domingo, 5 de enero de 2014

Tiempo de reconstrucción



Arrancó el año.
Finalmente se despegó el calendario nuevo y ya está listo para que llenemos cada día con aquellas cosas que nos hacen bien.

Este es el primer post de este 2014, y como tal, vuelvo a mis andanzas, a mi vida tal cual, sin camuflar palabras ni disfrazar sensaciones.

El 2013 se acaba de ir y yo estoy acá estrenando horas nuevas, y en el primer domingo del año tratando de tejer planes para los doce meses venideros. Mi cabeza está a mil por hora, como una una procesadora analizando el presente, y poniendo toda la fe en el futuro. Intentando sacar conclusiones sobre el difícil oficio de vivir y sobre la dura tarea de alcanzar momentos felices.

Digamos que el año viejo me dejó una sensación rara, que fue algo ambiguo en su despedida. Y ese gusto agridulce (algo amargo a veces) que dejó fue lo que me impulsó a empezar este nuevo año con una mentalidad diferente. No en vano dicen que hay que estar muy mal, para estar realmente bien.

Concluyamos con que este año no habrá ninguna posibilidad de negociar con nada corrosivo ni lacrimógeno, con nada que esté contraindicado a nuestra felicidad. Este año no habrá lugar para gente nociva y peligrosa. Quienes no vayan a dejar una estela de positivismo en nuestro almanaque, será mejor que se encaminen hacia lugares abandonados y sombríos para sembrar su semilla de negativismo.

Siempre me gusta dar la bienvenida a un nuevo año, porque para mí es una época en que todo vuelve a empezar, que me permite hacer un nuevo pacto con la vida a fin de renovar las ganas y las esperanzas. Y sobre este 2014, por el cual mi sexto sentido apostó todas sus fichas como un año muy prometedor.

Y acá estoy, con ganas de descubrir ese secreto que me conecte con lo que quiero y me apasiona antes de que vaya a ocupar una cama en un neuropsiquiátrico. Trataré de entender que así de rápido como pasaron veinticinco pueden pasar otros tantos años y de repente me toque contemplar los créditos finales de la película de mi vida, sin haberme dado cuenta de la rapidez del tiempo.

Este año hice un pacto conmigo misma y con mi futuro. Prometo acercarme a lo espiritual, a lo creativo, a todo aquello que viniera de la imaginación y que me permita alejarme de toda frivolidad.

Contar hasta diez antes de llenarme de furia cuando me doy cuenta de que para pagar las cuentas, hacer las compras del mes o pensar en ahorrar un guaraní que me permita tomarme mis tan programadas, pospuestas y soñadas vacaciones en este año, tengo que aceptar mi inconformismo, amoldarme a la insípida cotidianeidad en la que me sumerjo día a día, y solamente aguantar. Y tratar de disfrutar lo que queda.

La verdad es que me gustaría patear el escritorio, dejar la luz encendida y salir corriendo. Agarrar lo poco que tengo y subirme al primer avión cuyo destino sea un lugar que pueda sorprenderme. Reclinar la reposera y repirar hondo mientras planeo dejarme llevar por lo que siento y no por lo que se impone. Y ahí, en algún otro lugar del mundo, impregnarme de vida, de experiencias y de sensaciones que me atraviesen y que ya no se me escapen de las manos.

A este año prometo llenarlo de momentos de felicidad conmigo. Podría tener más motivos para sonreír, pero sin embargo estoy segura que el espíritu de este 2014 me está preparando un container de alegría para los próximos días. Y esa es la esperanza que me alcanza.

Este año que ya nos abrió sus puertas también es una posibilidad de cambio, de una reconstrucción total de uno mismo.

Les propongo a que también hagan una introspección, a que se reconstruyan. Vamos a renovarnos y ser libres. Cambiemos de actitud. Estoy segura que en el proceso nos vamos a encontrar con miles de sorpresas.


Ah, y este año prometí actualizar constantemente este blog. Ya es un paso más para retomar y hacer lo que me apasiona. Lo anoto por si acaso se me olvide.


Ahora les invito a que vean esto.
"En la noche nosotros brillaremos"

No hay comentarios:

Publicar un comentario