miércoles, 21 de febrero de 2018

Veintitodos




Hace dos meses llegaba, finalmente, a esa franja de riesgo a la que la mayoría de las mujeres, sobre todo, le temen: los veintitodos.

Y llegué nomás, así sin red de seguridad ni arnés que me sujeten. Llegué de cabeza al último escalón antes de alcanzar la tan respetada y temida treintena.

Siento mucha ansiedad. Sobre todo porque me da pena dejar esta década que nunca voy a olvidar por estar marcada por grandes logros en mi vida, por grandes sueños cumplidos, entre ellos un título universitario, un trabajo que me apasiona, unos sobrinos hermosos, una maestría en el exterior y muchos paisajes recorridos por el mundo. Así que si pretendo que la tercera década supere a esta, la vara está muy alta.

Y sí, tal vez también haya un poco de miedo. Ese temor a que se acabe lo bueno, aunque, paradójicamente, los años pares siempre fueron de buena racha para mí.

De todos modos, nunca me gustaron esas frases tipo "los 30 son los nuevos 20...", porque pienso que no hay que tener miedo a cumplir años. Cada edad, cada década, cada año nos enseña algo que no encontramos en las estadísticas ni en las listas de "cosas que hacer antes de los...".

El año pasado, los veintitodos ya me tocó recibirlos en Asunción. Y llegaron trayéndome un montón de cosas en qué pensar -como ya es costumbre, en realidad-. Aunque sé que es una barrera mental absurda y que la sociedad se encargó de alimentar, es inevitable sentirse apabullada por la cercanía a los 30. Irremediablemente me empiezo a hacer preguntas que deberíamos hacernos siempre y no solo por tener una edad, como: ¿quién soy? ¿Qué hice hasta ahora con mi vida? ¿Soy quien siempre quise ser? ¿Estoy con quien quiero estar? ¿Estoy donde realmente quiero estar?

Siento la incertidumbre que me recorre el cuerpo cuando pienso en todo lo que viví y lo que todavía me falta. Cuando hace poco más de un año salía de mi casa para partir a vivir 13 meses en Barcelona, un cúmulo de sentimientos se apoderó de mí, me invadieron miedos, incertidumbre, emoción, felicidad. ¡Estaba por cumplir otro sueño! Pero claro que los sueños también implican sacrificios, en este caso la distancia, el desarraigo... Que aunque fuese una elección personal, eso no la hizo más fácil. Luego se vinieron las personas increíbles que conocí y los lugares alucinantes que recorrí. Más tarde le siguió la incertidumbre de la tesis, las crisis y la vuelta a casa. Pero después de toda esa experiencia, ¿qué?

Alguien sabio dijo una vez que se hace camino al andar... El tema es descubrir hacia dónde vamos.

Siempre creí que no cambiaría por mucho que pasaran los años. Y si bien intento mantener mi esencia, comprendí que no son los años los que le cambian a uno, sino las experiencias. La vida se encarga de modificar tus estructuras, de sorprenderte con dolores y alegrías y rematar esos días del espectador con tertulias y risas.

La decena de los 20 está llena de energía y de experiencias. Pero también de todo lo anterior: incertidumbre, temores, inseguridades y decepciones. Seguramente es la época de la vida en la que ocurren más cosas. Y es que hace poco leí que el 80% de los momentos clave de la vida ocurren antes de los 35 -todavía corro con 6 años de ventaja-. También se dice que los diez primeros años de carrera casi siempre son el reflejo del trabajo que tendremos el resto de nuestra vida. Y que el cerebro tiene dos fases de desarrollo: los primeros 5 años siendo bebés y de los 20 a los 30. Nunca nuestra personalidad cambia tanto como en los veintitodos. Y hablando de amor, por si todo lo anterior fuera poco, el 50% de los que llegan a los 30 con pareja estable lo hacen con quien luego será la definitiva. En fin, estadísticas más, estadísticas menos.





En estos 29 años aprendí más de 29 lecciones, pero destaco estas para que nunca me olvide que mi vuelta número 29 al sol fue memorable y que me encontró como una persona demasiado agradecida con el universo.

(1) Aprendí que siempre se aprende de todo lo vivido, de lo bueno, de lo malo y de lo feo. Y que uno elige qué recordar, qué atesorar y qué desechar, pero que absolutamente todo ayuda a crecer y nos convierte en lo que somos.
(2) Que quitarse la armadura te lleva a recibir golpes, pero también caricias, que vivir con los brazos abiertos deja el camino igual de despejado al que te quiere partir la cara que al que te quiere dar un abrazo, y que no se puede optar a lo uno sin lo otro.
(3) Aprendí que hay que querer, si no, no sirve. Que hay que esperar siempre menos y seguir dando igual, o más. Que aunque te digan que no confíes, hay que confiar, entregarse igual y dar amor, o si no se anula mi existencia. Que la decepción existe, pero que no hay nada mejor que confiar en vos mismo, en tus propias decisiones y en tu propia fuerza. Y dejar que el resto vaya llegando con sabores más o menos agridulces. De eso se trata la vida.
(4) Comprobé que es mentira lo que dicen los noticieros, eso de que el mundo es un peligro constante, que todo es malo y que ya no se puede confiar en la gente. El mundo NO está tan mal como nos quieren hacer creer. En Turquía me trataron mejor que en ningún otro lugar. Fatih, un vendedor de alfombras turcas, nos recibió en su tienda en Capadoccia, nos invitó abundante té, nos preparó el almuerzo y por si fuera poco, se despidió con una selfie y un recuerdito de la ciudad. En Liverpool me devolvieron la mochila con la computadora con la tesis, la cámara Canon, dinero y todos mis documentos. En Rusia, algunos extraños me ayudaron cuando unos turistas me robaron mi billetera. Y hablando de billeteras, en Berlín me la devolvieron cuando la dejé olvidada en el sótano donde se guardan las maletas. En Barcelona me encontraba llorando en el metro camino a casa y antes de bajarse, un chico se acercó a dejarme un paquetito de pañuelos desechables -¡qué acto más noble!-. Creo que en realidad existe poca gente mala y tras quienes lo parecen suele haber un niño asustado. O es eso, o yo soy una persona con suerte.
(5) A todo esto, comprobé también que el mundo es un lugar inmenso, que los pequeños somos nosotros, pero que en realidad las fronteras no existen, más que nada son fronteras mentales y que, si algún día soy madre, le pondré a mi hijo o hija un mapamundi en la pared de su cuarto para que entienda que afuera hay mucho más de lo que se pueda imaginar, que el mundo no termina en Paraguay. No quiero que piense, como muchos, que el extranjero es solamente lo que está fuera del hotel. Ah, y que no, nunca sabremos tanto inglés. Que a veces el idioma puede ser una barrera en algún lugar, pero que hay muchas otras formas de comunicarse (En Rusia y en Turquía casi no hablaban inglés, pero sobrevivimos).
(7) Descubrí que hacen falta varios "no lo volveré a hacer" para realmente no volverlo a hacer y que la diferencia entre el número de errores y el número de disculpas se llama orgullo, que las relaciones que más duran son aquellas en las que los dos prefieren estar juntos a tener la razón y que nunca es tarde para pedir perdón ni agradecer a quien te cambió el día.
(8) Con respecto a los NO, aprendí que a veces los no que al principio nos deprimen o desmotivan, pueden funcionar como puntapié inicial para perseguir con más ahínco tus sueños. Y que estos, a su vez, pueden ser grandes y pequeños, aunque en realidad son pocos los que apuestan a lo grande. Pero que todos se pueden cumplir. Incluso volar, hay quienes lo hacen con un paracaídas. Yo subí a un globo aeroestático en Capadoccia y fui muy feliz.
(9) Aprendí que "llegar lejos" o "ser exitoso" no es ser famoso, salir en la tele o tener mucho dinero, sino ser mucho mejor de lo que eras en tu punto de partida. Que lo contrario al éxito no es el fracaso, si no el no intentarlo y lo más importante, que el éxito no se mide por el traje o el maletín, sino por el brillo de los ojos.
(10) Aprendí que hay muchos tipos de relaciones, que unos vienen para quedarse y otros para enseñarte. Que grandes amigos pueden volverse en grandes desconocidos y que al contrario, un desconocido puede convertirse en alguien inseparable. Que los amores pueden llegar por sorpresa o terminar en una noche.
(11) Y hablando de amor, aprendí que hay que apostar y jugarse. Que cualquier relación te dejará alguna lección y que si bien las penas de amor nunca serán fáciles, se aprende a lidiar con ellas. Que enamorarse siempre vale la pena, aunque te rompan el corazón. Total, comprobé que de amor y por amor no muere nadie.
(12) Entendí que el mundo no siempre se rige por la justicia o los méritos, que no existen las garantías, sino las oportunidades y que hay que saber aprovecharlas. Que bueno y fama no son lo mismo y que lo sublime y la belleza no lo crea el aplauso. Que para dejar huella y trascender no hay que seguir los pasos de todo el mundo, que ser una excepción es la única forma de ser excepcionales.
(13) Perdonar te convierte en una persona más fuerte, no más débil. Que es de valientes reconocer cuándo es necesario disculparse y retractarse, pero que también es de sabios saber en qué momento hay que dejar ir. Que hay cosas (personas, lugares, momentos, futuro...) que claramente valen la pena y otras que no.
(14) Que a veces quedarse puede significar ir demasiado lejos y que hay que rodearse de quien nos haga el camino más liviano, interesante, lindo y mejor, que literalmente valga la alegría, no la pena, que nos cuide y nos haga bien. Que alejarse de la gente que te chupa energía es una opción para vivir mejor.
(15) Descubrí que madurar consiste en dejar de buscar ser feliz para aprender a estar feliz en pequeñas dosis. Que nadie es plenamente feliz por mucho tiempo, pero que sí es posible empezar a estar felices por momentos gracias a gestos sutiles, pequeños detalles o cosas tan poco valoradas como levantarnos de la cama sin que nos duela nada.
(16) Aprendí que no hay que esperar siempre al verano o al viernes porque nos perdemos lo que pasa mientras todo eso pasa.
(17) Aprendí que cada vez soy más consciente de lo que quiero y de lo que no, en qué invierto mi dinero y mi tiempo, con quién y por qué. Que no hay que dejarse llevar por la pereza y hay que tener voluntad. Que hay que comer sano y hacer ejercicios. Que no hay que dejar de leer, de ir al cine, de visitar exposiciones y escuchar música que nos remuevan algo por dentro y que nos inspiren a lo que sea.
(18) Aprendí que cuando uno empieza a hundirse, hay que saber mirar más allá de la isla, a otras tierras, aunque vayamos a contracorriente. Que tocar fondo puede servir para tomar impulso, como una revancha. Que a veces hay que perderse para poder encontrarse y que muchas veces viajar puede ser la respuesta a muchas preguntas. 





(19) Entendí que a veces las decisiones más tristes y dolorosas tienen más de valientes que de cualquier otra cosa y que cuando te desafías a vos mismo, te volvés valiente para siempre. Que en época de tribulaciones no hay que hacer mudanza,  que las decisiones tomadas con el corazón duelen más, pero son las más certeras.
(20) Aprendí a valorar más a mi familia, a extrañarlos, a verlos como mi refugio y mi sostén más grande. Que los momentos disfrutados con ellos son impagables y que ojalá pudiera congelarlos para siempre. Logré asimilar que los padres nunca serán perfectos porque son humanos, pero que nadie debe vivir sin ellos y sin abuelos.
(21) Que tu tiempo es para quien lo merece. Que nunca deben morir tu curiosidad, tu fuerza y tus ganas infinitas de cambiar el mundo. Que hay que obedecer siempre a la razón, no a la autoridad.
(22) Entendí que una de las peores cosas que te puede pasar es no dedicarte a lo que amás por preferir el dinero, un "status" o satisfacer a otros.
(23) Que no siempre la falta de amor o una infidelidad pueden ser los únicos motivos válidos para terminar una relación. Que a veces puede ser lo contrario, que haya un torbellino de amor tan grande que eso ocasione la separación, porque a veces solamente con querer no es suficiente. Con el tiempo uno aprende que la base de cualquier relación es la confianza, pero que también el compañerismo y la proyección con el otro son importantes.
(24) Que el sentido del humor es una de las formas más sofísticadas de inteligencia y que hay que saber reírse de uno mismo, eso siempre nos salvará. Que el físico atrae, pero la personalidad enamora. Y que la conversación y el poder ser uno mismo frente al otro son los factores más importantes en cualquier tipo de relación. 
(25) Que el nunca más, nunca se cumple, y que el para siempre, siempre termina. Que no sirve de nada seguir negando lo inevitable.
(26) Aprendí que las gracias y los besos se dan hoy, los te quiero se repiten, no se dan por sentado y las botellas y las puertas se abren ahora.
(27) Que la vida nos sorprende ahí, a la vuelta de la esquina, que sin esperarlo nos regala maravillas. Que simplemente ya poder amanecer es motivo de agradecimiento. Que la vida, el horizonte, los sueños, las ganas, el amor, la libertad y la felicidad de estar tranquilos por ser auténticos en cada uno de nuestros actos es una bendición. 
(28) Aprendí que la vida es demasiado corta para quitarse años o no celebrarlos. Que sea buenísimo o malísimo, todo pasará, así que solo queda disfrutar del momento. A veces no alcanza con seguir los consejos de todo el mundo, simplemente hay que seguirle a la intuición, dejarse llevar por el sexto sentido y dejar que todo fluya.
(29) Que ninguna ley social, que ninguna sociedad machista debe condicionar tus derechos como mujer. Que tu género no te condicione. A la China lo que diga la sociedad sobre las reglas para ser una persona normal y encajar. Tu vida es tuya, tus decisiones son tuyas. Y con los años te vas a dar cuenta que la coherencia entre tu forma de pensar y tu manera de vivir, es lo que te hará llevar una vida tranquila y mantener tu paz mental. Y eso no tiene precio.

Y sobre el amor... Creo que a esta edad saber mucho es lo mismo que no saber nada. Así que esa tarea la dejo para los 30. Por ahora solamente puedo decir que aproveché todas las oportunidades, amé, disfruté, sufrí, perdí, pero también gané muchísimo. Que pase lo que pase, vale la pena seguir con el corazón abierto.

Bienaventurados los veintitodos y se hará lo que se pueda.

Descripción fotográfica de la felicidad: volar en globo en Capadoccia (Turquía).


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