lunes, 28 de junio de 2010

El Cara de Libro

Sigo sin entender al cara de libro, facebook para todo el mundo, FB para los menos entendidos y feisbuk para los amigos.
Maldita creación para algunos, una bendición para otros a quienes les permitió reencontrarse con aquel compañerito del jardín de infantes o para aquella que descubrió que el ex novio volvió a la soltería y que está a la pesca.

Todo lo que se cruce por la cabeza de uno ya tiene un grupo creado al cual uno puede adherirse con solo hacer un click: “Odio levantarme temprano”, “Detesto que me dejen en bola”, “Yo también lloré cuando vi Titanic”, “Para todos los que odian a Menganito de Tal”, “Me gustan los rubios, los morochos, o los petisos”, etc, etc, etc.
Y ni hablar de los que abusan de la función que nos da la tecnología y que se pasan actualizando su estado desde el celular para que todo el mundo se entere del minuto a minuto de su vida al más puro estilo de Gran Hermano: “Mi jefe salió así que voy a ir afuera a fumar un poco”, “Acabo de llegar de la facu, ahora me voy a bañar porque Fulano me llamó a decir que está por venir a buscarme para ir a Glam”, y demás cosas por el estilo.
Una pregunta sin ánimos de ofender a nadie, ¿a quién puede interesarle la vida de una persona a la que tal vez uno no conoce más que solamente por la foto que subió a su perfil? Ah, claro, es que me olvidé que la amistad del feisbuk es una amistad distinta a la que estamos acostumbrados, no es un face to face habitual (aunque últimamente muchos están más acostumbrados a las “amistades” virtuales, si se los puede llamar así). Basta con que sea un conocido nada más para darle un click a “me gusta” a cualquier cosa que haga, diga o comente el personaje en cuestión. Y de paso aprovechar para robar algunos contactos y tratar de coleccionar más amigos que el mismísimo Roberto Carlos.

Me pone como loca ver la cantidad inmensa de tests ideados por cualquier persona que tenga al menos treinta minutos de ocio en su vida, con horrores ortográficos y que te preguntan desde el color preferido y número de la suerte, hasta con qué arma matarías si fueras un delincuente peligroso, solo para llegar al pueril resultado de que tu vocación es ingeniería aeronáutica (o una suerte de Macgyver, se acuerdan de Macgyver, ¿no?).

¿Querés ordeñar vaquitas, plantar naranjos, hacer crecer una huerta, cosechar hortalizas, mantener un restaurante o una cafetería? ¡Usá el FB!
¿Querés saber qué heroína de dibujos animados serías, a qué famosa te parecés, qué galán de Hollywood y vos están hechos tal para cual, en qué te reencarnarías si es que te morís? ¡Usa el feisbuk!

Por si fuera poco y si estás necesitada de algún consejo, tranquila. Recurrí a las frases del Dr. House, Susana Jiménez o Platón para encontrar finalmente qué hacer con tu vida, o si no, al menos vas a tener una frase en un momento oportuno de ella, con solo hacer otro click en alguna de las aplicaciones para obtener una respuesta a cualquier duda existencial o filosófica.

¿Querés saber el futuro? Nada de ir a consultar a la tarotista o que te tiren las cartas o lean las manos. ¡Nah! Ahora desde la comodidad de tu hogar y sin gastar nada más que el pago mensual del internet, podés ver tu porvenir con solo abrir una galleta de la fortuna o frotando una bola adivinadora y de paso evidenciar tu futuro con tus conocidos y amigos que podrán comentar sobre ello. ¡Todo por la módica utilización del cara de libro!
Toda esta reflexión me nació hace unos días. Cuando por cosas de la vida me saltó una recomendación de amistad de cierta persona que hoy ya es parte de mi pasado. “Erre de Tal Cosa, agregar a mis amigos”, ¡qué tentación! Pero tranquila, que no lo hice por una cuestión de dignidad (le conozco y sé que es capaz que después de 6 años siga pensando que todavía quiero algo más). Pero eso no cambia nada, lo puedo agregar en cualquier otro momento =) Morí de risa solamente al pensar que en la mañana estaba contándole a un amigo la experiencia que tuve hace unos años con el muchacho en cuestión. No creo en las casualidades, pero de que a veces ocurren cosas o se dan intuiciones curiosas, ¡es cierto! El chiste es que aproveché que ninguno de sus álbumes estaban bloqueados para “no amigos”. Sí, aproveché. Y espié (aaarrrggg! Odio usar esta palabra, pero no se me ocurre otra) como tratando de descifrar con quién anda, si sigue soltero, si qué hace. Y este personaje que ahora recorre el mundo (sí, cuando yo le conocí no hacía más que actuar y trabajar en donde lo llamaban) está flaquito y ya no tiene esa mirada perdida ni esa sonrisa cabizbaja con la que mataba mil y en la que yo (y unas cuantas más) me había fijado. En realidad ya me habían llegado rumores de que andaba por un crucero, pero no es pues lo mismo cuando lo ves con tus propios ojos y recién empezás a creer.

Me sentí tentada, no voy a negar. Siempre pasa eso de que cuando ves a tu ex novio, a un amigo con derecho a roce o un amigo que te gustó por meses y con quien pasaste un par de cosas bastante fuertes (como confesarle tu amor y que te diga “ahora mismo estoy enamorado de otra chica pero más adelante no sé lo que puede pasar”, y que un tiempo después cuando vos ya empezás a salir con otro buen hombre, venga él a buscarte justo cuando vos ya te abriste y te resignaste a verlo con otra) que lo vuelvas a ver y sí o sí se te mueva al menos una que otra baldosa. Lo que sí que un día no lo vi más y un tiempo después se fue. Nunca más intenté llamarle, retomar el contacto, ni siquiera para charlar con él sobre la vida. En fin. Como dije, me sentí tentada a hacer ese click que podría cambiarlo todo. Pero mamá siempre me dijo que yo era fuerte y por ende, que tenía una gran fuerza de voluntad. No iba a estar mal que lo haga, pero no sé. A lo mejor una parte de mí se intimidó al leer los comentarios de fotos “sí mi amor”, “te extraño mi vida”, que venían de él y de alguien más. Pero él siempre fue así, de comprarle a cualquiera con su sonrisa del tipo Colgate y su carisma inexplicable, además de que tenía una voz muy agradable a los oídos. O a lo mejor yo tenía miedo a que ante mi saludo pudiera contestar el ordinario “¿nos conocemos?” y yo me largue a llorar lágrimas de cocodrilo solamente porque después de 6 años se olvidó que de adolescentes fuimos buenos amigos. O porque directamente no me contestara porque en su vida ya había alguien.

Pero en serio, el feisbuk puede ser una gran caja de sorpresas, che. Y me río. Antes cuando conocíamos a alguien le pedíamos el número de teléfono. Después fue el número de celular, hasta que llegó el Messenger y su molestoso zumbido (hasta hoy no sé cómo algunos hacen para enviar trescientos a la vez). Ahora la primera pregunta es: “¿tenés feisbuk, twitter, orkut?”. Para salir corriendo a revisar las fotos y quién le escribe en el muro y quién no.

Yo admito, pese a quejarme, se volvió en un placer culpable. Pero intento que no me robe mi vida. Que no me obsesione como para querer dejar de lado mis relaciones personales para instalarme en los espacios virtuales. Pero tengo que reconocer que gracias al feisbuk me reencontré con unos cuantos amiguitos de la época del transporte escolar, amigas del inglés y de la escuela, poniéndome al día con compañeras de la danza y del teatro, hoy día compartiendo breves frases con ex compañeros y entrañables amigos del colegio (empiezo a saber que muchos de ellos valían demasiado la pena) y también conocí gente buena y decente por estas redes virtuales. No miento, ellos saben quiénes son. Y hoy pasaron a ser incondicionales.

Aún así, lo único que me queda suponer es que en los tiempos modernos la privacidad se habrá ido al baúl de los recuerdos con las cartas de puño y letra en papel de carta (que las coleccionaba siempre) y páginas llenas de estampillas, como las que coleccionábamos con mi hermano en la infancia… Hoy día, un click puede cambiar muchas cosas…

domingo, 20 de junio de 2010

Mi Héroe Anónimo

(Sí, en mayúsculas)



Cuando empiece a contar esta historia, a algunos les parecerá conocida, otros ni se acordarán, pero sé que después de esto, a más de uno, se le va a quedar grabada en su memoria.

Chris Gardner pudo haber sido un hombre común, como cualquier otro. Pero él se atrevió a romper los moldes. En su infancia casi no tuvo modelos masculinos positivos a los cuales tomar de ejemplo. A los 26 decidió que no quería ser doctor. Tuvo un hijo, a quien para poder sostener económicamente, tuvo que trabajar como vendedor de equipos médicos. Muchos años después y al conocer a su padre biológico, decidió que él sí lograría ser un hombre de éxito. Conoció a un hombre impecablemente vestido y con un Ferrari rojo y le preguntó cómo hacía para tener tanto dinero. Y éste le contestó que era corredor de bolsas. Y a partir de ahí decidió qué era lo que quería hacer en el futuro. Entró al mundo de las finanzas. De golpe renunció a su trabajo, canceló todas sus citas de ventas y pospuso sus multas acumuladas para dedicarse a tiempo completo a su preparación para ser corredor de bolsas. Sin experiencias, licenciaturas ni conexiones, logró que le hicieran una entrevista en la bolsa de valores Dean Witter Reynolds. Pero una semana antes fue detenido por no haber pagado 1200 dólares en multa y estuvo 10 días en prisión. Al salir, descubre que su novia se había ido llevándose a su hijo y toda su ropa. Al día siguiente decidió presentarse a la empresa con la misma ropa con la que fue llevado a prisión. Surtió efecto y consiguió entrar como aprendiz, ganando lo que apenas le alcanzaría para vivir. Cuatro meses después de que su novia desapareciera, regresa para que él se hiciera cargo de su hijo, y pese a que en las pensiones no aceptaban niños, tomó su custodia. Todo su sueldo se iba en pañales, jardín infantil y comida. Usaba dos trajes, uno gris y uno azul, que siempre cargaba en su bolsa. A veces dormían en moteles baratos, pero no se podían dar siempre ese lujo, entonces dormían en su oficina, en albergues, parques y hasta baños públicos. Ninguno de sus compañeros de trabajo sabía que ni él ni su hijo tenían dónde dormir. Chris recibió ayuda de quienes menos esperaba. Las prostitutas, al verlo empujando el destartalado caminador de su hijo, le daban 5 dólares al niño. Hasta que un día un reverendo vio la dedicación de Gardner por su hijo, que le invitó a quedarse unos días en el refugio de madres indigentes. Aún así y pese a todo, Gardner siempre era el primero en llegar a la oficina y el último en retirarse.
Se preguntará cómo terminó esta historia. Este hombre entró a trabajar al Dean Witter Reynolds. Y hoy es un millonario emprendedor y conferencista de los Estados Unidos.


Chris Gardner no era ni en lo más mínimo como Clark Kent ni como Bruce Wayne. No era un oficinista con súper poderes. ¿Sabe cómo lo llamo yo? Un héroe anónimo. Uno de esos héroes no reconocidos por los cómics, pero que día tras día le pone alma y corazón a esta lucha constante y que ante todo, pone el pecho y la sonrisa a la vida… Y en este caso, también a su hijo.

No escribí este blog para hablar solo de Christopher Gardner, el humilde hombre que no tenía nada más que fe en sí mismo y sobre todo ganas. Pudo ser un hombre común y corriente. Pero en vez de huir de los problemas o recurrir a la delincuencia, decidió comprobar que cuando uno desea algo con el corazón, el cielo y las estrellas conspiran para derribar cualquier pared y obstáculo que se nos anteponga.
Bastante escribí ya acerca de un hombre al que pocos conocen. Pero al que sé que los que llegaron a conocer su historia, nunca la olvidarán. En realidad, esta entrada era un homenaje a mi propio héroe anónimo. Y para hacerles ver a quienes me leen, que quienes somos, siempre deja huellas.

No, tranquilo. Él no es rockero, no es famoso ni es multimillonario. Nada más es un señor que supo cómo dignificar mi existencia y la de mi familia. Ese hombre que desde temprano tuvo que trabajar para ganarse la vida, para sustentar a parte de su familia, que pese a todo se permitió soñar y creer que él lo podría hacer. Y así fue. Terminó el colegio, fue a la universidad, y se hizo todo un profesional. Un hombre con un carácter bastante difícil (carácter que lo heredamos, igualmente), que nunca nos hizo faltar nada, que siempre nos dio incluso más de lo necesario, quizás incluso, más de lo que merecíamos. Que pese a sentirse incapaz de adaptarse al mundo contemporáneo y limitarse a escuchar muchas de nuestras inquietudes, jamás dejó de hacer algo por nosotros. Pese a que hoy no compartimos más que charlas telefónicas y unas que otras visitas o esporádicos viajes juntos y algunos cumpleaños, él nunca nos abandona en espíritu, en alma, en corazón.

Llegaba cansado del trabajo, de escuchar problemas e inestabilidades laborales, de sufrir presiones políticas, de enfrentarse a personas que se creían superiores por el simple hecho de estar del otro lado de la cancha… El stress con el que cargaba todos los días se sumaba a la grandísima responsabilidad que implicaba mantener una familia, de la que tuvo que hacerse cargo siendo aún bastante joven para un hombre de su época (y de la actual también). Dicen que la distancia acorta el amor, el cariño y agranda las ganas de extrañar y de abrazar. Será eso lo que nos pasó. Por sobre todo, en estos años intenté comprenderlo. Y tengo que admitir que aún no lo he hecho y que creo que ya no lo haré. Intentar hacerlo cambiar sería como querer hundir a La Paz. Por eso decidí no tratar de entenderlo más, simplemente quererlo, demostrarle mi cariño y mi gran admiración, por más abstracta que esta parezca. No escribió ningún libro de su vida y mucho menos fue llevada al cine por ninguna productora. Simplemente nos enseñó que no siempre es necesario pisar cabezas para llegar a ser alguien en esta vida. Que no hay que vender ni los principios, ni los valores. Que así como Gardner, solo hay que tenerse fe, confiar y pelear con todas las fuerzas para superar los obstáculos. Que simple y sencillamente hay que creer, porque nada vale más que la mismísima memoria y la conciencia limpia. Que ese es el mayor motivo del cual podríamos enorgullecernos con el paso de los años. Porque a fin de cuentas, será lo único que quede.

Cometió sus errores y aún los sigue cometiendo. Así como yo, o como mis hermanos. Pero hay cosas, hechos y personas que valen la pena por la simple razón de ser, de existir, de estar. De habernos enseñado que ante todo, nunca hay que vender la conciencia, por habernos negado muchas cosas, por habernos exigido a veces incluso más de lo que nos creíamos capaces, por habernos dado merecidos y no tan merecidos regaños, pero sobre todo, por nunca habernos abandonado.

¿Ya sabe de qué film se trataba la primera parte? Sí, En busca de la Felicidad, la historia llevada al cine por Columbia Pictures y protagonizada por Will Smith en una participación que le debió una merecida nominación al Oscar en el año 2007 y avant premiere a la que el verdadero Christopher Paul Gardner no fue por asistir a un evento de caridad.

Lo que le sigue a la historia de la película, no es más que la historia de un ídolo personal, de quien me siento enteramente orgullosa de llevar su sangre y su apellido. A quien le debo parte de lo que soy (porque el otro crédito se lo lleva mamá). De quien pasó el cumpleaños y recién hoy pensé que sería el momento y la mejor manera de homenajearlo, porque él se merece más. Y siento que no me alcanzará una sola vida para devolverle todo lo que ha hecho por mí, por mis hermanos y por mi mamá.

Hablo de mi padre, mi propio héroe anónimo. Y así como a él, aprovecho para homenajear a aquel Juan Pueblo que día tras día es capaz de pelear contra los grandes fantasmas delincuenciales que nos acechan. Ese héroe anónimo puede ser cualquiera que esté dispuesto a dejar alguna huella en alguna persona.

Ahora, si me permiten, lo voy a buscar, es el momento de darle a mi papá el gran abrazo de oso que muchas veces le negué por pensar que ya estaba grande para eso.

P.D.: Este sencillo homenaje es para él, porque considero que es lo que mejor se me da. Yo misma me encuentro emocionada escribiendo estas palabras porque siento que tal vez ni siquiera toda una vida me alcanzaría para devolverle la mitad de todo lo inmenso que me ha dado. Quizás muchas cosas podamos reclamarle, pero nunca echarle en cara el gran ejemplo que siempre simbolizará para nosotros. De lucha, de un batallar constante, de honestidad, de dignidad. Su incansable lucha y su fuerza de voluntad me demuestran cuán grandioso puede llegar a ser nuestra alma. Y me quedo con la satisfacción de saber que su ejemplo será siempre el empuje que me haga continuar esta lucha constante, a mí y a mis hermanos, lo sé.

Y a quienes hicieron de madre y padre a la vez (mujeres y hombres), mis más sinceras felicitaciones y admiración. Porque podemos recibirnos de licenciados, ingenieros y doctores, pero el ser padre, madre o padre y madre a la vez, es una carrera que no tiene precio, duración ni años de ejercicio. Es solamente una cuestión de grandeza humana.

¡Feliz día, papá, y gracias por ser y estar!
Infinitamente.

jueves, 10 de junio de 2010

50 contradicciones femeninas

1. Gritar furiosa y llorar desconsoladamente durante la misma discusión
2. Conquistar a un mujeriego para transformarlo en un hombre de familia.
3. Dejar a ese reluciente hombre de familia para conquistar a otro mujeriego.
4. En una cita, insistir en pagar la mitad de la cena y no volver a salir con él si acepta la oferta.
5. En invierno, salir con una remera diminuta y pollerita y terminar envuelta en un sweater enorme y prestado que dice "Viaje de egresados 1998".
6. Repetir incansablemente que sólo necesitas amor, comprensión y estabilidad, y sentir repulsión por un hombre bueno y simple que te manifiesta frontalmente su devoción.
7. Comprar modernas prendas holgadas y llenas de cachivaches que sólo otra mujer puede apreciar.
8. Ponerse a dieta terminal para ir a un casamiento y comer como una piraña fuera de control durante toda la fiesta.
9. Seguir pretendiendo que los hombres puedan ver lo enojada o triste que estás sin haberles contado nada.
10. Guardar rencor y bronca durante meses y estallar porque se derramó la sal.
11. Analizar tu vida amorosa desglosando cada frase y cada actitud de tu pareja con tus amigas pero cortar una relación si la tarotista asegura que no es el indicado.
12. Enamorarte de un hombre casado porque es incapaz de traicionar a su mujer.
13. Despotricar cuando un hombre pesado e insistente te corteja, y perder la cordura cuando por fin deja de hacerlo.
14. Catalogar a una amiga sexualmente hiperactiva como "una banda" y a una más selectiva de perdedora o lesbiana encubierta.
15. Comprar una remera de verano en noviembre sabiendo que en enero va a estar a mitad de precio.
16. Dejar a un hombre porque ya no te gusta y que vuelva a gustarte cuando él encuentra a otra.
17. Ponerte ropa nueva para una cita sabiendo que un viejo vestido negro te queda mucho mejor.
18. Hacerte la permanente si tu pelo es lacio, plancharlo si está enrulado o teñirlo de rubio si es oscuro.
19. Insistir y esperar cuando la relación está acabada hace tiempo.
20. Morir de amor por un hombre que cría sólo a sus hijos y sentir pena por una mujer que hace lo mismo.
21. Decir que las modelos "son demasiado flacas" mientras te tambaleás por el cuarto día de ayuno.
22. Declarar durante todo el año que celebrar el aniversario es una estupidez y enojarte con tu pareja cuando la fecha llega y se olvida.
23. Seducir a un hombre sabiendo con seguridad que jamás vas a dejar que te toque un pelo.
24. Negarte a dejar los dulces para bajar el colesterol pero hacer la dieta del arroz para usar un vestido.
25. Creer en el horóscopo en las semanas que anuncia cosas buenas.
26. Ir a una fiesta en stilettos y tirarlos debajo de la mesa luego de quince minutos para poder bailar.
27. Hablar de dieta con una torta en la mano y hablar de tortas cuando estás a dieta.
28. Quejarse de que la depilación es un hábito primitivo y gritar de asco cuando tu marido dice que dejes de hacerlo.
29. Tomar sol al mediodía untada en aceite de cocina y comprar crema antiarrugas y gel para contorno de ojos.
30. Declamar una y otra vez fuerte e independiente que sos y simular debilidad e indefensión cuando necesitás de un hombre.
31. Decir que no querés nada para Navidad y secretamente esperar el regalo sorpresa.
32. Remover esos aros divinos de tus inmensas orejas alérgicas, esperar dos o tres días y volver a usarlos.
33. Decir que "lo importante es lo de adentro" cuando tenés un novio feo, y alegar que "la piel es todo" cuando conseguiste uno lindo.
34. Creerle al mismo hombre cuando habías jurado no volver a hacerlo.
35. Perseguir a tu pareja para que colabore en la cocina pero echarlo por inepto en cuanto empieza a ayudar.
36. Espiar y acechar a las compañeras de oficina más vagas e ineptas para amargarte y sufrir.
37. Probarse ropa durante toda una tarde y salir con el primer conjunto que elegiste.
38. Arrancarte los pelos de piernas, axilas y cavado con cera caliente o una máquina eléctrica y llorar cuando te quebrás una uña.
39. Abandonar a tu novio porque es celoso y sentirse fea y desamparada cuando no te celan.
40. Ser capaz de dirigir una empresa de doscientos empleados, un país de treinta millones de habitantes o una familia de doce miembros pero llamar a tu mamá cuando te duele la muela.
41. Dejar la ropa más nueva y linda para salir cuando en realidad pasás cuarenta y ocho horas semanales en la oficina y tres o cuatro en una salida.
42. Pellizcar bebés ajenos, pensar hasta el cansancio los nombres de tus futuros hijos, emocionarse con los embarazos de tus amigas y llorar desconsoladamente el primer día de atraso.
43. Ir a una fiesta o reunión en la que está el hombre que te rompió el corazón.
44. Preguntar si estás gorda para que te digan que estás flaca.
45. Mirar comedias románticas y melodramas al día siguiente de cortar con el amor de tu vida.
46. Censurar a las amas de casa porque no tienen una carrera y a las que tienen una carrera porque la empleada doméstica cuida de sus hijos.
47. Sentir discriminación si eligen a un hombre para tu puesto pero tener un derrame cerebral de ira si eligen a otra mujer.
48. Llorar con los documentales de los animalitos de "Animal Planet" e hiperventilarse de excitación frente a una cartera de cuero.
49. Considerar que a los sesenta años un hombre es joven, y una mujer una abuela.
50. Bajar de peso, hacerte las uñas, broncearte y vestirte mejor cuando terminás una relación y engordar 20 kilos y ponerte el jogging, cuando empezás una.

P.D: Me pasaron esto por mail, y lo quise compartir, las imágenes las seleccioné de las páginas de MAITENA, MUJERES ALTERADAS. Soy feminista, de apoyar las bases de la liberación femenina, etc, etc, etc. Pero mi afán de periodista me intenta ubicar en una posición imparcial y lo más objetiva posible. ¿A quién no le pasó? Y después cuando nos lo dicen a la cara nos negamos a creerlo. Mujeres y hombres tenemos lenguajes totalmente diferentes, ya no es noticia eso. Y después nos llaman histéricas a nosotras (ojo, muchas veces tienen razón, unas cuantas veces no, coincidamos en que ellos también tienen lo suyo). En fin. En algunos puntos se habrán identificado. Qué verdades che, que a veces nos negamos a ver y es así, tal cual. Díganme si no...

martes, 8 de junio de 2010

Little girl, forever

Todo ser humano, por naturaleza, es inconformista. De chicos soñamos ser adultos, para hacer cosas de grandes, hablar cosas de grandes y que no lo excluyan a uno por ser chiquito. Cuando vamos creciendo decidimos quedarnos en la adolescencia, para seguir revolucionando, yendo de parranda y haciendo de las nuestras en la popular edad del pavo. Una vez que salimos del colegio y que empezamos a cargar con ciertas responsabilidades de adultos, nos cansamos y deseamos nunca haber pasado la barrera de la infancia, aquella etapa inocente, en que jugar era lo más serio que podíamos hacer y reírnos por las cosquillas hasta que nos doliera la panza era de lo más travieso y entretenido.

A menos de 24 horas de vida, ya somos capaces de llorar con todo el potencial de nuestras diminutas pero potenciales gargantas. Pero los que nacimos sensibles lo seguimos haciendo después por cualquier cosa que para un mortal común y silvestre resulta insignificante. Todos queremos ser Peter Pan y estar por siempre en el país del Nunca Jamás. Curioso nombre para un país. Dicen que su capital es la Utopía y la segunda ciudad más importante de su geografía pasa a ser llamada Sueños. Ese es el país del niño que nunca quiso crecer. Por algo Peter Pan no quería salir de ahí, porque sabía que la vida afuera, en el mundo real, de este lado de la galaxia tiene poco de aquel país, y sabía a lo que debía enfrentarse.


En fin, no importa. Whatever. Se joda quien se joda. Pero yo prefiero seguir ahí, en esa ingenua idealidad de la niñez. Considero a la infancia la mejor etapa de cualquier vida. Pienso que pese a que se avizoren las temibles arrugas, seguimos consciente o inconscientemente siendo unos niños. Todavía me siento como esa pequeña, como si estuviese durmiendo o zapateando en la barriga de mi mami (sí, según me cuentan en ese entonces ya era inquieta). La chiquita que revoloteaba sus cabellitos que daban forma al tradicional corte taza que todo el mundo usaba en la escuela. Y aún hoy sigo haciendo cosas como caminar por la calle sin pisar ciertas líneas, o saltándome algunas baldosas, o haciendo alguna que otra locura. Sí, cierto. Ahora que lo pienso, el mayor don de nuestra existencia es el de ser infantes, niños. Aunque lastimosamente en el maldito camino a la adultez, podemos perder lo mejor que tenemos cuando somos pequeños: la gran capacidad de asombro. Y ya no se nos remoja una lágrima cuando vemos una flor emerger, ni el brillo de la luna, ni el fresco atardecer, ni el color escarlata del anochecer. Todo pasa a ser parte de lo obvio, de lo natural.

Y es absurdo. Sí. Porque así no se puede ser un niño por siempre. Porque una vez que perdemos la capacidad de sorprendernos por las pequeñas cosas que la vida nos entrega, estamos aprendiendo a morir… Envejeciendo. Y me sigue pareciendo absurdo que nos respaldemos en la típica ley de la vida que es nacer, vivir y morir. Y no hacer nada para que quienes somos deje alguna huella. Ya no nos emocionamos ni valoramos ni nos asombramos siquiera por la simplicidad de las cosas que resultan tener un inmenso significado afectivo, que se nos entrega a diario, tal vez, como un abrazo de oso, un beso de queso, y alguna mirada cómplice de la luna que entra por mi ventana, o la del sol sonriente que me da la pauta de que un nuevo día comienza, y que puede ser mejor. Que puedo seguir jugando con la misma seriedad de cuando era una pequeña. Sí, hoy entendí que esa es la madurez a la que aspiro (como decía Friedrich Wilhelm Nietzsche).


No quiero ser como el resto, no quiero salpicarme con la suciedad del mundo y quedarme estática ante tanta maldad.Me gustaría que todos vuelvan a ser esos niños inocentes que se caían y no se hacían daño, y que ahora que se hicieron adultos, la vida no deja de darles a palos.

Quiero llevar luz, ahí donde vaya. Y ofrecer una sonrisa a quien pudiera necesitarla. Reír hasta que me duela la panza, que me hagan cosquillas hasta enfermarme de carcajadas. Llorar con cada gesto sencillo y emotivo que me haga sentir que dentro de mí todavía queda algo de Peter Pan (aunque siempre me consideré más una Campanita de este mundo). No quiero perder mi esencia, mis valores, mis afectos. No quiero, no quiero, no quiero. Solamente quiero poder abrazarme a los míos y sentir que el sol me está sonriendo para desplegar mis alas porque sé que todavía me quedan muchos cielos por volar.

Así soy. Y hoy extraño a personas que ya no están conmigo, momentos que no supe aprovechar, oportunidades que dejé escapar. Pero quiero vivir mi presente, aquí y ahora. Sentirme la niña traviesa y revoltosa que corría detrás de mis hermanos, que iba a escuela de la mano de abuela, a quien hacía copiar mis lecciones cuando mi lentitud me impedía terminarlas. No quiero dejar que la vida pase y me vea de brazos cruzados esperando que llegara el día. No. Estoy aquí por algo. Y mientras me sea posible, deseo de corazón, hacer algo que quede después. Y no tanto material, sí algo abstracto, que no se ve, pero se siente.

Quiero volver a recordar las mil aventuras vividas en mi olvidada niñez. Quiero sentirme niña otra vez, que me abracen casi hasta asfixiarme, esconder mi rostro en el pecho de papá, que me cobijen en el frío, que me cuenten un cuento cuando voy a dormir, que me canten una canción de cuna y sobre todo, sentir profundamente la magia que tiene un simple abrazo, un choque de manos, un compartir diario. Como cuando los dolores del alma aún no me aquejaban y las heridas se sanaban solamente con caramelos de colores, una camionada de ternura y amor, mucho amor.



Sí. Hoy es uno de esos días. Me invade el síndrome bipolar. Me siento alegre y triste. O no es tristeza, más bien es nostalgia y melancolía. Quizás es por eso que este post me salió mejor que los de últimamente (a criterio mío, mi afán de perfeccionista hace que me sea más fácil criticarme a mí misma). Me gustan estos días. Me ponen a pensar en estos detalles, en recuerdos que están congelados en mi memoria. Y no todos son recuerdos tristes. Sí lo son por el hecho de haberlos perdido, de que ya sucedieron. Pero intento no entristecerme porque los haya perdido, intento alegrarme porque al menos ocurrió. Y eso es lo bello de días como éstos.

sábado, 5 de junio de 2010

F5


El ser humano es inconformista por naturaleza. Siempre quiere lo que no tiene.

La vida, el ser, los sueños… Todos ellos se conjugan en un verbo tan símil que nadie parece verlo, que nadie puede tocarlo, VIVIR. Todos somos humanos, todos somos errantes, sin embargo, para mi ideología marciana, el único nexo que puede unirme a alguien es el sentimiento puro.

Siempre quiero lo que no tengo, quiero estar allá y no disfruto del lugar que ocupo ahora. Suelo correr hasta esa persona que no se ha percatado de mi existencia, mientras ni yo misma me percato de la persona que con ansias busca tomarme de la mano para caminar conmigo. Lloro por la leche derramada y valoro lo perdido.

Sin duda, el mundo está de cabeza y pareciera que el planeta está por explotar.
Tengo el dedo índice inservible, a punto de ser enyesado. Me vuelvo devota del F5 esperando alguna respuesta laboral y existencial. Y como una autómata refresco cada dos por tres la ventanita de mi correo, con la esperanza de encontrarle alguna respuesta que pueda cambiarme la vida, deseando no encontrarme todo el tiempo con alguno de esos correos que dicen que “si no se lo envío a 34826 personas en 5 segundos voy a tener 832 años de mala suerte”, o algo así.

Paso por mil errores que cometo quizás más de una vez. Felices de los errores que me abofetean en el momento indicado, a fin de mostrarme el camino. Es difícil moderar la ansiedad y adaptarse a los tiempos. Y más para alguien que nunca se caracterizó por la paciencia y sí por ser inquieta.

Finalmente, decidí actualizar mi vida. Darle F5 a mi andar. Y hoy puedo aprender a amar lo bueno y lo malo del día, a subir con pasos firmes a mi escenario cotidiano. Hoy ya duermo profundo, sueño lindo y me despierto sin angustias. Hoy me siento capaz de frenar todo para pasar una tarde solamente tomada de la mano de la persona que supo esperar a que cometa mis errores, que aprendiera de ellos y alzara la vista para mirarla a los ojos. Hoy asumo lo perdido sin lágrimas, y canto victoria por lo obtenido.

Cuánta gente he escuchado que dejó pasar la vida por miedo a arriesgar un corazón y por no apostar una sonrisa. Hace poco alguien me dijo que el mundo no se detiene para que vos arregles tu corazón roto. Por fin lo entendí. Todo pasa por alguna extraña razón y a veces nos quedamos embobados buscando atribuirle un gran significado cósmico a un simple suceso terrenal, que no siempre importa la razón, sí la intención, o el simple hecho del suceso mismo.

Hoy quiero presionar F5. Y actualizar amistades (Conejo, siempre vas a estar en mi corazón pese al tiempo y a la distancia, el amigo que desde hace casi 10 años me aguanta en todas mis decepciones amorosas y mis actitudes conflictivas, me escribió después de mucho solo para saber cómo estaba, para contarme de su vida, que se quiere casar, y preguntar por la mía. De más está decir lo feliz que me hizo), reencontrarme con amigos del colegio y de otros lados que hace mucho no veía (Rossy, amiga que conocí en el CCPA, volver a verla después de tanto me alegró la existencia, en serio, que me cuente que también hace teatro y que como yo empezó a entender que eso de que nuestros padres nos hayan metido a estudiar inglés sí fue una de las mejores inversiones que hicieron por nosotras; prometimos volver a encontrarnos, no le atribuyo a las casualidades, sino a un suceso terrenal que me hizo ver cuán bello es recordar cosas lindas con personas que llegaron a ser tan importantes en mi vida), asistir a lugares que hace tiempo no iba. Escuchar música de antes, leer por enésima vez El Principito, para comprender que “lo esencial es invisible a los ojos” y que los adultos siempre están pendientes de los números, y no de las esencias. Disfrutar de mi soledad tomando un buen vino, escuchando bossa nova o viendo La Vida Es Bella. Llorar cuando veo sola una película romántica mientras me abrazo a un peluche y río a carcajadas en el teléfono cuando hablo con un entrañable amigo. Qué más da. Me actualizo nomás. Hago lo que siempre quisieron hacer algunas personas y que no lo hicieron porque alguien más los estaba mirando. ¡Al Congo mi pánico escénico!

Por eso hoy le doy F5 a mi ordenador interior. Para no olvidarme que ese HOY es alcanzable para cualquier mortal. Porque ese HOY… Puede ser todos los días.

Vale la pena arriesgar una sonrisa, a la larga puede convertirse en más que una carcajada, a fin de cuentas, a lo mejor ir a lo seguro sea el método equivocado.

Dále F5 a tu vida también. Y sonreí pese a que el mundo haya empezado a girar del revés. Por ahí con una sonrisa no se cambia el planeta, pero sí se puede alegrar algún corazón. Yo, desde hoy, decidí hacerlo, porque yo quiero ser diferente al resto.

¿Te unís?