vaya a cumplir nuestros propios pactos y compromisos internos, el que va a renovar los plazos de esos cambios postergados, de ese “el próximo año lo haré”, o “el lunes empiezo la dieta”.



Finalmente, el que viene volverá a mantenernos en la cuerda floja por otros 12 meses sin saber a qué abstenernos, es decir, con pena, pero sin gloria. O quién sabe.


Cuesta hacer un balance cuando no sabés ni por dónde empezar.

No gané millones en la quiniela ni en el binguito, tampoco viajé a algún lugar del mundo (ni siquiera al interior fui este año). No cambié el auto, no me compré el LCD, ni me gasté la plata en la cámara semiprofesional que tanto quería. Y aun así, creo debe haber otros motivos para que la balanza se incline hacia lo favorable.

Le veo la vuelta y me encuentro con tantas diferencias en lo personal, que ahora ya solo busco aprender que mis afectos ya no sean tan dependientes de alguien, reconocer que hoy por hoy, ya es momento solamente de pelear por eso que me propuse mucho antes de conocer a otras personas. Cuesta asimilarlo, pero estoy convencida de que es momento de poner las cartas sobre la mesa y saber que nadie es indispensable, aunque a veces duela reconocerlo.


En fin, el nuevo año tiene el vigor de la juventud, el ímpetu intacto y el deseo sin corromper. Se cree capaz de destruir la monotonía de los lunes e incrementar la alegría de los viernes. Insiste en hacerme creer que habrá poca niebla en un paisaje principalmente despejado.

Sí se empecina en advertirme que los logros no serán gratuitos y que de un mal trago obtendremos el zumo del aprendizaje y satisfacción del intento. Cree que es importante estar ávidos y atentos, dispuestos a que un día cualquiera la felicidad nos quite la venda y nos mire a los ojos hasta encandilarnos.

Que sea lo que sea. Que llegue de una vez y que extienda su mano en un cálido saludo, que me regale alguna frase para tatuar en mi memoria y recordar que las 8760 horas que empiezan a correr sin pausa desde mañana me permitan vivir cada día como si fuera el último. Sin saber ni querer entender que alguno de esos días, realmente va a ser el último.


Que al recibir este 2012, en que se premedita el famoso fin del mundo, con la sangre alborotada y con la profunda promesa con nosotros mismos de que no dejaremos pasar las oportunidades que el año nos regale para ser felices, podamos empezar con el pie derecho y las esperanza a flor de piel pensando que los sueños, siempre que se luchen por ellos, se podrán hacer realidad.

Y después, que sea lo que sea, lo que debe de ser.

A mí, Abuela me acompaña siempre y espero que ustedes también tengan alguien que los lleve de la mano desde algún lugar para protegerlos y guiarlos en cada paso que den.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Todo llega



No es que me haya propuesto hacer una revisión de fin de año sobre los logros y las materias pendientes, pero creo que estas fechas ayudan a que mentalmente repasara lo que fue este 2011.

Por inercia más que por razonamiento, lo primero que vino a mi mente fue lo malo: un trabajo que llegó a hartarme a más no poder, acompañada de una situación económica tan apretada que sólo me provocó recortes en esas cosas prescindibles, pero que a la vez me resultaban placenteras (cenas afuera no hubo ninguna, talleres literarios y de teatro que quedaron solamente para el recuerdo, viajes que no se concretaron y que más que nada, el año tuvo mucho shopping) O.o Y desde luego, días invernales para el olvido.

Los primeros meses del año estaba saturada, estresada, a punto de colapsar. Juraba y perjuraba que si llegaba a aguantar en ese laburo hasta mayo, era todo un logro más que meritorio. Ya no estaba para reproches, al menos sin valoraciones de por medio. Porque ante todo estaba el amor propio y ya no daba para más seguir tolerando que pisoteen mi integridad ni mi capacidad profesional (porque hasta tener que encargarme de la limpieza de mi oficina, lavar platos después de una producción y hasta tener que comprar yerba y preparar el mate de la autoridad, era digno de un colapso nervioso). Al salir de esos cuatro vidrios (porque ni paredes eran, hasta ellas hablaban), era motivo suficiente para ya no tener ganas de hacer absolutamente nada.
Y quizás ese desánimo que me produjo mi trabajo hizo aflorar mi verdadera vocación y me impulsó a dedicarle más tiempo a algún placer que estaba adormecido. La falta de plata me hizo buscar alternativas y poner a prueba mi ingenio tratando de sobrevivir en más de una oportunidad, por lo que decidí religiosamente salir a caminar casi todos los días al menos 45 minutos cada vez.

Mientras tomaba consciencia de que amaba mi trabajo, de que me gustaría morir produciendo, escribiendo, viviendo de esto, empecé a ser honesta conmigo misma tratando de convencerme de que eso en realidad no me llenaba, y que ni por amor ya no estaba dispuesta a sentirme tan humillada e incomprendida. Y eso pasó justo cuando me dieron el cheque de liquidación. En el momento justo en que estaba por estallar. Si ellos no me decían nada, lo habría hecho yo. Y ya lo veía venir, pero por cosas de la vida, me costó asimilarlo al comienzo. Hasta me hicieron sentir que como profesional no valía un céntimo. Cabe destacar que después de eso perdí un laburo importante. Perdí de vista todas las expectativas que tenía para este año que esperaba iniciara de una mejor manera. Dejé de pensar en lo que vendría después, creyendo que nada iba a ser mejor.

La tormenta pasó. Pero no dejé de llorar a moco tendido y lamentarme por el fracaso. Sí, a pesar de todo lo consideraba un fracaso. Yo estaba tan ensimismada mirando entercada esa puerta que se cerró sin querer fijarme en las que se me podrían estar abriendo. Dejé de lado la tesis, me encerré en mi termo y preferí cruzarme de brazos antes que actuar. Y ahí fue cuando cambió todo. Primero se abrió una ventana, después se cerró otra puerta, se volvió a abrir otra. Y así… Hasta llegar al día de hoy, en que nuevamente vuelvo a cargar mi mochila de ilusiones, proyectos y expectativas, además de un par de parches que guardo en un bolsillo para que esta vez una caída no me haga estancarme en el camino. Esta vez ya quiero estar prevenida.



Y ese es mi principal deseo de fin de año: mantener mi capacidad de sorprenderme, pero ya no ser tan impulsiva. Que reaccione a tiempo y salga a buscar respuestas, que me amigue con mi pasado y que acepte ver que nada fue en balde, que todo sirvió para que mis ilusiones hoy crezcan más, pensando que se viene un verdadero gran año. Ya tuve una noticia que si pasara a concretarse, sería una enorme y maravillosa oportunidad para mi carrera profesional. No sé si será así tal cual siempre lo esperé, pero sé que es esa oportunidad que tanto tiempo busqué, que llegué a decir “alguna vez va a llegar MI MOMENTO”. Y sé que en eso estoy, que Abuela quiso que todo lo anterior pasara para que estuviera preparada. Para que si sucediera, estuviera más que convencida que todo ocurrió por algo. Que absolutamente nada de lo pasado, fue por casualidad. Tenía que hacer camino antes y sé que así será. Lo voy a contar una vez que salga, sino, igual ya llevo el parche para evitar que la herida vuelva a sangrar y saber que si no pasa nada, mi camino será seguir andando. Como siempre, como hasta ahora. Así sin más.

Se va el 2011, un año difícil, que agoniza después de haber estado más tiempo ensimismado, como si se hubiera tragado una fábrica de sedantes, que lúcido.

Hace bien en irse. Su estadía no generó tantas complacencias y alegrías como el 2010, sin embargo no escatimó en generar complicaciones.

Desde un comienzo pensé que difícilmente sería tan bueno como el anterior, pero aun así nunca dejó de generar expectativas, falsas, pero expectativas al fin. De las cosas buenas que esperaba me regalara, sólo se limitó a hacer insinuaciones. Y salvo por algunos encuentros en la mitad y grandes noticias, casi al final, después se robó más de la cuenta.



Me abofeteó en más de una ocasión, me hizo pedir clemencia, me puso la soga al cuello, y ¡me cortó la inspiración! Y ese es el peor crimen para mí, digno de ejecución. Con eso esperó que me rindiera, lo deseó tanto hasta darse por vencido cuando lo insulté tratando de escribir cosas coherentes para no abandonar del todo este espacio virtual.



Se puede decir que fue jodidamente irrespetuoso, pero que espero mi revancha, siempre la hay en todo. Y ese desquite espero que lo traiga el 2012 que ya está bajando del avión y que viene en busca de un espacioso alojamiento, con un enorme armario donde pueda colgar los honores y regalías que espero me tenga preparado y que el primero sea en Marzo.

Si cumple con su promesa, en su valija habrá menos dudas y más certezas, más acercamientos que promesas y mucho más bienestar que miseria.

Siento e intuyo que este año finalmente traerá la bendición de sentirme libre desde la raíz hasta las puntas. Ya empiezo a sentir la sensación de plenitud que me pueda permitir disfrutar del baile, de los abrazos, de la emoción anudada en el pecho y atorada en la garganta. Siento que habrán momentos que tendré que pedir que se vuelvan eternos. Que veré las caras de siempre y unas cuantas nuevas. Que existirán silencios capaces de acreditar las verdades que me calle. Que tendré a mi familia más cerca que nunca y a los amigos y amigas que son familia. La esencia de la decencia de las presencias. Los amores creciendo de a poco y los espacios para mí.

El llanto al final de las películas que cuenten algo sobre la vida, pero no ese llanto para mi vida. El recuerdo y la memoria como hermosas maneras de revivir a los que se fueron, sobre todo a Abuela, que aunque ya no esté en cuerpo, la tengo presente a mi lado todos los días de mi vida.


El 2012 promete cuerpo sin nuevas cicatrices, alma con hambre de brillar, mente con ganas de inventar, manos con ganas de crear. Y un avioncito de papel que sea capaz de pasearme por todo el calendario, sin miedo.

Y eso es lo que quiero.

Para todos los que están del otro lado de la pantalla de monitor, pero que se encuentran en mi corazón, va el deseo de que el 2012 les de la revancha que se merecen.

Les prepongo brindar por lo inmejorable, que algo me dice que está ahí nomás, a punto de derribarnos la puerta.

Si bien el 2011 no fue el mejor año, en ningún sentido, tampoco puedo decir que fue un malísimo año. Supongo que uno nunca se siente satisfecho con lo que logra, mucho menos con lo que no. Y ese es el dilema.

Sin embargo, abajo, en mi mundo cotidiano, guardo una colección de afectos y recuerdos, que tienen un inmenso valor que no se compara ni a todo el oro del mundo.

Y como dije el año pasado y lo repito. Queda un lugar de privilegio para mi vocación y otro de estreno para los nuevos proyectos que se avecinan en el nuevo año.
Pero por sobre todas las cosas, quiero que la esperanza quede intacta y reluciente en todos y cada uno de nosotros y de ustedes, para que sepan que así como llegó la Noche Buena, llegue un año con otras 366 páginas nuevas para colorear.


Mi deseo para todos ustedes es que nunca pierdan la fe y la esperanza. Si quieren creer en Dios, en una religión, en una ideología, o en lo que sea, háganlo. Pero nunca se cierren a los nuevos designios. A veces lo mejor puede llegar a ser eso que nunca esperamos. Eso que consideramos “distinto” y ajeno a nosotros, muchas veces es la mejor de todas las sorpresas que podemos encontrar en un nuevo año.

Es muy común decirlo, de hecho ya es una frase un tanto gastada, pero creo que no hay nada como ¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO! para encerrar en una sola frase tantos buenos deseos.

Que sea un año lleno de proyectos, pero sobre todo de FELICIDAD. Lleno de todo lo bueno que podamos obtener con trabajo, esfuerzo y perseverancia.


Que nunca les falte la SONRISA, que es el regalo más económico y reconfortante que podemos entregar. No importa cuánto dinero tengamos, lo que importa es que sepamos ser felices en la posibilidad de lo que somos, de seguir peleando por alcanzar eso que queremos.

Este año tuve grandes ejemplos de superación personal y profesional gracias al trabajo que ocupa mi tiempo desde julio. Pude vivir en carne propia y aprender que gente que tiene menos que nosotros, tanto a nivel material como físico, es la que más ejemplo de vida puede darnos.

Y una experiencia personal en cuanto a eso es la nota que fui a hacer al Centro Educativo San Pedro y San Pablo de Lambaré, a trabajadoras domésticas que sueñan con terminar su Educación Básica, cuando una de ellas se acercó a preguntarme a quién deben dirigir una nota de agradecimiento por la oportunidad brindada para que puedan terminar sus estudios. No tengo cómo explicarles lo que significaron esas palabras. Ahí entendí lo importante de mi trabajo, que soy un simple nexo entre instituciones y programas sociales, sin embargo, el valor de nuestro trabajo solo lo sabremos nosotros, cuando veamos que no solo nos mueve el dinero, sino la dicha de hacer algo que quede después, que trascienda lo económico y que vaya mucho más allá de lo visible.

Y recuerden, el esfuerzo y el sacrificio, tarde o temprano es recompensado.
A veces tarda más, a veces menos. Pero siempre vale la pena esperar, porque todo llega.

Y una mención especial, no se olviden de sus mascotas en estas fiestas, no exploten petardos, por el bien de todos se los digo.

Y si van a tomar, no manejen.
Si van a manejar, no tomen.

Espero que hayan tenido la mejor de las Navidades y que el 2012 los lleve de paseo por los caminos de la felicidad.

De corazón: ¡Feliz TODO para ustedes!
Un abrazo y éxitos en cada emprendimiento.

¡Feliz nuevo año, adorados amigos del espacio virtual y real!

lunes, 26 de diciembre de 2011

Descalza


Me descalzo en la entrada, dejo volar los zapatos por el aire y me siento en el centro del sillón para contemplar cómo empieza a despedirse el año, dejando el vestigio de lo irrepetible, para bien o para mal.

Le digo chau, de pie y frente a un nuevo calendario, mientras sostengo tizas nuevas para empezar a escribir lo que va sucediendo. Trazo los planes tentativos en color amarillo, los pendientes en azul, los que resumen todas mis esperanzas en verde. Y ahora a seguir.

Tizas rojas para la persona capaz de prestarme los diez dedos para acariciar una promesa. Las violetas para los amigos y el café que arregla el mundo en una charla. Las naranjas para dibujar el sol que me recuerde a la playa en el invierno. Las negras para subrayar y resaltar lo impostergable. Y finalmente las tizas blancas para dejar espacio a la sorpresa y al asombro.

Me quiero ahogar de entusiasmo en un litro de champagne y sacudir la copa del árbol de Navidad hasta que caigan los mejores recuerdos de la infancia. Que de la mano de Abuela y colgada de una pandorga voladora, pueda ir de paseo hasta el Asteroide B 612 que colgó del cielo a Saint-Exupéry de la mano del Principito.



Para terminar este 2011 armo una listita de mentiritas piadosas que me permitan escapar al horario de trabajo para disfrutar la vida que transcurre más allá de la computadora, entre documentos, notas y mails. Para que a las 19:00 estemos todos presentes en un reencuentro ya sea en el cordón de una vereda, en el banquito de una plaza, en el tumulto de la parada de colectivo o en el relax total y absoluto de nuestros hogares.


Que este 2011 tratemos de ponerle onda y un toque de sabor a estos últimos días que nos quedan de lo que será año viejo el domingo y que tratemos de prolongarlo para el estreno del que está viniendo.

Que la consigna de cada uno de nosotros sea disfrutar, vivir a pleno e ir en busca de todo aquello que el tiempo va a transformar en grandes y gratos recuerdos.

Por un 2012 cargado de momentos de los que propone Coca-Cola: Momentos de Felicidad.

Feliz año a todos.
Y gracias por ser parte de este espacio.

jueves, 15 de diciembre de 2011

La víspera


Cuando era chica, como dos o tres meses antes ya empezaba la cuenta regresiva hasta llegar a mi cumpleaños, y allá por el 16 de noviembre –un mes antes-, ya empezaba a vivir todo como una fiesta.

Tachaba los días como esos presos que en sus celdas cuentan los días para ser liberados. Yo lo hacía anhelando que llegara el gran día, buscando sumar un año más, deseando crecer (¿?).

Quería que el tiempo pasara a toda velocidad, dejar de ser una niña, para no escuchar más ese “no estás en edad de saber”, que ya no me trataran como a una adolescente y me dijeran más “cuando seas grande vas a entender”, que me dejaran tomar mis propias decisiones sin juzgarme ni criticarme, y que finalmente pudiera hacerme cargo de mi vida de adulta. Ahora me doy cuenta que lo único bueno de “no estar en edad” es el hecho de no estarlo para manejar un auto.

Y ahora que estoy en ese proceso, ya camino a los 25, no me parece simpático que me crean mayor, sin embargo me enorgullece que algunas veces me crean una niña. Qué ironía.

Sigo sin usar crema anti-age, cosa que me prometí en lo posible no hacerlo nunca, quizás mi falta de glamour me juegue en contra, pero bueno. Si ni el maquillaje, ni los tacos, ni nada que se les parezca me caen bien, debería pensar que ya es tiempo de asimilar que soy de otro planeta.

Todo suena irónico, porque hay días en los que reniego de tener que hacerme cargo, y extraño –lo que estaba charlando con un amigo hace un rato-, épocas de colegio o de vagancia en que podía vivir siendo una mantenida total. Ahora ya no puedo poner las cartas sobre la mesa, vestirme el piyama y calzarme la pantuflas y decidir quedarme toda la mañana en la cama o tomarme una semana para estar al pedo. Ahora si lo hago, sufriría de insomnio una semana por saber que tengo responsabilidades y no las cumplo.

A fin de cuentas, alguien tiene que pagar mis cuentas. No reniego de lo que soy, es la ley de la vida. Solo que me da por extrañar esos años en que podía optar porque me lleven y me traigan de una fiesta, que nunca tuviera que manejar porque no “estaba en edad”, que podía explotar ajitos, fosforitos y prender estrellitas y pasearme por toda la casa, o en tiempo de carnaval tirar globitos de agua por la ventanilla del auto mientras papá se burlaba de nuestra “rebeldía”, no tener que organizar los 10% y 5% para poder pagar IVA a fin de mes, doce veces al año, ver la sonrisa de abuela y bueno… No tener que hacerme cargo de nada. En que las fiestas de fin de año no me deprimían para nada y resultaban ser las mejores épocas del año.

Hoy reniego de estas fechas, veintitrés años después, que están acá, dando vueltas en el almanaque, y que son como un semáforo amarillo intermitente, que me indica que es tiempo de… ¿de qué?

De hacer un repaso.

Siempre tuve sueños comunes para una niña, ser una súper estrella, terminar una carrera, formar una familia, recorrer el mundo, ser buena persona…

Y hoy, como en la Noche Buena que antecede a la Navidad, es la víspera de mi ingreso a una edad que se acerca cada vez más a o que debería ser el verdadero clímax de una vida adulta.

¿Desde cuándo cumplir años dejó de ser un motivo exclusivamente de festejos y empezó a convertirse en un motivo de más reflexión y planteos? A lo mejor desde que decidí que no me importan los años, mientras los sueños se mantengan y mientras todavía existan ganas de cumplirlos.

Tampoco me lamento. Cumplir años nunca significó una carga para mí, siempre fue placentero, divertido, sorpresivo y liberador.

Ya no me importa tanto si fulana o sultana no pueden venir… A fin de cuentas sé que todos tenemos una vida, a veces se puede, a veces no… Total, sé perfectamente quiénes son las personas que a la hora de la verdad me van a acompañar. Ya me lo demostraron una vez, y sé que lo volverían a hacer.

Hoy día no me preocupan más tantos los regalos, sí los globos, la torta y las palabras de aliento de gente que nunca me ha abandonado. No planifico grandes encuentros.

Solamente agradezco haber conocido a gente que hoy me ve cara a cara y me sigue dando su confianza.

Espero no seguir planificando un mes antes a decorar mentalmente la torta.

Ahora lo que me importa es crecer más que el año anterior. En experiencias, digo.

Estar mejor parada que el año pasado. Que las cifras nunca consigan marearme ni detenerme, que no me mantengan distraída, ni equivocada.

Sigo peleando porque alguna vez logre tachar todos los sueños de mi listita, pero decidí ya no apurarme. Que las cosas zarpen a su ritmo.

Hoy tengo un desafío, que si las cosas salen como las espero, será una misión cumplida. Y después puedo ponerme a preparar las maletas para continuar con los demás proyectos lo más lejos posible. Y ese es mi sueño desde hace años.

Nadie me saca de la cabeza que se puede.

Hay cosas que aprendí y que quisiera tatuármelo como el protagonista de Memento:
- Que los afectos verdaderos, solamente se cuentan con los dedos de una mano. Y los que me conocen y entienden de corazón, sin cuestionarme, podrán dar fe de esto.
- Los verdaderos amigos no aparecen y desaparecen, simplemente están ahí, física o mentalmente, pero están. Y no es muy difícil notarlo.
- La mitad de la gente que creés que va a estar ahí, es la que desaparece cuando la necesitás.
- Las esperas interminables no hacen más que desesperar, a veces cuando algo llega puede ser muy distinto a lo que esperás y al principio te termina desilusionando.
- Pero había sido las cosas “distintas” muchas veces terminan marcando nuestras vidas. Créanme, yo sé por qué se los digo.
- Nunca es tarde, pero el tiempo pasa rápido, así que no hay que tardar demasiado en decidir qué hacer, porque de pronto dejás de tener 18 años y cumplís 5 más.
- No hay que dar sin medida sin saber realmente quién es el que está recibiendo.
- Una pareja no es sinónimo de felicidad, pero tampoco de dominio. Una pareja es aquella que te da libertad de elegir, que no te deja caminar detrás ni adelante, sino la que te toma de la mano y deja que camines a su lado.
- El amor es algo complejo, requiere mucha dedicación, es una conjugación de las cosas más difíciles del universo, necesita paciencia, empatía y comprensión.
- Y sobre todo, el amor es como una plantita, hay que regarla todos los días y su peor enemiga es la rutina.
- Que por amor y de amor… Definitivamente no muere nadie.
- La vida no es tan básica como nos la contaron. Nacer, crecer, reproducirse y morir es para las plantas. Yo pretendo mucho más.

Me despido de mis veintidós. Pensando en sueños que todavía no cumplí. Decía que al terminar el colegio quería tirar la toalla, coger la mochila y largarme para ningún lado, y ya me ven. Pasó todo lo contrario. Estoy terminando una carrera, trabajo en lo que elegí y vivo de lo que escogí vivir. Pero juro que mi espíritu nómada y mi alma bohemia es mucho más fuerte. Y mi meta no pasa de los 30.

Por el momento, con la listita en la mano para leerla cada tanto y no olvidar un solo dato mientras la memorizo bien, el próximo año espero no arrepentirme de haber cometido algún error de esos que creía saberme de memoria.

martes, 29 de noviembre de 2011

Insomnio & Ansiedad


El silencio de la oficina es como un generador de pensamientos, como si fuera una rueda mágica que pone en marcha mi mente y que me hace preguntarme y repreguntarme cómo fue que llegué al lugar en donde estoy.

Me acuerdo que no fue un camino para nada fácil. Después de cierto tiempo sabático, volver al ruedo no fue precisamente lo más sencillo que se me presentó. Y para más conociendo que tendría nuevos desafíos que al principio me hicieron temblar.

En ese tiempo tampoco podía dormir. Así como estas últimas semanas, en que padezco un mortal insomnio y todo se me hace aburrido, estresante, monótono. Noches como la de ayer en que empiezo a creer que el tiempo se detiene y que lo que queda de noviembre es eterno. Me pasa siempre en esta época del año. Lo de creer que noviembre es eterno, no lo del insomnio.

En esta época, y más que nunca este año, se me presenta una incertidumbre como si fuese un cajón donde se almacena una inmensa cantidad de signos de interrogación.
Donde se cría y se malcría la duda.

Es un estado raro, y sé que no es precisamente porque esté por cumplir un año más. Al contrario, la fecha de mi cumpleaños creo que es la única fecha capaz de alegrarme el mes y la que es capaz de hacerme olvidar todo lo malo del año, de forma a balancear positivamente los 364 días restantes. Más bien, diría que es por una serie de cosas que no dejan de trabajarme mentalmente, bueno, no una serie de cosas, más bien sólo una. No sé. Es como que se me encarna cierta ansiedad, que yo espero transformarla en una taza de café negro para mantener los ojos bien abiertos mientras consigo mantenerme bien despierta para continuar con mis labores.

Este insomnio es como una denuncia interior, un duelo entre la posibilidad de modificar una variable de la existencia y la comodidad de la permanencia en el estado conocido. Y su amiga la incertidumbre es la principal causante de que hoy día el cotidiano ritual de la vida me haya puesto de pie frente a la rutina y que últimamente ande sólo por inercia, haciendo el mismo recorrido una y otra vez.

Es como que últimamente estuve retenida, no presa ni encarcelada, sino retenida en mí misma. Como si lo rutinario empezara a pesarme y en realidad no es que quiera cargar con eso, puesto que en mi mundo perfecto no se vive para trabajar ni se trabaja para sobrevivir, sino que se trabaja por placer y haciendo lo que uno ama. Aunque claro, hay muchas otras cosas que también me gustaría hacer después de esto. Y en eso estoy. Así que no es ese el problema. Simplemente que me tracé prioridades que juro que estoy poniendo todo de mí para cumplirlas.

Primero que nada, terminar la asignatura pendiente que ya sufrió varios retardos. Y sé que eso es lo que no me deja dormir ni despabilarme. Y es que llegué a un punto en que sencillamente estoy necesitando salir, largar todo y perseguir un cambio tan demorado y deseado, como prometido. Tengo una vocación y ya no quiero estancarme.

Sé que no hay vuelta que dar. No puedo dar la vuelta la página porque sin ese cartoncito al que todos le dan tanto valor, casi nada de lo propuesto podría ser concretado. Esa materia pendiente es la receta infalible para terminar lo que empezó cuatro (cinco ya) años atrás en una clase de la universidad con unos cuantos extraños, de los cuales rescaté grandes amigos. Sé que primero debo terminar de impregnarme con lo que inicié, llevarlo a su final y recién después emprender vuelo. No sólo le prometí a papá y a mamá, a eso me comprometí conmigo misma una vez que decidí ser PERIODISTA.

Y si hay algo que tengo claro es que quiero perseguir mis sueños. Hasta ahora, cosas que parecían imposibles, las concreté. Sé que ni una avalancha ya me va a detener. Quemé etapas, dejé de vivir momentos importantes, postergué hobbies y pasiones, y dejé pasar otras interesantes oportunidades solamente porque mi mente estaba puesta en el tan anhelado cartoncito. El culpable de esta mala costumbre del insomnio.

Por suerte, espero que todo esto se disipe esta noche, con un buen baño, una copa de vino y una luna redonda, redonda como cómplice de una nueva noche en la que detrás de un futuro incierto, se esconde la posibilidad de un éxito más, de otro sueño alcanzado. No aguanto la ansiedad, esto de vivir adelantada no facilita las cosas. Pero soy consciente de que este es sólo el primer paso antes de dar el definitivo, antes de conseguir la chance que vengo esperando desde hace tanto tiempo, de espaldas al cierre de una etapa que todavía se encuentra esperando, sentada en cuclillas una nueva oportunidad.

Estoy agotada, mental y físicamente se me están acabando las energías. Necesito un descanso, un respiro que ayude a recargar las energías para los tiempos que se vienen. Y da la casualidad de que justo ahora siento la presión por todos lados, todos me piden un rato para compartir con ellos, y yo sólo necesito tiempo para compartir conmigo misma. La parte final de la dichosa tesis es la más complicada. Y lo más duro, recién está por llegar.

Ahora lo veo como un castigo, que a duras penas debo cumplir. Pero sé que este “grandioso castigo” tiene un fruto mucho más maravilloso al final. Como la leyenda de los duendes. Requiere mucho esfuerzo subir el arcoíris, pero la recompensa que hay al final, hace que todo el sacrificio haya valido la pena. Así que lo mío ya no puede esperar.

La siesta sí puede esperar. Sólo quería que entiendan por qué le tengo algo abandonado al espacio interplanetario, por qué me volví algo antisocial. Y aclarar que no es por nada personal.

Lo único que les digo, para terminar, es que necesité un puñado extra de voluntad para escribir esta entrada. Y sobre todo para terminarla.

Cualquier otro país del mundo, me espera! Y yo quiero emprender vuelo, por loq ue estoy dispuesta a renunciar a lo que tenga renunciar con tal de terminar de una buena vez, esa otra asignatura pendiente con la que me comprometí, porque eso es lo que quise, y quiero desde siempre.

Gracias por la comprensión, desde ya.

martes, 18 de octubre de 2011

Desde la jungla hasta el Paraíso, tocando las puertas del cielo

¡La espera valió la pena!

Diez y media de la noche. “A tu lado”, de Flou, que mientras era coreada por 60.000 almas, también se podían sentir en el aire los corazones alterados y acelerados al ver el helicóptero que traía a una estrella. Clima perfecto. Bilirrubina elevada a la enésima potencia. Y euforia contenida en unos 26 años de espera, que se vio corrompida por un enérgico “Buenas fucking noches”, que más que traducirla como una grosería, fue la indescriptible embriaguez de emociones que finalmente hizo explotar la bomba, multiplicado por seis veces diez mil.



La noche sin precedentes se aclimataba con algo leve: “Chinese Democracy”, canción que da nombre al último disco de la banda, cuando con jeans gastados, chaqueta negra, cadenas, pañoleta en el pasacintos, lentes oscuros y un sombrero blanco, una leyenda viviente del hard rock de los 80 hacía su histórica aparición en el Jockey Club Paraguayo: esa espesísima jungla que Axl ni su banda, nunca antes habían explorado, premiando a miles de almas que vivieron casi tres horas de un show sencillamente alucinante. Y hasta se podría decir que casi casi… Brillante.

La adrenalina, la potencia y el ‘pogo’ masivo fueron consecuencia del impacto logrado al sonar los primeros acordes de la mítica "Welcome to the jungle". La sensación contagiante y única, hizo de esa noche, cómplice y aliada de la banda, que ya tenía enfrente a un público completamente extasiado hasta la médula. Pero con el frenético sonido de uno de sus temas más emblemáticos, la multitud buscaba la manera de ordenar las emociones que corrían entre el antojo de lo muy bueno, lo máximo, lo mágico y lo indescriptible: “ You know where you are?”.

El excelente clima y el mejor sonido, acompañado de un seductor espectáculo de luces y una impresionante estética, hicieron que la aún privilegiada voz de Axl Rose se conjugara perfectamente con el leit motiv correctamente acomodado y que fueron suficientes para vivir una velada de pura magia rockera, que rugió con el detonador sonido de la guitarra de DJ Ashba, un talentoso músico que inició su particular romance con el público metiéndoselos en el bolsillo. Y así, la pluma de la historia recién empezaba a escribir el verdadero éxtasis de la noche cuando Dizzy, Chris, Tommy, Richard, Ashba, Bumblefoot y Frank jugueteaban con los primeros acordes de aquel legendario y representativo, casi un himno que Guns N Roses adoptó con el correr de los años: “Sweet Child O’ Mine”. Y el clímax llegó a su ebullición.

La noche se aceleraba, las luces deslumbraban a la par de la música. Ni siquiera el imponente mar de cabecitas que coparon el campo y las plateas se quedaban atrás, saltando, cantando, coreando y saludando a uno de los referentes más grandiosos de los últimos 30 años. Para quienes decían que Axl Rose ya estaba muerto. Ahí estaba. Imponente y sobriamente convertido en todo un showman que con su sola figura, hacía posible contemplar un majestuoso cuadro que bastaría para complementar los chispazos de la llamarada. Las expectativas erróneas estaban ahí, al pie del cañón, retorciéndose en los adentros, de donde nunca debieron salir.



La noche no terminaba ahí. El exquisito rockstar pretendía una prolongada velada. Y continuó dirigiendo gritos de ovación con “Live and let die”, ”It’s so easy“, ”Rocket Queen”, “Street of Dreams”, “Nightrain”, “Mr. Brownstone”, y su infaltable “You could be mine”. No faltó nada. Desde una excelente performance y una predisposición diferente del líder y cofundador (actualmente único miembro original del grupo) de la legendaria banda que a mediados de los 80 supiera ser un supremo referente del hard rock, hasta unos solos de guitarra y piano, a cargo de Richard Fortus, Ron “Bumblefoot” Thal, DJ Ashba y Dizzi Reed, perfectamente ejecutados.



Y ahí estaban. Sobrios, y soberbiamente magistrales y pintorescos, tan impecables que eran capaces de espantar a los fantasmas de Izzy, de Rob y del mismísimo Slash. La ansiedad rebosó solamente al ver el piano en el centro del escenario y a un Axl totalmente relajado y carismático (pocas veces visto), y la emoción colectiva elevó el impacto: “November Rain” superó todas las expectativas y el furor del público irrumpió todo el Jockey gritando a todo pulmón la letra de una de las principales canciones de toda su historia, Rose y sus 7 músicos parecían iluminar el escenario, tornasolando una noche tan épica como aliada. La luna estaba de nuestro lado. Borrosa y lejana, veía desde muy lejos, el fabuloso desvelo de rock que vivía toda Asunción, y hasta el mismísimo Paraguay.

Volvió ese momento cumbre, de esos que hacen que hasta el rock consiga emocionar y excitar a unos cuantos soñadores. Una potente introducción de Thal indicaba que un coro compuesto por 60.000 almas interpretaba una melodiosa y tradicional balada: “Don’t Cry”. La batuta comandada por un Axl Rose perfectamente coordinado consiguió llegar a un momento más que cumbre, celestial, se hacía presente en la versión de esa canción escrita por uno de los más grandes músicos de todos los tiempos, Bob Dylan, y diametralmente catapultada a la fama gracias a los Guns N Roses: “Knockin’ on Heaven’s Door”. El público cantó en su totalidad.



El estruendo pirotécnico y un impresionante juego de luces haciendo alusión a la cultura oriental, sumado a “Paradise City”, casi tres horas después, y el micrófono que Axl tiró al público apenas terminada la canción, marcaban el final de una odisea épica. Una hermosa historia que inició en la jungla, pasando por China y ese Paraíso que duró casi toda una madrugada agitada, que dejó un sabor insatisfecho con la ausencia de “Patiente” o de “I used to love her”, pero que no hacía incapaz de palpar ese sueño que 26 años estuvo acorralado, preso y pudoroso de salir. Y que solo esa noche, pudo liberar su furia, escaparse y morir en la tranquilidad de haberlo conseguido.

Y ya no quedaban dudas. Si cayó alguna gota, no fue nada más que algunas lágrimas de un público eufórico e ilusionado, pues esa noche fue lo más cercano que estuvimos de tocar las puertas del cielo…



Y lo vi en mi país. Y esa misma noche dormí en mi cama, sonriendo, sabiendo que yo estuve allí, fui parte de esa épica odisea que Axl trajo a Paraguay. ¡23 años –mi edad- sí valieron la pena!





*Las fotos que ilustran esta nota corresponden a www.paraguay.com. Las tomé prestadas porque mi presencia en la zona Guns del concierto, hacen que hoy me lamente el no haber llevado un solo celular para al menor tener una imagen histórica de esa noche que jamás se me cruzó por la cabeza que podría suceder en Paraguay. Gracias Axl, gracias Guns, y sobre todo, gracias Garzia Group por confiar en el público paraguayo, por usar la música y la venida de los grandes grupos como medio de subsistencia, por apostar por el rock, por los fanáticos que todavía quedamos de esta corriente tan apasionante. ¿Quedó demostrado quiénes ganamos, o no? :D

viernes, 23 de septiembre de 2011

De recuerdo: Música que alimenta el alma






“To our Fans and Friends: As R.E.M., and as lifelong friends and co-conspirators, we have decided to call it day as a band. We walk away with a great sense of gratitude, of finality, and of astonishment at all we have accomplished. To anyone who ever felt touched by our music, our deepest thanks for listening” R.E.M.



Bajo este mensaje se daba a conocer una de las noticias musicales más tristes de los últimos años. Tal y como dos años atrás, una nueva discusión entre los hermanos Gallagher generaba la disolución definitiva de Oasis (bajo ese nombre y sin la presencia de Noel), la separación del trío norteamericano luego de 30 años generaba un revuelo impresionante entre sus fanáticos de todo el mundo. Y entonces los tributos, recuerdos, conmemoraciones y homenajes no se hicieron esperar.

Y es que no es fácil recibir como un balde de agua fría la noticia de que una de las bandas más emblemáticas de los últimos 30 años haya decidido tirar la toalla, tras el anuncio de su disolución el miércoles 21, después de poco más de 3 décadas de carrera en la que grabaron una quincena de álbumes de estudio como “Out of Time” (1991), “Automatic for the People” (1992) y “Monster” (1994), y crearon temas célebres como “Man of the Moon”, “Losing my Religion”, “Everybody Hurts”, o “What’s the Frequency, Kenneth?”.


Desde siempre escuché música. Pop, rock, en inglés y español, latinos… Y si bien es cierto que siempre terminaba inclinándome por el rock, en mi infancia tuve varios íconos que marcaron mi soundtrack oficial. Desde Jon Bon Jovi, pasando por The Cranberries, U2, Ace of Base (no viene al caso mencionar mi fanatismo por importantes artistas sudamericanos)… Y así se fueron sucediendo hasta llegar con lo que hoy día me he quedado. Pocas bandas musicales significaron y significan lo que R.E.M. marcó para mí. Si bien Coldplay ocupa el primer escalón de prioridades, lo es solamente por una ínfima diferencia. Y quizás porque primero me empeciné en conocer la música de Chris Martin para que a través de su grupo pueda reconocer en R.E.M. a esa banda que en definitiva también me acompañaría por el resto de mis días. No tuve la oportunidad de llorar por John Lennon, ni fui muy fanática de Oasis para acompañar otra separación tan histórica para la música. Esta es la primera vez que puedo sentir bronca y conmoción por ver la disolución de una banda a la que nunca vi en vivo, pero de la que disfruté (y lo seguiré haciendo) cada letra, cada acorde, cada canción… Quizás esto (o algo parecido, a lo mejor) sólo me vuelva a pasar con Coldplay, que por suerte hasta el momento, parece ser una banda que vino para quedarse.

R.E.M. ha aguantado el paso del tiempo más que dignamente, entregando álbum tras álbum, quizás con algún que otro altibajo, pero entregando obras maestras de las que siempre se podía extraer algún destello, algún momento de brillantez. A los fans de la banda de Michael Stipe nos cayó de sorpresa la noticia, y es que a lo mejor cuando las cosas son así de inesperadas y repentinas, quizás duelan un poco menos, pero igualmente, cuesta mucho creérselas.


Además de aclarar que no había sido una decisión para nada fácil y dar las gracias a todo el mundo, el vocalista Michael Stipe lanzó frases como:

“Un hombre sabio dijo una vez que saber ir a una fiesta es saber cuándo retirarse”.

Y así, a simple vista, esto habla de la dignidad que tiene la banda, pretendiendo no mostrarnos uno de esos finales agónicos en los que sólo ellos parecen no darse cuenta de que están acabados. La salida que tomaron es bastante digna. Por lo menos nos queda el consuelo, si es que a alguien le consuela una noticia como ésta, de saber que tienen preparado un recopilatorio en el que ellos mismos han trabajo, por lo tanto, al menos sabemos que estaremos ante los que el mismísimo trío considera los hitos más importantes de su carrera y que no será un tipo de subproducto como los que suelen entregar los sellos discográficos solamente para vender unas cuantas copias más.


Mientras salen a la luz los verdaderos motivos de la disolución, si es que alguna vez salieran a la luz, por el momento es bien sabido que está lejos de la polémica y controversia, sin fuerzas para seguir con el proyecto, tomaron la decisión de irse, simplemente porque “es el momento de hacerlo”. Los revolucionarios de la industria se despiden a su manera, dirigiendo palabras a sus amigos y fans, “hemos decidido dejar de funcionar como banda, con una gran sensación de gratitud, de finalidad, y de asombro por todo lo que hemos logrado. Para cualquiera que alguna vez se sintió tocado por nuestra música, nuestro más profundo agradecimiento”.

Si quedara un solo ápice de consuelo, ese sería “Part Lies, Part Heart, Part Truth, Part Garbage (1982-2011)”, el disco doble compuesto por 40 canciones y que pasará a ser el último Grandes Éxitos de la banda, que saldrá a la venta en noviembre y que incluirá dos singles inéditos: “A Month of Saturdays, We All Go Back To Where We Belong” y “Hallelujah”, grabados durante las sesiones de su último disco, “Colapse Into Now” (2011), título con el cual el trío ya nos daba una pista de su estado de agotamiento musical, y que hoy día queda como broche de oro que pone punto final a su extraordinaria trayectoria.


R.E.M., formada en Athens (Georgia) en el año 1979 bajo el significado de Rapid Eye Movement (M.O.R. Movimientos Oculares Rápidos, en español), y que a lo largo de su historia vendió 30 millones de discos. Hoy dejan al rock toda una marca de época. Quizás haciendo honor al nombre de su banda, que designa una fase del sueño que es aquella en la que ocurren los ensueños más profundos. Con canciones tan intensas y profundas como Imitation of Life o el mismo Everybody Hurts, capaces de convertir cualquier ambiente en una atmósfera surrealista.

Así, Michael Stipe, Peter Buck y Mike Mills se despiden del rock, dando por terminada su brillante asociación musical y toda una era de una banda que fue ícono clave en la década de los ’80 dentro del mapa del rock alterativo y que en su momento llegaron a convertirse en un modelo a seguir para grandes y posteriores bandas como Radiohead y Nirvana. De hecho, Kurt Cobain se asombraba al ver cómo la fama no afectaba en absoluto al líder de R.E.M., que se mantenía firme todo el tiempo con los pies sobre la tierra.


“Necesitábamos probar, no solo a nuestros fans y críticos, sino a nosotros mismos que podíamos aún hacer grandes discos, e hicimos dos, ‘Accelerate’ y ‘Collapse Into Now’”, dijo Mills, bajista y tecladista. “Pensamos: ya lo hemos hecho. Ahora hagamos algo que ninguna otra banda ha hecho: darnos la mano y separarnos como amigos”, manifestó el músico.

Algunos haremos cierto duelo musical, por la disolución de un trío que marcó significativos momentos, pero eso sí, de muchos éxitos. Solamente podemos estar seguros de una cosa... No quedan dudas de que si bien 31 años de música llegaron a su fin… Siempre seguirán alimentando nuestras almas.

''Being a part of your lives has been an unbelievable gift. Thank you.''
Peter Bruck.


No, gracias a ellos, por permitir que su música sea parte de nuestro soundtrack, por regalarnos frases tan célebres que nos hacen ir más allá de la realidad y que a la vez nos dejan despegar los pies de la tierra e ir librementes a soñar.


Para terminar, uno de esos temas que más inspiran. De esos que nos transportan a un mundo de colores, donde crecen las flores, y donde todavía hay gente feliz y brillante... Tomadas de la mano y sonriendo...


Tracklist del disco doble "Part Lies, Part Heart, Part Truth, Part Garbage (1982 – 2011)":
Disco 1
01. Gardening At Night
02. Radio Free Europe
03. Talk About The Passion
04. Sitting Still
05. So. Central Rain
06. (Don’t Go Back To) Rockville
07. Driver 8
08. Life And How To Live It
09. Begin The Begin
10. Fall On Me
11. Finest Worksong
12. It’s The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)
13. The One I Love
14. Stand
15. Pop Song 89
16. Get Up
17. Orange Crush
18. Losing My Religion
19. Country Feedback
20. Shiny Happy People

Disco 2
01. The Sidewinder Sleeps Tonite
02. Everybody Hurts
03. Man On The Moon
04. Nightswimming
05. What’s The Frequency, Kenneth?
06. New Test Leper
07. Electrolite
08. At My Most Beautiful
09. The Great Beyond
10. Imitation Of Life
11. Bad Day
12. Leaving New York
13. Living Well Is The Best Revenge
14. Supernatural Superserious
15. Überlin
16. Oh My Heart
17. Alligator_Aviator_Autopilot_Antimatter
18. A Month of Saturdays
19. We All Go Back To Where We Belong
20. Hallelujah

jueves, 1 de septiembre de 2011

Aquella bocanada de amor


Uno no elige de quién enamorarse. Y no es una tregua, porque se revela como un hecho consumado.

Recuerdo haber rogado que no me persiguiera ese encuentro, que no me sucediera la magia, que no me atraviese el sutil encanto de esa mirada, que no me llegase ningún roce que me dejara sin argumentos, que un suspiro nunca sea capaz de morderme el corazón. Sin embargo, nunca pudo haber descuidos porque el amor siempre me puso en desventaja.

Siempre acorraló mis inseguridades propias, siempre negó mis certezas, siempre me distanció de lo que hasta ese momento era fiable y me sacudió tanto, que me distrajo y me hizo tambalear… Hasta hoy.
Hoy día en que mi cabeza es un desorden de paisajes, en que extraño voces amigas que mi cabeza me hace retumbar cada instante, hoy en que recuerdo rincones, olores, colores…

Mi amor nunca entendió un NO sin fundamentos, ni siquiera un castigo sin premio alguno. Y siempre llevó deshabilitado el botoncito ese de ‘scape’ o de ‘cancel’ o lo que es peor: ‘CTRL Z’. Pero mi amor sobre todo es incapaz de extirpar y destruir esos afectos que ya se anclaron. No entiende de excusas ni de improvisaciones y ni siquiera está preparado para ausencias imprevistas.

Lo mío no es más que un amor imperfecto, con estrías y hombros caídos, cansado de pelear y de ir contra la corriente. Que solamente se dio cuenta, un poco tarde tal vez, de que luego de volver, la calabaza todavía no se convirtió en carroza. Y que a lo mejor nunca va a ser así. Si yo misma decía que los cuentos de hadas no existían, sin embargo cuando empecé a creer que sí… Ya era momento de reemplazar mi disfraz de princesa sin corona por el pijama e ir a dormir.

Creo que siempre tuve que correr en busca de eso que me pintara la sonrisa en acuarela, que me hiciera trenzas en el pelo, de un amor descalzo y a cara lavada, sin maquillajes de por medio. Al fin y al cabo era eso lo que siempre quise. Que me arrancaran las espinas que los últimos rosales dejaron olvidados en mis talones, y que convirtiera en terrones de azúcar esas piedras que aún tenía atoradas en mí andar. Un amor que me suba a la calesita para que en cada giro se mareen todos mis fantasmas. Y al final, pedir otra vuelta colgada de sus brazos como si con ello pudiera acercarme a las estrellas.

No sé cuál será la ficha que sigue, la que empuje el resto para que el efecto dominó se perpetúe en el tiempo. Ni siquiera sé si eso existe en realidad. Ya gasté más energía de la que puede albergar mi cuerpo buscando volver a lo que era antes, detalles ínfimos como un mensaje, una foto o un comentario positivo que quizás hasta parecían insignificantes, pero que en el fondo pasaban a ser piezas fundamentales del rompecabezas que trataba de armar.

Pero al final volví… Y no, la calabaza seguía ahí firme, no volvió a ser una flamante carroza como la de antes. Hoy me conformaría con que sea una carreta que solamente albergara pequeños detalles que son capaces de conmover y de transformarme.

Y sigo temblando con solo descubrir que lo que más miedo me da no es la soledad, sino esta enorme desventaja de sentirme vulnerable, sobre todo cuando le miro y me doy cuenta que me deshago como un terrón de azúcar en el fondo de una taza de café…

Me gustaría ya no exigirle ni reclamarle y conformarme solamente con vigilar su desvelo y detrás de la cerradura verlo dormir… ¡Pero vaya que cuesta desacostumbrarse de su grata compañía!

Por el momento aún espero aprender alguna técnica para prolongar la felicidad, quisiera dejar los pies elevados del suelo y poder archivar debajo de los párpados la mayor cantidad de buenos momentos posibles.

jueves, 7 de julio de 2011

Cara de éxito


Nunca me pude olvidar de lo que me dijo aquel señor, al que no conocía de nada, pero compartía una mesa con mamá, con tía, con Vanessa, con Freddy y conmigo en una reunión del Sheraton, allá por el año 2005 o 2006, era italiano o alemán. Me preguntó cuántos años tenía y qué hacía, por ese entonces estaba terminando el bachillerato informática y andaba con la danza. Me miró y me dijo en seco ‘tu rostro me dice que vos tenés cara de éxito’. No sé a qué se debió eso. Primero me extrañé y después me reí. Que él sabía, al ver el rostro y los ojos de una persona, si la misma era alguien capaz de lograr lo que se proponía. Me parecía una farsa. ¿Éxito? Todavía era dependiente y vivía en la cajita de cristal que papá y mamá habían fabricado para mí. Más adelante me empecé a sentir incapaz de emprender un proyecto por mí misma siquiera y aún hoy me lo sigo preguntando: ¿Qué me habrá querido decir? ¿Qué éxito podría tener? No sé, quizás recién lo empiece a entender vagamente. Y solamente ahora me doy cuenta que lo mío recién comienza.

Quería empezar con esa anécdota extraña esta entrada que nace en una más de esas frías madrugadas en que tengo tanta efedrina encima que me cuesta dormirme.

Pareciera que hace una eternidad que ando alejada del ruedo, y sin embargo pasaron 4 meses. Tiempo suficiente para que mi vida haya hecho un giro de 360 grados…

Empecé a perder el entusiasmo. Así. Tajante. ¿Qué quieren que les diga? Las primeras semanas me deprimí, me bajoneé tanto que llegué a pensar que ya no valía la pena. Y en realidad, una parte de mí, en el fondo, estaba feliz. Nunca quise bajar los brazos, a abuela no le habría gustado eso. Pero me costó levantar la cabeza y asumir la realidad. Hasta que llegué a reconocer que perdí mi tiempo en cosas banales, en lugar de invertirlo en termina la tesis, que hasta aquel momento, era mi prioridad. Pero no fue fácil.

Nunca dije que el trabajo no me gustara, sí me quejé por el trato y la mala onda que abundaba en el ambiente y que resultaba sumamente contagioso. Y tengo que confesar que al salir, divinamente desaparecieron los fuertes e interminables dolores de espalda y de cabeza. Aún así, yo decidí bajar la persiana y encerrarme en mis cuatro paredes para sobrevivir hasta que valga la pena asomar nuevamente la cabeza. Mis filosofías de que todo pasa por algo y que en esta vida todo te vuelve quedaron vilmente olvidadas en el tiempo. Ya no me importaba nada.

Dejé pasar el tiempo en vez de ocuparlo en terminar la tesis que significaría el primer paso al gran sueño de mi vida, desde que tengo memoria: una beca. Por hacerme murciélagos en la cabeza, desperdicié mi tiempo en planear mi futuro sin bajar un cambio y detenerme a mirar mi presente, y limitarme a disfrutarlo. Sentí que me iba a derrumbar. No pensé que el camino después de salir de un trabajo sería tan complicado. Y es que resultaba difícil, casi imposible imaginarse que después de sentirse una tan plena, con un trabajo que le encantaba (pese a todo lo negativo que conllevaba la gente con la que trabajaba), una familia disfuncionalmente feliz y un novio generoso, que me sorprendía haciéndome llegar flores y canasta de desayuno a la oficina y que aguantando mis malos humores y mis desplantes casi diarios aún seguía a mi lado, y que de repente todo o casi todo se fuera a derrumbar.

Toda la vida dije que mi realización personal estaba basada en mi profesión y mi independencia. Y de repente ver derrumbado parte de ese panorama… Comprenderán que no fue sencillo reponerse. Así que no me quedó de otra que levantarme de la queja en la que me había sentado los últimos tiempos y salir en la búsqueda de soluciones concretas que evitaran el caos. Por lo que empecé a trabajar con la tesis, mañana, tarde, noche y madrugada. Tenía que ocupar mi mente hasta que consiguiera algo.


Pero a lo lejos vislumbré una luz. Me ofrecieron un trabajo freelance y me tocó aprender oficios y áreas de mi profesión que quizás nunca ni pensé que podría hacerlo, me vi enfrentada a unos cuantos retos a los que tuve que hacer frente. Y no me fue nada mal, les cuento. La partecita de esa ventanita que se me abrió era un desafío nuevo, pero bastante tentador. Y no por la plata, sino por la comodidad y por la experiencia de aprender algo nuevo.


Con los años me prometí a mí misma nunca trabajar sola y únicamente motivada por el dinero. Y así también aprendí que primero que nada estaban mis filosofías, baratas o no, pero mis principios al fin. Recibí esa llamada por la que esperé tanto tiempo. Y fue la razón por la cual quizás en un mal momento, decidí rechazar tentadas ofertas de trabajo por jugarme a entrar en el diario, y llegar a una de esas metas que me puse en mi vida laboral. No sabía en qué iba a desembarcar esa experiencia. Pero me esforcé. Y aunque no me movilice el dinero, es evidente que hoy nadie está para regalar su trabajo, y menos cuando te preparaste tanto para ello. Igual no duró mucho. Y por un momento estuve a punto de sentirme esclava de mis propias palabras, pero eso sí, nunca de mis actos. Con ellos estaba más que satisfecha. Era lo que quería y sabía que el tiempo que duró, me había entregado todo lo que pude al trabajo. No fui recompensada, pero no me arrepentí.

Algunas personas no coincidieron conmigo y se pusieron en desacuerdo. Derecho de piso, empezar desde abajo, trabajo es trabajo… Hasta que mamá me dijo que me admiraba. Sí, eso, me admiraba. Tuve los pantalones para hacerme valer como profesional y tengo el carácter para hacerme respetar y hacer valer mi trabajo. Muy probablemente tomé una mala decisión, no dudo de eso. A lo mejor en vez de hablar debía limitarme a contestar y a acatar órdenes. Pero hoy vuelvo a pensar que todo pasó por algo. Si no salía de aquel trabajo, jamás me habría animado a trabajar en redes sociales y otros ámbitos de la comunicación que hasta ese momento eran bastante desconocidos por mi persona. Y si no rechazaba aquella oferta laboral, nunca hubiera tenido la experiencia de demostrar mi trabajo en el diario. En síntesis, de no haber ocurrido nada de lo ocurrido, quizás hoy seguiría estancada en el mismo conocimiento de siempre y viviendo en la misma caja de siempre. Así que no tengo de qué arrepentirme. No laburo solo por dinero, pero si amo tanto y me gusta lo que hago, y encima de eso me pagan y valoran mi trabajo, no puedo pedir nada más. Así de simple es.

Ahora a lo que iba. Llevo semanas sin poder dormir como la gente normal. Dormir entre 3 a 4 horas diarias no es tan saludable que digamos. Y acá estoy, sentada en mi cama, a la madrugada, después de tanto tiempo, queriendo escribir algo que no me sale. No sé. Se me ocurre que estos días estuve medio detenida. Esto de estar a la espera de una respuesta que no llega nunca, como que me dejó suspendida en el tiempo. Y alguna vez tenía que estallar. Y eso pasó la semana pasada, cuando empecé a perder la fe. Cuando empecé casi a maldecir ciertas etapas de mi vida, cuando empecé a culparme por ser malísima administradora y pésima en matemáticas para no saber calcular mis tiempos. Y lloré. Y reventé. Y no di más. Grité. Zapateé. Pataleé. Me lamenté. Sentí que no me quedaba de otra más que amenazar con que estaba al borde del precipicio para ver si algún barbudo me oía. Ya sé que mi fe puede llegar a ser de dudosa credibilidad, pero necesitaba con urgencia hacerme escuchar de alguna manera.

No dejé de escuchar voces, tres sobre todo, que me decían que algo grande me esperaba, que solamente tengo que tener paciencia (justamente el fallo técnico que traje de fábrica). No se me da para nada esperar, ese es el punto en mi contra. Como si fuese que planificando mi vida paso por paso, como lo vengo haciendo desde hace años, vaya a recuperar mis energías y mis ganas. Con que les diga que estos tiempos no pude escribir ni dos líneas y que casi no me relacioné con la gente. Y creo que fue uno de los principales motivos por los que invertí una buena plata en un guitar hero, para no tener que salir de casa hasta no sentirme preparada.

Luego de estallar, de ponerme a llorar y a gritar como una desquiciada, entendí que ahí estaba la señal, esa señal que me indicaba que si no terminaba con el problema, el problema iba a terminar conmigo. Abrí los ojos después de que mi canoa se desplazara en aguas turbulentas (llegué a una etapa en mi vida en que dejé de hablar de vías de trenes y sus vagones para pasar a hablar de canoas y aguas turbulentas). La mamá de una amiga falleció tras 15 meses de intensa lucha contra el cáncer. Ella no hizo luto, porque su mamá no se lo hubiera permitido. Pero sí hizo la lista de cosas que prometió hacerlas ahora, después de haber estado meses luchando junto a su mamá. Y una de ellas, y creo que la principal, es sonreír más. No hay duda de que la raza humana nunca terminará de sorprenderme. Siempre planeé mi vida, pero nunca me puse a pensar que sería de ella sin mamá, sin papá, sin alguien de los míos. Ni siquiera esa opción de ‘ya no están’ figura en mi lista de alternativas. Y yo poniéndome mal por cosas casi superficiales. Eso le contesté cuando le di mis pésames.

Empecé a comprender todo lo que tenía y tengo conmigo y que era y es absolutamente irreemplazable. Nunca perdí mis afectos, ni siquiera ellos me perdieron a mí. Vi el caudal de apoyo y de cariño que me rodean y al cual le estaba haciendo oídos sordos. Y en lugar de aprovechar más con ellos, decidí encerrarme en mi burbuja de ‘Yo que todo lo puedo’, la autosuficiente, la independiente, la inmortal… Cuando solamente yo resultaba ser una más. Estando a medio paso del tan soñado título, el contar con el apoyo de papá cuando supo de la beca que quiero alcanzar, el saber que todavía hay gente que confía en mí pese o gracias a mi errores y decisiones.

No sé lo que viene después. Hice promesas y siempre las cumplo, pese que aún tenga pendiente la última, que sí o sí será cumplida antes de fin de año. Estoy peleando por no perder mi fe, porque este síndrome maníaco-depresivo que presento a veces, no me gane la pulseada. Esta semana tuve uno de esos días raros, tuve dos entrevistas de trabajo en una tarde. Y en una de ellas me dijeron que Dios pone a las personas donde deben estar y que si no me llamaban de ahí, me llamarían del otro trabajo. Me sorprendió. La que me entrevistó me dijo ciertas cosas que parecían ser sabias y pese a que yo no fuera tan practicante, sus palabras también me hicieron recuperar las ganas de sostener que se viene algo mejor. Y nadie me quita de la cabeza que todo esto y todo lo que siga pasando de hoy en más, es el camino que voy a tener que seguir para alcanzar cada éxito al que proyecte mi vida. Los proyectos de los cuales desistí por sentirme desilusionada y defraudada conmigo mismo, o por a o b motivo, volverán a proyectarse. Casi toqué fondo, pero maravillosamente logré ver un paisaje transformado y grandes razones que me impulsaron a volver a ponerme de pie, más optimista y con la frente en alto.

Pasé otro examen, de esos miles que condimentan y dan sentido a nuestros días. Pude sacar la cabeza de la guillotina cuando estuvo a punto de ejecutarme. Pude cortar los barrotes de la prisión con esa vista horrible en la que se consumía parte de mi vida sin placer alguno.

Con estas experiencias vuelvo a confirmar que el camino está lleno de bifurcaciones que no son más que puentes hacia otro lugar. Sin duda, el miedo a lo desconocido viaja siempre en nuestra mochila, pero basta con mantener la vista fija en el horizonte para mantener el equilibrio y orientar los pasos hacia nuestro destino.

Yo ya lustré mis zapatos y llené de agua mi cantimplora, dispuesta a recorrer este nuevo paisaje.
Ahora simplemente voy viendo una orilla donde tal vez pueda descansar. Lo tengo merecido creo, después de tanta espera.




Gracias mamá y papá, porque a pesar de advertírmelo mil veces, me dejaron ser. Soy terca, si me dicen que no vaya al pozo porque me puedo caer, lo voy a hacer, porque está en mi naturaleza querer probar las cosas por mí misma.
Gracias a mi hermano Albi, desde que tengo memoria él era mi soporte, mi mano contínua, mi alter ego, mi mayor respaldo después de caer, porque nunca dejó de darme la mano, así la necesitase o no, y muchas veces yo no supe corresponderle. Porque jamás dejó de creer en mí. Y eso me reconforta.
Gracias a mi hermano mayor Oscar y a mi abuelo, por las veces que me dieron su apoyo y su comprensión. Porque aunque no digan mucho, sé que en el fondo siguen confiando en las decisiones que tomo.
Gracias a Edu, por estar ahí nomás, que ya es más que suficiente. El hecho de estar conmigo desde hace más de un año, soportar mis desplantes medio psicóticos, mi bipolaridad a veces, mi sensibilidad crónica, mi pésimo humor y fácil pérdida de la paciencia me hacen valorarte, admirarte y respetarte cada vez más. Sé que nada de eso es fácil.
Gracias a todos los amigos que me aguantaron en este laaaargo proceso de cambio, de standby, de querer salir y no poder, de poder salir y no querer. Gracias por alegrarme cada hora de mi vida.
Gracias a todos los que sin querer o sin saber lo que me estaba pasando, me dijeron palabras demasiado oportunas como haciéndome saber que estaban conmigo.
Gracias a todos ustedes, que de alguna manera, hacen que me sienta acompañada en mis decisiones.

domingo, 8 de mayo de 2011

Eso que llaman Amor


Siempre dije que las cosas y las personas, con el tiempo y las circunstancias, cambian, se transforman. Y después de cierto tiempo, comprendí, que indefectiblemente, las relaciones también.

Entendí lo ilógico que resulta pensar que todo puede ser como fue al inicio, los detalles, las demostraciones de afecto, las sorpresas inminentes, las ocurrencias chistosas, las charlas sin sentido... Y hasta los mensajes diarios. Esos mensajes de texto que al instante de leerlos, ya hacen que el día no pueda ser malo aunque se cayera el cielo.

No sé en qué momento cambiamos tanto. Luego de un tiempo, ambos creímos conocernos tan bien como para querer adaptarnos a la forma de ser del otro. Y se volvió recíproco. Tanto, que de un día para otro fue como que todas esas acciones se esfumaron y dejaron de tener la importancia real que alguna vez llegaron a tener. Hasta llegar al primer año y sentir el peso de la rutina, en que los 14 de febreros desaparecieron del calendario, y el primer aniversario... ¡EL PRIMERO! pasa a ser un día más, de lo más normal en el reloj biológico.

Y yo me pregunto en qué momento perdimos el interés de impresionarnos el uno al otro. ¿Cuándo dejamos que la rutina se interponga al medio e intentara exterminar el amor sin darnos cuenta? Soy firmemente conciente de lo difícil que es mantener una relación. Si bien mi portuario amoroso no está enumerado por rango de durabilidad, comprendo prefectamente lo difícil que es construir algo de a dos. No es sencillo sumar pasado, experiencias, miedos, mañas y pedacitos de corazones esparcidos por ahí. ¡No! Nada de eso es tarea sencilla. Y aprendí que sólo los valientes se animan a creer que en el riesgo está la ganancia.

Enamorarse... Sublime palabra. Pero no me refiero a ese idilio instantáneo al que frívolamente llaman ''amor a primera vista''. Mi crónico idealismo siempre se negó a creer ese tipo de amor tan superficial, que entra por la vista y termina en el afecto no mutuo. Todavía creo, quizás ciegamente, en ese enamoramiento compartido, en que yo sé que soy parte de su vida, así como él lo es de la mía. Pero resulta algo tan... Extraño. Una sensación tan extraña esa de querer enamorarse. No se trata del hecho de no saber de quién hacerlo o tener de quién y no darse cuenta nomás. Pero esa impresión es parecida al hecho de estar frente a un hermoso paisaje y no tener a nadie que nos saque la foto. O estar a la orilla del mar viendo un atardecer (siempre quise ver un atardecer a la orilla del mar!!!) y no tener con quién compartirlo.

Quisiera saber si sólo son épocas, momentos en que uno se sienta a contemplar lo que dejó el vendaval y se entretiene juntando las partes de ese todo que supimos ser, o que en realidad,nunca supimos ser. Y de pronto nos vemos modificados, frente a ese espejo imaginario que nos regala el paso del tiempo y en el que nos obliga a mirarnos de vez en cuando para que podamos maquillarnos las ganas y retocar los errores.

Por algún extraño motivo, o por alguna extraña conjugación de los astros, hace un año decidí abandonar la entrañable soledad que me acurrucaba en el invierno y de la que ya me había hecho tan amiga en el verano. Me costó abandonarla, pero algo dentro de mí creía que era hora de planchar las viejas arrugas del corazón, y prometerle al oído que volvería a latir lleno de asombro frente a un ramo de rosas, un par de velas encendidas o un beso robado bajo la lluvia de otoño.

Hoy comprendí que la rutina nos está agotando. Y no sé si serán ya los primeros acordes que anuncian la pronta venida del invierno los que me provocan esta sensación de andar extrañando ese ascensor que sube y baja por el estómago ante la mera prsencia del ser amado.

Con las pupilas empañadas me pongo a pensar que tal vez solamente se trate de una locura descomunal de querer lanzarme por ese tobogán de sensaciones que sólo el amor llegó a generar un año atrás. Cuando creía que mi propio mar, antes revuelto, finalmente estaba calmo y me permitía mirar más allá.


Hoy... vuelvo a necesitar sus abrazos que trituran los huesos y las penas de la jornada con igual intensidad, sus abrazos que devuelven la sonrisa perdida en un vagón y que sacuden el cansancio de la semana.

Hoy... añoro ese mordizco en el aire plagado de magia, esa bocanada de amor que colma el espíritu y que llena los pulmones de esperanza.

Hoy...extraño esa presencia de su alguien que un año atrás conocí, y que sin embargo, hoy me sigue sonando tan familiar. Que cambió por mí, cuando en realidad era yo la que necesitaba cambiar. Cuando era yo la que necesitaba con suma urgencia acostumbrarse a los nuevos designios que el amor tenía preparado para mí.

No quiero que las arterias de mi corazón ni del suyo vuelvan a pasar por la sala de terapia intensiva. Quiero que nuestros diálogos se incrementen como antes, que nuestras charlas se debatan entre divagues existenciales, política, religión y preguntas sin sentido. Quiero creer, que como en las películas, un otro puede sentir a la par. Quiero que mi maldita histeria, finalmente, me permita disfrutar, esperar y entregarme al juego de la reconquista. Me cuesta mucho esfuerzo, pero de verdad deseo de todo corazón volver a emocionarme frente a él, que me hace sentir indefensa y desprotegida en un baldío a medianoche, con los ojos vendados y el resto de los sentidos en pausa.

Quiero tener de nuevo la posibilidad de que compartamos la idea de atracción, de empatía y de afecto que automáticamente me convierten. No aguanto la espera, la intriga, que a medida que pasan las horas se convierten en murciélagos dispuestos a vampirizar mi alegría. No quiero tener más miedo a demostrar todo lo lindo que hay en mi interior. No quiero que ese miedo se siente a desayunar a mi lado todas las mañanas, ni que viaje en mi mismo colectivo para transportarme en un descuido a la maldita rutina cotidiana ni que se duerma abrazando mis mismos sueños.

Quiero serla protagonista de la historia. Ya no quiero encerrarme en mi caparazón sin ventanas. Por el simple hecho de que hace un año aposté a que todo saliera bien, y aunque estaba aterrada porque algunas veces me salió mal, tomé la decisión de no escapar y buscar que sea la desilusión quien no me vuelva a alcanzar. Quiero, que así como hace un año empecé a sentir esas mariposas en la panza, volver a sentir que vuelo y que me transporto a ese lugar donde descubrí que no todo siempre es blanco y negro, que todo tiene sus matices. Y que una vez que se reencuentren, nuestras miradas volverán a ser multicolores.

Seguramente hay muchas cosas que todavía no aprendí, pero alguien me dijo una vez que a pesar de la lluvia, siempre volverá a salir el sol.

Quiero volver a sorprenderme con las cosas que hace o que dice, porque siento que quiero estar con él, no sé ni dónde, ni cuándo ni cómo, pero estar. No quiero que nadie me robe la felicidad que él me hace sentir. Porque es lindo despertarme sabiendo que lo voy a ver, que me va a decir o escribir algo lindo que irremediablemente me va a mejorar el día.

No sé si ilusamente sueño con un cuento de hadas o lo imagino así para pensar que esta vez sí va a funcionar. Pero hay una ecuación básica y cuasi elemental. Quiero espantar a esos miedos que me acechan y que me dejan con las manos vacías sin poderlo intentar. No me creo ser lo más, pero es demasiado lindo que alguien, de vez en cuando, me lo haga creer, por más lejos que esté de la realidad.

Entonces, ¿cómo el amor incrementó tanto, pero la rutina puede terminar ganándonos la jugada? Luego de todo lo expresado, vale la pena, entonces. Pelear digo :)



No quiero que pase, de ninguna manera, lo que dice esta canción de este gran dúo español. No creo estar preprada para enfrentarlo. Así que manos a la obra!

lunes, 25 de abril de 2011

Amor Postergado (Cuento Corto)

Mi primer cuento vio la luz.

Ya me topé con la experiencia de que mucha gente comente mi manera de escribir, mi afán de inspiración y medio de catarsis, como lo denominé yo al crear este blog. En muchas ocasiones ya me aconsejaron hacer algo que pueda trascender y que de paso, claro está, me abriera muchas puertas, como escribir un libro. Mi cuñada me contó a grandes rasgos la historia de un compañero hondureño, en la facultad de Cuba, que luego de lanzar un librito con 17 poemas escritos por él mismo, su vida dio un giro tremendo, los homenajes y titulos honoríficos empezaron a venir y muchas puertas se empezaron a abrir.

Otra cuestión es la de presentarme a concursos literarios. Y es acá donde hago una pausa y resiro profundo, para luego empezar a escupir unas cuantas espinas atoradas tras unos intentos fallidos por trascender y no haberlo conseguido. Mi blog no ganó el primer puesto y ni siquiera quedó enre los 10 mejores blogs en el concurso organizado por Última Hora el año pasado. Round 1.

Participé de un concurso en agosto del año pasado, por el Premio Elena Ammatuna de Cuento Corto. ¿Y adivinen qué? No me gané nada, más que el sacrificio y las ganas de escribir algo que pensaba que nunca me iba a salir. No me da escribir cuentos. Varias veces intenté escribir guiones y hasta historias largas, y todas están ahí incompletas en el Disco D de mi computadora, en una carpeta de papeles viejos y amarillentos y en un rincón de mi memoria que todavía recuerda parte de la trama. Y bueno, uno a veces hace cosas nada más que por amor al arte, a lo que hace. ¡Cuántas cosas ya no habré hecho yo por eso! Round 2.

Y nada. Quería nomás dar esta introducción a mi primer cuento y hacerlo oficialmente público. No sé en qué me inspiré. Quizás en varias de esas historias de amor y desengaño que tanto veía proyectadas en las novelas mexicanas cuando era chica, mezclada con alguna que otra película de época y qué sé yo, seguramete entreveradas a la par con algún que otro relato de Jane Austen, mi autora de cabecera (a lo mejor estamos conectadas o algo parecido, por el hecho de que al igual que yo, nació un 16 de diciembre).

Les presento, oficial y públicamente, a mi primer cuentito, ''Amor Postergado''. No será lo más, pero salió del corazón y dicen que todo lo que sale de ahí, siempre es bueno. Disfrútenlo y si es posible, trátenlo con mucho, mucho cariño, porque costó días de insomnio, horas frente a la computadora con la mente en blanco y una laguna mental terrible y además costó inspiración y sentimentalismo, para variar.





Me gustan y no me gustan las historias de amor.

Siempre son cursis, suenan a historias conocidas, pero siempre… Huelen a sueños.

Supongo que por eso no me canso de oírlas, se me pone la piel de gallina y respiro profundo mientras mis ojos, ya grandes de por sí, se abren más y más, dejando entrar recuerdos, y a veces… Hasta un hilo de esperanza.

Ellos dicen que no recuerdan cómo se conocieron, tal vez fue un domingo soleado por la tarde, que sin quererlo cruzaron sus miradas en la plaza mientras hacían sus caminatas vespertinas o sacaban a pasear al perro. O a lo mejor fue cualquier mañana mientras esperaban el bus que los llevase al trabajo, o en la fila larga e interminable del supermercado, cuando él quitó el carrito del camino para que ella pudiera pasar.

En la mayoría de las historias de amor, identificar el momento preciso en que nació la relación es un dato anecdótico, y más para contarlo en una ronda de amigos cuando ya los años pasaron y aparece en escena ese pregunta… La aparentemente impostergable.

No son amigos de toda la vida, sin embargo ellos sienten que se conocen desde chicos, y con eso les basta. Con creer que compartieron hamaca, paseos en el parque, las escondidas, la pelota muerta o el juego de la botella. O imaginan que llegaron a subir juntos a la copa del árbol más alto de la casa de campo o que corrían y trataban de escapar de los globitos de agua en pleno Carnaval. Fueron esos primeros años, imaginados, los que hoy recuerdan como sus primeras experiencias juntos, aunque por aquel entonces no tuvieran ni noción de que la vida, el destino, un ser superior o como quieran llamarlo, estaba haciendo que sus caminos se crucen.

¿No son insospechados los designios del amor… O de la vida misma, en este caso?

La misma vida que hizo de ellos personas adultas, cada uno en su camino, con distintas anécdotas. Tan distantes como disparejas.

Él vivía el día a día, siempre vivió al margen de lo que sus humildes padres ya mayores podían ofrecerles, desde niño trabajó para comprarse los útiles de la escuela y el uniforme. Nunca tuvo todos los juguetes que quería, la vidriera de cualquier juguetería era como una carabela que él quería invadir vestido de pirata. Sí, soñaba ser pirata, quería irrumpir cualquier barco que viera en el mar, para luego naufragar hasta caer en una isla de la cual pudiera ser amo y señor, hasta que finalmente extrañase la tierra firme y pudiera guardar un mensaje en una botella y lanzarla al mar hasta que alguien la encontrara.

Ella era la consentida de la familia, tenía tantos juguetes que nunca sabía con cuál de ellos empezar a jugar. ¡Tenía tantos! Que no le alcanzaba un solo día para jugar con todos. Si había algo que quisiera, bastaba con chasquear los dedos para que se lo concedieran. Constantemente tenía ropa nueva, de moda y de temporada, vestidos que la hacían parecer más princesita de lo que en realidad era y con los cuales se lucía orgullosa en la plaza. Y siempre muy llamativa por el color casi transparente de sus ojos y sus ricitos rubios que parecían hilos de oro, como el de las modelos que aparecen en la televisión. Y su piel tersa y suave como el de una muñequita de porcelana.

Él, en más de un invierno pasó frío en la plaza. A ella le sobraban abrigos. Él se contentaba con ir a la feria los fines de semana y si le alcanzaban las monedas comprarse algún boleto a los juegos y ganarse algo que pudiera llevar a casa triunfante para regalárselo a su hermanita. Ella era hija única, lo tenía todo, no le faltaba nada… Pero no era feliz.

Desde uno de los juegos del parque no dejaba de mirarla, ahí en la hamaca, ella con su soledad, que aparentaba aturdida y desconsolada, observando cómo lucía su bella cabellera al viento, su deslumbrante vestuario, sus ojos más lindos que el mismísimo cielo y esa mirada… Esa mirada triste. Ella era su niña… Aunque ella no lo sabía.

¿Quién lo diría? Jamás nadie, ni siquiera alguno de ellos dos, podría suponer que algo terminaría pasando entre ellos.

Era verano, y parecía que ese iba a ser el más caluroso de los últimos años. Para él, el calor nunca significó un problema. Creía que siempre vivió abajo mismo de los rayos del sol, sin embargo siempre sabía cómo encontrar una corriente de aire fresco que le ventilara el rostro, dándole algún respiro. Tampoco tenía inconvenientes en refrescarse bajo cualquier canilla que encontrara abierta.

Para ella, la estela de calor hacía sus días agobiantes. Durante el día disfrutaba del aire acondicionado de la casa. Mientras él y su familia lo soportaban a fuerza de persianas bajas y ventiladores con aletas que ya apenas giraban.

Llegó Navidad. La costumbre era esperar las 12 dentro de un ambiente festivo que se colaba por cada casa del barrio. Familias enteras, pobres y ricas, se juntaban bajo los árboles con sus reposeras para recibir el viento fresco que rozaba las mejillas.

Quizás por primera vez, sus miradas se cruzaron. Ella lo miró de pies a cabeza, su rostro moreno, fijando la vista sobre esos ojos oscuros, que la hacían sentir cierto estremecimiento que jamás lo pudo explicar. Él ya estaba acostumbrado a dejar que sus ojos se clavaran en ella, pero ahora, por primera vez sintió cómo los de ella también le correspondían.

Tal vez el susurro del viento, el tenue calor de la noche o el deseo desbordado de ambos fue lo que llevó a que en segundos, los dos se liberaran. El suave y verde pasto en la parte trasera del parque fue el escenario ideal para algo que para ellos se convirtió en algo mágico, como si lo esperaran desde hace tanto… Desde siempre. Parecían haberse reservado para esa primera vez, para esa noche en que sus cuerpos se encontrarían. No se conocían. Ella ni siquiera sabía su nombre, pero sabía que esa mirada le transmitía seguridad y confianza. Pese a que esa noche no pudieron consumar el idilio, debido a una pizca de inseguridad por parte de ella, siguieron viéndose. Un poco a escondidas… Un poco a la vista de todos. Más adelante, lo llegaron a consumar.

La vida los alejó. Él se dedicó a atender el almacén del barrio, que alguna vez perteneció a su padre. Y ella… Ella se marchó. Él nunca supo por qué. Sus padres la alejaron de quien consideraban culpable de que su pequeña se haya corrompido. Ella se negaba a hablar con él. La siguió hasta el puerto. La interceptó a escondidas de su padre y le propuso escaparse juntos para vivir y disfrutar de su amor. Ella sólo pudo desviar la mirada para esconder las lágrimas que empezaron a resbalar y escaparse por su mejilla. Salió corriendo y subió al barco que la alejaría para siempre del amor de su vida.

Él se quedó a la orilla como si esperase que el barco cambiara de rumbo y regresara a la ciudad. Pero no. Fue la última vez que la vio.



P.D.: Dedicado a todos mis amig@s y no tan amig@s que todavía creen en el amor, a aquell@s esperanzad@s e idealistas. A quienes escuchan 'En el muelle de San Blás' de Maná, y que por puro sentimentalismo, se les pone la piel de gallina y les da esas locas y raras ganas de llorar.