jueves, 29 de diciembre de 2011

Todo llega



No es que me haya propuesto hacer una revisión de fin de año sobre los logros y las materias pendientes, pero creo que estas fechas ayudan a que mentalmente repasara lo que fue este 2011.

Por inercia más que por razonamiento, lo primero que vino a mi mente fue lo malo: un trabajo que llegó a hartarme a más no poder, acompañada de una situación económica tan apretada que sólo me provocó recortes en esas cosas prescindibles, pero que a la vez me resultaban placenteras (cenas afuera no hubo ninguna, talleres literarios y de teatro que quedaron solamente para el recuerdo, viajes que no se concretaron y que más que nada, el año tuvo mucho shopping) O.o Y desde luego, días invernales para el olvido.

Los primeros meses del año estaba saturada, estresada, a punto de colapsar. Juraba y perjuraba que si llegaba a aguantar en ese laburo hasta mayo, era todo un logro más que meritorio. Ya no estaba para reproches, al menos sin valoraciones de por medio. Porque ante todo estaba el amor propio y ya no daba para más seguir tolerando que pisoteen mi integridad ni mi capacidad profesional (porque hasta tener que encargarme de la limpieza de mi oficina, lavar platos después de una producción y hasta tener que comprar yerba y preparar el mate de la autoridad, era digno de un colapso nervioso). Al salir de esos cuatro vidrios (porque ni paredes eran, hasta ellas hablaban), era motivo suficiente para ya no tener ganas de hacer absolutamente nada.
Y quizás ese desánimo que me produjo mi trabajo hizo aflorar mi verdadera vocación y me impulsó a dedicarle más tiempo a algún placer que estaba adormecido. La falta de plata me hizo buscar alternativas y poner a prueba mi ingenio tratando de sobrevivir en más de una oportunidad, por lo que decidí religiosamente salir a caminar casi todos los días al menos 45 minutos cada vez.

Mientras tomaba consciencia de que amaba mi trabajo, de que me gustaría morir produciendo, escribiendo, viviendo de esto, empecé a ser honesta conmigo misma tratando de convencerme de que eso en realidad no me llenaba, y que ni por amor ya no estaba dispuesta a sentirme tan humillada e incomprendida. Y eso pasó justo cuando me dieron el cheque de liquidación. En el momento justo en que estaba por estallar. Si ellos no me decían nada, lo habría hecho yo. Y ya lo veía venir, pero por cosas de la vida, me costó asimilarlo al comienzo. Hasta me hicieron sentir que como profesional no valía un céntimo. Cabe destacar que después de eso perdí un laburo importante. Perdí de vista todas las expectativas que tenía para este año que esperaba iniciara de una mejor manera. Dejé de pensar en lo que vendría después, creyendo que nada iba a ser mejor.

La tormenta pasó. Pero no dejé de llorar a moco tendido y lamentarme por el fracaso. Sí, a pesar de todo lo consideraba un fracaso. Yo estaba tan ensimismada mirando entercada esa puerta que se cerró sin querer fijarme en las que se me podrían estar abriendo. Dejé de lado la tesis, me encerré en mi termo y preferí cruzarme de brazos antes que actuar. Y ahí fue cuando cambió todo. Primero se abrió una ventana, después se cerró otra puerta, se volvió a abrir otra. Y así… Hasta llegar al día de hoy, en que nuevamente vuelvo a cargar mi mochila de ilusiones, proyectos y expectativas, además de un par de parches que guardo en un bolsillo para que esta vez una caída no me haga estancarme en el camino. Esta vez ya quiero estar prevenida.



Y ese es mi principal deseo de fin de año: mantener mi capacidad de sorprenderme, pero ya no ser tan impulsiva. Que reaccione a tiempo y salga a buscar respuestas, que me amigue con mi pasado y que acepte ver que nada fue en balde, que todo sirvió para que mis ilusiones hoy crezcan más, pensando que se viene un verdadero gran año. Ya tuve una noticia que si pasara a concretarse, sería una enorme y maravillosa oportunidad para mi carrera profesional. No sé si será así tal cual siempre lo esperé, pero sé que es esa oportunidad que tanto tiempo busqué, que llegué a decir “alguna vez va a llegar MI MOMENTO”. Y sé que en eso estoy, que Abuela quiso que todo lo anterior pasara para que estuviera preparada. Para que si sucediera, estuviera más que convencida que todo ocurrió por algo. Que absolutamente nada de lo pasado, fue por casualidad. Tenía que hacer camino antes y sé que así será. Lo voy a contar una vez que salga, sino, igual ya llevo el parche para evitar que la herida vuelva a sangrar y saber que si no pasa nada, mi camino será seguir andando. Como siempre, como hasta ahora. Así sin más.

Se va el 2011, un año difícil, que agoniza después de haber estado más tiempo ensimismado, como si se hubiera tragado una fábrica de sedantes, que lúcido.

Hace bien en irse. Su estadía no generó tantas complacencias y alegrías como el 2010, sin embargo no escatimó en generar complicaciones.

Desde un comienzo pensé que difícilmente sería tan bueno como el anterior, pero aun así nunca dejó de generar expectativas, falsas, pero expectativas al fin. De las cosas buenas que esperaba me regalara, sólo se limitó a hacer insinuaciones. Y salvo por algunos encuentros en la mitad y grandes noticias, casi al final, después se robó más de la cuenta.



Me abofeteó en más de una ocasión, me hizo pedir clemencia, me puso la soga al cuello, y ¡me cortó la inspiración! Y ese es el peor crimen para mí, digno de ejecución. Con eso esperó que me rindiera, lo deseó tanto hasta darse por vencido cuando lo insulté tratando de escribir cosas coherentes para no abandonar del todo este espacio virtual.



Se puede decir que fue jodidamente irrespetuoso, pero que espero mi revancha, siempre la hay en todo. Y ese desquite espero que lo traiga el 2012 que ya está bajando del avión y que viene en busca de un espacioso alojamiento, con un enorme armario donde pueda colgar los honores y regalías que espero me tenga preparado y que el primero sea en Marzo.

Si cumple con su promesa, en su valija habrá menos dudas y más certezas, más acercamientos que promesas y mucho más bienestar que miseria.

Siento e intuyo que este año finalmente traerá la bendición de sentirme libre desde la raíz hasta las puntas. Ya empiezo a sentir la sensación de plenitud que me pueda permitir disfrutar del baile, de los abrazos, de la emoción anudada en el pecho y atorada en la garganta. Siento que habrán momentos que tendré que pedir que se vuelvan eternos. Que veré las caras de siempre y unas cuantas nuevas. Que existirán silencios capaces de acreditar las verdades que me calle. Que tendré a mi familia más cerca que nunca y a los amigos y amigas que son familia. La esencia de la decencia de las presencias. Los amores creciendo de a poco y los espacios para mí.

El llanto al final de las películas que cuenten algo sobre la vida, pero no ese llanto para mi vida. El recuerdo y la memoria como hermosas maneras de revivir a los que se fueron, sobre todo a Abuela, que aunque ya no esté en cuerpo, la tengo presente a mi lado todos los días de mi vida.


El 2012 promete cuerpo sin nuevas cicatrices, alma con hambre de brillar, mente con ganas de inventar, manos con ganas de crear. Y un avioncito de papel que sea capaz de pasearme por todo el calendario, sin miedo.

Y eso es lo que quiero.

Para todos los que están del otro lado de la pantalla de monitor, pero que se encuentran en mi corazón, va el deseo de que el 2012 les de la revancha que se merecen.

Les prepongo brindar por lo inmejorable, que algo me dice que está ahí nomás, a punto de derribarnos la puerta.

Si bien el 2011 no fue el mejor año, en ningún sentido, tampoco puedo decir que fue un malísimo año. Supongo que uno nunca se siente satisfecho con lo que logra, mucho menos con lo que no. Y ese es el dilema.

Sin embargo, abajo, en mi mundo cotidiano, guardo una colección de afectos y recuerdos, que tienen un inmenso valor que no se compara ni a todo el oro del mundo.

Y como dije el año pasado y lo repito. Queda un lugar de privilegio para mi vocación y otro de estreno para los nuevos proyectos que se avecinan en el nuevo año.
Pero por sobre todas las cosas, quiero que la esperanza quede intacta y reluciente en todos y cada uno de nosotros y de ustedes, para que sepan que así como llegó la Noche Buena, llegue un año con otras 366 páginas nuevas para colorear.


Mi deseo para todos ustedes es que nunca pierdan la fe y la esperanza. Si quieren creer en Dios, en una religión, en una ideología, o en lo que sea, háganlo. Pero nunca se cierren a los nuevos designios. A veces lo mejor puede llegar a ser eso que nunca esperamos. Eso que consideramos “distinto” y ajeno a nosotros, muchas veces es la mejor de todas las sorpresas que podemos encontrar en un nuevo año.

Es muy común decirlo, de hecho ya es una frase un tanto gastada, pero creo que no hay nada como ¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO! para encerrar en una sola frase tantos buenos deseos.

Que sea un año lleno de proyectos, pero sobre todo de FELICIDAD. Lleno de todo lo bueno que podamos obtener con trabajo, esfuerzo y perseverancia.


Que nunca les falte la SONRISA, que es el regalo más económico y reconfortante que podemos entregar. No importa cuánto dinero tengamos, lo que importa es que sepamos ser felices en la posibilidad de lo que somos, de seguir peleando por alcanzar eso que queremos.

Este año tuve grandes ejemplos de superación personal y profesional gracias al trabajo que ocupa mi tiempo desde julio. Pude vivir en carne propia y aprender que gente que tiene menos que nosotros, tanto a nivel material como físico, es la que más ejemplo de vida puede darnos.

Y una experiencia personal en cuanto a eso es la nota que fui a hacer al Centro Educativo San Pedro y San Pablo de Lambaré, a trabajadoras domésticas que sueñan con terminar su Educación Básica, cuando una de ellas se acercó a preguntarme a quién deben dirigir una nota de agradecimiento por la oportunidad brindada para que puedan terminar sus estudios. No tengo cómo explicarles lo que significaron esas palabras. Ahí entendí lo importante de mi trabajo, que soy un simple nexo entre instituciones y programas sociales, sin embargo, el valor de nuestro trabajo solo lo sabremos nosotros, cuando veamos que no solo nos mueve el dinero, sino la dicha de hacer algo que quede después, que trascienda lo económico y que vaya mucho más allá de lo visible.

Y recuerden, el esfuerzo y el sacrificio, tarde o temprano es recompensado.
A veces tarda más, a veces menos. Pero siempre vale la pena esperar, porque todo llega.

Y una mención especial, no se olviden de sus mascotas en estas fiestas, no exploten petardos, por el bien de todos se los digo.

Y si van a tomar, no manejen.
Si van a manejar, no tomen.

Espero que hayan tenido la mejor de las Navidades y que el 2012 los lleve de paseo por los caminos de la felicidad.

De corazón: ¡Feliz TODO para ustedes!
Un abrazo y éxitos en cada emprendimiento.

¡Feliz nuevo año, adorados amigos del espacio virtual y real!

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