lunes, 17 de diciembre de 2012

Duelo

"La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente". Francois Mauriac. 


De polvo eres y en polvo te convertirás, reza un viejo y conocido refrán bíblico. Y la pregunta que me surge es: ¿Qué haríamos si supiéramos el día y la hora exacta en que nos convertiremos en polvo?

 Ayer cumplí 24 años y lejos de tirar la casa por la ventana, me tocó esconderme detrás de un antifazpara demodo a paliar el dolor. Tenía a cuestas dos guerras. La guerra interna contra los sentimientos confusos y muy por sobre todo, la guerra externa contra la muerte de un ser querido.

 Cuando perdí a mi abuela me acuerdo haberla mirado solamente por tres segundos en el cajón, y eso bastó para saber lo difícil que sería continuar el resto sin ella. Esta vez le tocó a mi primo. Cuando me avisaron no estaba dispuesta a creer. En 24 años nunca lo vi caer enfermo ni escuché que lo haya estado. Sin embargo se fue. Y con él me vinieron ideas muy locas y tristes a la vez. Su último deseo, quizás sin saberlo, era que en su velorio no hayan lágrimas, y que solamente le canten mariachis. ¿Cómo iríamos a permitir eso cuando el dolor que nos inundaba era tremendo?

Y es increíble. Tal y como lo dijo mi tío, un padre nunca desearía ser quien entierre a su hijo, cuando tendría que ser al revés. Sin embargo, ahí estaba él. Me empecé a plantear cosas que antes ya las había pensado, pero que esta vez cobraron fuerza. Cualquier puede irse. ¿Que acaso el Barbudo esoge a quien necesite primero? ¿A quien aparentemente ya haya cumplido con su misión? ¿A quién ya haya hecho todo lo debidamente correcto? ¿Cuándo nos vamos?

 No le quiero temer a la muerte, al fin y al cabo es lo único inevitable en esta vida. Pero cuesta enfocarse en una vida sin los seres amados. Yo, una persona tan temperamental, que odia los hospitales, los velorios y los cementerios, no me veo capaz de vivir sin los míos. De tener que visitarlos en otro lugar que no sea la casa.

Me pasa con Abuela, que desde que se fue, creo que todo se me hizo más difícil. Y no voy al cementerio por miedo a volver a llorar como aquel día, porque cuanto más pasa el tiempo, más la voy necesitando. Sin embargo eso no hace que no la tenga presente cada minuto en cada cosa que haga.

 En 15 días, el 31 de diciembre para ser exactos, Mario debía cumplir 45 años. Todos son buenos cuando mueren, otros siempre lo fueron, pese a sus defectos y a sus problemas, pero recién cuando se van, uno aprende a sacar lo bueno de esas personas. Ahora quedan para el recuerdo los tradicionales años nuevos en familia, en casa de tía, todos juntos, para hacer la previa del nuevo año mientras festejábamos el cumpleaños de Mario. Queda para el recuerdo sus malos chistes, su buen sentido del humor y sus piadosas mentiras para divertirnos. Su inconfundible estado de ánimo pese a los problemas y su espíritu, así tal cual.

Pensé que no me llegaría a afectar tanto, pensé que ya aprendí que la partida es la ley de la vida y que todos alguna vez nos encontraremos allá. Sin embargo esa espera es la que hace agonizar las ganas, el estado de ánimo y agudiza el llanto.

Odio las despedidas, siempre lo hice, pero la vida continúa. La muerte es algo irremediable, sin embargo, supongo las despedidas en vida pueden llegar a ser más desesperantes, ya que no son predestinadas.

No hay mucho que decir en estos momentos, más que dejar que el tiempo haga su trabajo. El duelo es interno. Pero el recuerdo de esos seres queridos que se van, aunque sean hechos inexplicables, será eterno.

Lo único que seguro es la necesidad de disfrutar la vida y de las personas que nos rodean, alguna vez ya no estaremos o ya no estarán y esa podría ser la peor de las culpas.


P.D.: Gracias a todos por las felicitaciones. No la pasé muy bien, para ser sinceros, quizás en los próximos posts comprenderán complemtamente todas mis razones. P.D. 2: No será mi mejor post,pero es lo más sincero que me salió en momentos con los ojos aguados, la mirada perdida y la cabeza llena de recuerdos.

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