miércoles, 27 de enero de 2010

Amor, masoquismo y placer culpable

“…Son amores problemáticos, como tú, como yo. Es la espera en un teléfono, la aventura de lo ilógico, la locura de lo mágico, un veneno sin antídoto. La amargura de lo efímero, porque él se marchó…”. Laura Pausini.



A qué mujer no le pasó. Lo asumo, las mujeres somos nomás luego masoquistas.
Perdón, perdón. La primera línea debía ser el final de este artículo, pero necesitaba empezarlo de esta manera para poder hacerlos entender a lo que voy.

Con el ramo de rosas rojas, la caja con forma de corazón y contenedora de bombones, y la Melodía Desencadenada de los Righteous Brothers, como sound track oficial. Y por supuesto, el verdoso sapo convertido en flamante príncipe azul.



Hay amores extraños, problemáticos, placenteros, hipotéticos. Están los amigovios, los amigos con derecho a roce y a ¿desgloce? Están los amores correspondidos y los no correspondidos. Los amoríos de verano y los amantes furtivos. Esos amores que nos deslumbran a lo lejos y nos quitan el sueño, que se hacen llamar platónicos. Y también están esos amores tímidos y silenciosos, que detrás esconden pasiones inquebrantables y desenfrenados sentimientos. Y por supuesto, está el primer amor, ese infantil e inocente que se dice ser el más puro y limpio que pasa por nuestra vida. Ese amor de infancia al que muchas veces la vida lo convierte en amistad eterna. Hasta hoy, me lo sigo cruzando, a veces por accidente, a veces adrede –creo que sigue soltero-.



Cuántas locuras comete uno en el nombre del amor. Está la mujer que vive besando sapos de diferentes estanques creyendo que uno de ellos será el indicado. Las mujeres ya vinimos al mundo con un copyright de fábrica. Y vivimos en la constante búsqueda de ese “y fueron felices para siempre”. Todo el mundo nos hace creer que las mujeres nacimos para soñar, idealizar, ver telenovelas y creer en cuentos de hadas.

Por qué no podemos quererle a ese muchacho que está detrás nuestro, que cuida nuestra espalda, que nos llama solamente para escuchar nuestra voz, por más horrible que sea. Aquel que nos escribe solamente para darnos los buenos días y desearnos las buenas noches. Mientras nosotras lloramos a moco tendido por ese infeliz que prometió llamar y se le pasó, que tenía que encontrarse con nosotras en el bar y se le olvidó. Que no se acordó de felicitarnos por el cumpleaños y que no recuerda ni siquiera la primera vez que cruzamos palabra.



Y así somos: complicadas. Ese nos gusta, ese que nos aporrea, que nos tiene abandonadas, ese que se nos pone difícil, que nos inventa excusas, que si nos mira no se acuerda… Ese es el mal necesario de nosotras las mujeres. El que te quiere, te aporrea pues. ¡No! Nunca estuvimos peor. ¿Cómo el que nos quiere va llamarnos hoy para desaparecer por las próximas tres semanas con la excusa de que estaba estresado y se tomó unas vacaciones?

Al menos para sentirnos vulnerables, para llorar viejas lágrimas y antiguos lamentos, para descargar añejos olvidos y sacar las desenfrenadas pasiones a flor de piel, al menos para eso debemos creer que ese buen muchacho puede consolarnos. Pero no, nosotras ahí estamos. Babeando por el incontrolable, el incorregible, el haraposo, el bohemio, ese desfachatado… Pareciera que la vida misma es todo un sarcasmo. ¿Por qué no podemos hacer más fáciles las soluciones a los problemas del corazón?

Amor. Esa sublime palabra que dice que ilumina hasta lo que está en tinieblas. Que dice que cambia la vida, que significa divinizar a la media naranja pese a sus grandes e imperdonables defectos. Pero francamente, ¿eso no es martirizar? ¿No es acaso lastimarse a uno mismo buscando que la otra mitad deje vicios prepotentes y peligrosos? ¿El amor podría redimir a las personas y encontrar la bondad del alma? ¿O me queda creer que nada de ello existe?



En mi poco exitoso tránsito amoroso, mi corazón salió perdiendo, muchas veces, creyendo que el amor todo lo podía. Que el amor cambia la vida y sobre todo, que con el mismo es posible cambiar a las personas. En mis humildes encuentros y desencuentros con Cupido, se me han secado varias lágrimas y hasta he intentado que de esta forma se me endureciera el corazón. Me dicen que pruebe, que arriesgue. Pero yo pruebo el helado de menta, el jugo de mango y hasta la carne de vaca –que no me gusta-. Pero no pruebo a las personas, no me gusta arriesgar relaciones.



Quizás esto es sólo un mal momento que estoy pasando, pero realmente no sé si este músculo que llevo en mi pecho pueda resistir una desilusión más. Aún así, al amor lo puedo encontrar en todas partes. En lo que escribo con mi puño por medio de estas teclas, en lo que siento cuando veo a un niño inocente y enfermo, en lo que pienso cuando veo a una familia unida… Y en cada gesto de bondad y humildad, de fortaleza que me brindan los míos. La búsqueda puede ser tan interesante como el encuentro, dicen. Así que para las enamoradas, ese día vayan a disfrutar con su ex sapo lo maravilloso y vulnerable de este sentimiento. Y a las solteras, mímense. El amor propio también se celebra el 14 de febrero.

1 comentario:

  1. Y si cambiamos los papeles protagónicos de la película?..talvez nosotros los hombres no lloremos a moco tendido por alguna chica, por el hecho de que justamente eso, somos hombres, y muchas veces no sabemos expresarlo de esa manera.

    Que pasa si este primer, inocente e infantil amor, si este muchacho que las llama para escuchar su ¿¿horrible voz??? hace el papel de ustedes las chicas, y en contra partida ustedes hacen el papel del infeliz, aquel por el que babean, el haraposo, el bohemio, el desfachatado. Y este desfachatado hace el papel del vicio, sii, su vicio, ese vicio prepotente y peligroso. Ese cigarrillo por el cual dicen, la proxima semana ya lo dejo, esa cerveza protagonista del hecho de que al día siguiente de una farra digamos “nunca mas voy a tomar así” y digo digamos por que acá me incluyo ja ja.

    En pocas palabras, ustedes son el vicio de este chico.

    Te han dicho que pruebes y que arriesgues, y vos con tu consecuente e incuestionable concepto sobre no arriesgar relaciones como respuesta.

    “Nuestras dudas son traicioneras, y nos hacen perder el bien que conquistaríamos, sino fuese el miedo de....intentar”

    ResponderEliminar