martes, 7 de septiembre de 2021

El amor como puente

No hay muerte, hay mudanza, el que se fue simplemente se nos adelanta, porque hacia allá vamos todos.

Hace tres meses nos miramos por última vez, a lo lejos. Estabas firme, acostumbrado a los golpes pero agarrando todo el coraje para seguir en pie. 

No teníamos mucho más que decirnos, hace tiempo ya dejaste algunas instrucciones: cuidarle a Sebas era la prioridad, siempre fue lo más trascendental en tu vida. Hace mucho que estabas listo para descansar. Nosotros intentamos sostenerte la mano todo el tiempo que fue posible, todo el tiempo que vos nos dejaste hacerlo. Pero Dios decidió que era momento de que soltaras nuestras manos y partieras para otra aventura.

Todavía recuerdo cada una de nuestras charlas, de todos tus sueños, como que soñabas con volver a Alemania, o llevar adelante alguno de tus proyectos emprendedores, o el simple hecho de llevar a Sebas al parque todos los días de tu vida. Y así fue hasta el último momento. El final de tu vida terrenal llegó hace tres meses y hoy estoy acá escribiéndote porque es la mejor manera que encuentro de sobrellevar el dolor y, porque aunque estemos en planos diferentes, nunca dejamos de hablarnos. Te aparecés en mis sueños cada tanto, pero todavía no logro entender con exactitud lo que me querés decir.

Las primeras veces estabas feliz, pero después noté cierto pesar en tu mirada. Te preocupábamos todos, pero sobre todo Sebas y papá.  Y yo te digo que papá tiene una fortaleza que seguro estás admirando más que nunca, que como cual Ave Fénix siempre está renaciendo de las cenizas y que vos sos y siempre fuiste la causa principal de ese renacer. ¿Y Sebas? De seguro va a saber cómo honrar tu vida como el padre maravilloso que fuiste para él.

Me encantaría poder decirte tantas cosas, contarte cómo me va en el trabajo, los proyectos en los que estamos trabajando, el nuevo desafío que voy a enfrentar y que de seguro te pondrá muy feliz, porque siempre celebraste los logros de los demás como si fuesen tuyos. Porque, irónicamente, siempre creíste más en mí, que yo misma. Y si algo bueno o hermoso hice en mi vida, siempre ha sido atravesado por esa luz que emanabas. Si alguna vez pensé que volaba, fue gracias a vos, a tu amor y a tu confianza en mí.

Quiero contarte que tomé una decisión importante, que voy a volver a estudiar  y viajar, que estoy aterrada por todo lo que se viene y que necesito de tus consejos para una nueva óptica, para mirar todo desde otra perspectiva.

Que sigo siendo tu hermana la rara, la vegetariana, la malhumorada, la "zurda", la que sueña cambiar el mundo pero que de a poco se va resignando, muchas veces la única que se reía de tus chistes repetidos - y que aún ahora los sigo haciendo cada vez que los recuerdo- y otras tantas la única que podía terminar los chistes que empezabas.

Que Sofi está tomando clases de jiu jitsu y ya sabe leer, que sueña con ser artista, que Agus sigue siendo un nene terrible capaz de ponernos a todos patas para arriba. Y muchísimas cosas más.

Por acá te extrañamos, nos hacés mucha falta. Todos los días te lloro, a solas, en silencio, a veces mucho, a veces un poco menos, porque te necesito. Porque desde que te fuiste perdí un pedazo de mi corazón, desde que partiste me quedé sin una parte fundamental de mi vida. Aunque sé que te manifestás de muchas maneras, porque te siento conmigo, más cerca que nunca.

No comento mucho esto con la gente porque por ahí pensarán que estoy loca, aunque de verdad creo que no me importa porque yo sé que desde donde estás lográs manifestarte. Como el colibrí que llegó hace una semana a formar su nido en casa. Y dicen que eso no es coincidencia y que si un colibrí se acerca a una persona es porque necesita sanar su corazón y acercar un mensaje de un ser querido que ya no está. Y no me quedan dudas de que sos vos tratando de reconectarte conmigo de una forma sorprendente y que me tomó varios días entender.

Sé que no querés que llore o que sufra, pero también sé que me entendés, que el día a día sin vos es más difícil y que se me hace cuesta arriba, porque me falta ese espíritu alegre y bondadoso que siempre trasmitiste, porque me falta ese sentimiento de júbilo, esos abrazos que asfixiaban y esas risas que me dejaban sin aliento y que me hacían doler la panza.

En este momento me gustaría saber de vos, cómo estás, cómo es todo por ahí, cómo fue el encuentro con abuela Chiní y abuelo Agustín. Ahora son ellos quienes disfrutan de tus chistes. O seguro que abuelo te está hablando del noticiero y abuela compartiendo alguna receta.

En estos tres meses sin vos aprendí muchísimo de mí y de la vida. Que sepas que ya no me interesa tener siempre la razón, ni la obsesión de la perfección o ganar la competencia. Ya no busco imponer ideas o ganar debates, y que intento ya no trabajar demasiadas horas extras para no perderme de momentos invaluables. Que solo busco contentarme con las cosas sencillas, como abrazar más, decirle "Te quiero" con más frecuencia a papá y a mamá -con Oscar todavía me cuesta conectarme-, callarme, muchas veces tragarme mi orgullo y simplemente observar. Otras veces río, aunque me cueste más que antes intento hacerlo con frecuencia porque quizás alguna vez recupere el hacerlo de verdad, desde el corazón, como las risas que me sacabas vos. 

En estos meses aprendí a admirar más que nunca a nuestra familia. Gracias a vos siento que me pude reencontrar con papá y con mamá. Seguro que ya lo sabés, pero son dos seres humanos increíbles, y cuya fortaleza me obnubila y me genera no solo admiración, sino el amor más profundo que se puede sentir. Tienen el corazón destrozado y están destruidos por dentro, y su grandeza me hace sentir tan minúscula e inofensiva. Que sepas que tenés a los mejores padres del mundo que habrían dado su corazón a cambio de que el tuyo siga latiendo.

En este tiempo aprendí que ningún enojo es tan grave, que en general las personas vivimos el día a día con locura y creyendo que el tiempo es inagotable e infinito, tiempo que perdemos enojándonos por banalidades, que perdemos amistades por nada, que arriesgamos momentos por un enojo sin sentido, que pensamos que las diferencias nos separan cuando en realidad nos nutren. Y que si fuéramos conscientes de que el tiempo es en realidad oro, que la vida es finita y que la muerte duele saldríamos corriendo a abrazar, besar y solamente pedir perdón. Y buscar ser felices.

En fin. Que sepas que estamos bien, siempre recordándote, que tu partida siempre nos va a doler, pero que sabemos que vos estás bien, en paz, volando al fin, en libertad. Lo que soñaste siempre. Y que ese consuelo es lo que nos ayuda a seguir.

Hoy sé que ya no puedo brillar como cuando estaba a tu lado. Pero te pido que me sigas guiando, cuidando, mostrándome el camino, que ahora conocés mejor que yo. Que me ayudes a seguir siendo fiel a lo que creo, y a seguir el camino del amor. Que le des a nuestra familia la fortaleza necesaria para seguir renaciendo del dolor, que Oscar nunca pierda esa entereza y templanza, y que alguna vez yo pueda imitar esa virtud de la que hoy elijo alejarme y que es la diplomacia. Que mamá, que cuando partiste me dijo "me quedé sin corazón" y que ella no es una persona fuerte, me siga demostrando lo contrario, porque continúa en pie, con la mejor actitud posible después de semejante pérdida y tratando de hacer frente de manera estoica a su nueva vida, sin su corazón. ¿Y papá? En el peor momento de la enfermedad, cuando más vulnerable estaba y con la trágica noticia de tu partida se ganó mi admiración más profunda diciéndome "Yo no me quiero morir todavía". Acababa de pasar por lo peor que puede pasar un padre y no sé de dónde él sacaba las fuerzas para aferrarse más que nunca a la vida.

¿Te acordás que antes no podíamos estar juntos porque nos pasábamos peleando, pero tampoco podíamos estar separados porque a los dos minutos ya nos extrañábamos? Y qué curiosa la vida, hoy me toca aprender a vivir sin vos a mi lado, al menos en el plano terrenal. Pero que sepas que te sigo queriendo, buscando, extrañando, cada día de mi vida, a pesar de la distancia y los planos. Pero sé que nos seguiremos viendo. Hace unas semanas en mis sueños, hoy en este colibrí que me mandaste para dejarme un mensaje. Y sé que alguna vez nos volveremos a tener frente a frente y a recuperar todo el tiempo que no nos alcanzó en 32 años por creer que el tiempo era eternamente nuestro. Ya no te diría nunca más que no, mi respuesta sería sí a todo lo que quieras jugar todas las horas que quieras, hasta te diría que sí si me querés hacer cosquillas hasta no dar más.

Mientras seguiré extrañando con quién divagar ideas, que por más disparatadas que sean, me apoyabas, como cuando me acompañaste a hacerme mi primer piercing a los quince, o a teñirme por primera vez el pelo de rojo a escondidas de papá y mamá. Voy a extrañar a ese alguien que me tiente todo el tiempo, haciéndome reír y enojar en dosis iguales. Voy a extrañar al lobo feroz que perseguía a mis sobrinos. Al compañero que me compartía tips de cocina, pintura y arte, y clases magistrales de historia. Al que siempre me animaba a ir tras mis sueños y me hacía ver de lo que yo era capaz. Voy a extrañar a ese ser humano con quién simplemente podía ser, así sin más.

Hoy solo te puedo prometer una cosa: aferrarme a la vida más que nunca para honrar tu memoria, tratar de ser lo más feliz que pueda porque eso era lo que querías para cada uno de nosotros. Honrar también nuestro tiempo juntos viviendo, disfrutando, riendo y queriendo.

Nos vemos, hermanito. Guardame un lugar a tu lado que algún día vamos a volver a reír y a hacer de las nuestras juntos.

Te quiero para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario