domingo, 26 de abril de 2009

164 años después...

El periodismo paraguayo ha cumplido nada menos que 164 años de vida. Muy poco viendo los escasos avances que hemos obtenido. Una monopolización descontrolable de los mismos, empresas comerciales en beneficio a un pequeño sector y en busca del bien institucional.
Hoy día, ya no son entidades sociales de comunicación, se han convertido en grandes empresas de gente poderosa que dedican el espacio al comercio, a la publicidad y al sensacionalismo.
Lo cierto y lo concreto, es que los medios de prensa dejaron de ser -eso, si es que alguna vez lo fueron- lo que se conocía comúnmente como la tradicional voz del pueblo. La postura institucional, más bien impuesta a los periodistas como secta que como alternativa, ha llevado a descontrolar por completo a una sociedad que ha sido víctima de constantes revoluciones, guerras, golpes de Estado y que ha quedado arraigada en el tiempo como una nación callada y retraída en cuanto a la lucha en pos de los derechos.
Los periodistas se han vuelto mediocres dejándose llevar por las masas. Lógico. Lo que vende es lo amarillista, lo sensacionalista. Lo que el pueblo consume, eso es ley. Y en un pueblo tan ignorante como el nuestro, la gente es capaz de consumir lo que venga. Es lo que hay.
Los hijos de Lugo han sido la gota que ha colmado el vaso para que internacionalmente seamos conocidos por nuestra política mal hecha y por la imagen errada del Presidente, que conseguimos vender al mundo. Fernando no era un Jesús reencarnado, ni mucho menos. Pero se presentó como el hombre capaz de demostrar de principio a fin esa transparencia, esa honestidad y esas verdades que por más de seis décadas no han gobernado el Paraguay.
Y seguimos recibiendo más de lo mismo.
Si él hubiese sido sincero desde el comienzo, nos habríamos ahorrado todo este absurdo escándalo mediático.
Que tenga los hijos que quiera, pero que los asuma de una vez para que tantos niños desamparados que surgan por ahí no sigan descarrilando un Gobierno que dejó de prestar atención a la calle fijándose en los problemas personales del Jefe de Estado.
Los periodistas, los empíricos y de carrera, debemos saber que más allá de la cantidad de niños que traiga Lugo al mundo, hay cientos de ellos que deambulan por las calles dominados por la droga, la delincuencia y el hambre.
Nosotros acá nos peleamos por conseguir la primicia del próximo niño del Presidente, mientras en África siguen muriendo millones de personas a causa del SIDA y en el país siguen habiendo más de 2000 casos de dengue.
Cumplimos 164 años, pero nos quedamos en el pasado. En realidad, los periodistas nos convertimos -a veces sin darnos cuentas- en títeres del medio que nos da de comer. Títeres de un espectáculo que pareciera nunca terminar. Con tantos años -que a la vista del mundo son bien poquitos aún-, todavía nos falta madurar mucho para ser eso que el pueblo verdaderamente necesita: VOZ.
Esa voz que grite las injusticias y busque el bien común por encima de conseguir una primicia sin buscar veracidad.
¿O acaso a Usted le importa más saber de las mujeres del Presidente que de los avances conseguidos en Educación, Salud, Obras Públicas y Trabajo? ¿Acaso es más importante eso que saber en qué andan nuestros niños y jóvenes desempleados que emigran del país a causa de la escasa oportunidad que se les brinda acá? No creo.
Con tanto índice de gente joven en este país, estamos dejando que todos vayan afuera porque acá nos preocupan más los hijos del Presidente que los nuestros propios.
Aún así, ¡feliz día, colegas! Después de todo somos los únicos capaces de debatirnos entre esos dos mundos paralelos, ese de la alta envergadura cuando entrevistamos a un diplomático o el de esa pobre criatura que no tuvo la posibilidad de acceder a un cuaderno, a un libro y a una educación mínimamente decente, motivo que la lleva a ser una 'pirañita' más en este insólito país de maravillas.

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