martes, 2 de febrero de 2010

Las tontas -y tontos- no van al cielo



Hoy lo volví a encontrar en el ciberespacio. Y es que últimamente ese es el sitio de nuestros encuentros furtivos con un amor aventurero de mi pasado reciente. Con quien creía tener una vida paralela. ¡Pero qué equivocada estuve! Eso me pasa por idealizar a un mortal. No seria la primera vez y estoy segura que tampoco será la última. Lastimosamente es algo que nunca aprenderemos.




¿Por qué las mujeres lloramos por hombres que jamás llorarían por nosotras? Y viceversa. Por qué nos empecinamos en el desgraciado que no nos da nuestro valor real. Que nos abraza pero por atrás se ríe de nosotras. ¿Cuándo lo que vamos a aprender?

Mientras llegue el correcto, hay que disfrutar de los equivocados, me aconsejaba un amigo tiempo atrás cuando me fui a llorarle mi pena amorosa con este individuo en cuestión. Con la excusa de que mientras lo hago, voy a estar preparándome para recibir y acoger al indicado.


Y eso es lo que quiero decirles hoy. A mujeres y hombres. Es verdad que nosotras somos más idealistas, por eso siempre parece que estamos destinadas a sufrir por amor. Pero para ellos debe ser más doloroso. Porque su dolor es tímido, callado… Silencioso. Casi para sus adentros, por lo tanto se lo guardan.


El amor es la excusa perfecta para encantarnos, esperar, llorar, reír, para vivir… ¿Pero qué es el amor cuando todo termina o cuando nunca empieza o cuando uno tropieza… Cuando se quiere al infeliz que jamás nos ve. Y sobre todo, cuando se idealiza?

Me gustaría entrar en el subconciente de quienes sufren por esta causa. Por un amor no correspondido, de quienes lloran por un indebido, por quien no se lo merece, por quien nunca nos llamó ni registró nuestro nombre. Y decirle: ¡BASTA! Que es hora de parar con el masoquismo. Que hay que dejar ir, pasar la página y ver otros horizontes. Decirles que le den una patada a ese hombre o mujer que solamente torturan los recuerdos y marginan a un pobre corazón que en muchos casos ya se encuentra marchito y por enésima vez, golpeado.

Pero sigo sosteniendo mis filosofías. Y vale un trago el hecho de creer que un hombre no lo es todo. Empecemos por ahí. Las que no vivimos pensando qué ponernos para impresionar al galán de turno. Comemos lo que nos gusta, bailamos cuando queremos bailar. No nos asfixiamos el coco viendo a las parejas pasar susurrándose palabras que ni siquiera sabemos si alguna vez nosotras mismas seremos capaces de pronunciarlas. Quizás, en mi humilde portuario amoroso, aprendí que un hombre no lo es todo. Y hoy, después de esa comunicación cibernética con el galán al que creía que valdría la pena esperar, lo reafirmé. Perdí la oportunidad de conocer a hombres brillantes por creer que valdría la pena la espera y la fidelidad hasta de mente.



Somos tontas nomás luego. Y así es casi seguro que no iremos al cielo mientras lloramos a moco tendido por cualquier infeliz que venga a ofrecernos el oro y el moro y que no nos dan nuestro valor real. Hombres en este mundo es lo que sobran. Y mujeres, ni qué decir.



Y el amor es impredecible. Puede estar a la vuelta de la esquina, a lado nuestro, o en la otra punta del mundo. Y casi siempre llega cuando menos lo buscamos. Es así. A fin de cuentas dicen que mientras disfrutamos de los incorrectos, nos estamos preparando para recibir al gran amor de nuestras vidas. Así que avivémonos y tengamos a otro calentando la banca de suplentes. En el mundo hay dos clases de mujeres: las protagoinistas y las mejores amigas. ¿Por qué no dejamos de actuar como lo segundo y nos volvemos protagonistas de esta historia? ¡Ya nos más sumisas!

Y eso vale un trago, ¿no? Salud por los buenos hombres y las buenas mujeres, por las lloronas que desterramos, por vos, por mí y por los idiotizados y enamorados. ¡Salud, amigas y amigos!

A continuación, no podía no poner música a este recuerdo. De alguna manera describe la excusa perfecta sobre el modo en que conocí a este sujeto. Tuvo inicio con esta canción, y con la misma, también pongo final a una más de esas historias masoquistas. Aunque muy a mi manera, eso sí.

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