lunes, 29 de marzo de 2010

Cuando todos lo ven


El Tour Paraíso llegó a Paraguay de la mano de Alejandro Sanz, tras 12 años de su última presentación en el país.

El artista español vino a cerrar su gira latinoamericana con un show de espectaculares juegos de luces, destacado sobre todo por la gran pantalla led que abarcaba todo el escenario, además de dos pantallas laterales adicionales y un muy buen sonido desplegado en el escenario y a lo largo y ancho del estadio, en que alrededor de veinte mil personas coreaban a gusto aquellas memorables canciones de las primeras épocas brillantes del compositor.

Algunos nuevos temas de su último disco fueron recibidos con cierta frialdad por el público presente, puesto que aún no son muy conocidos en nuestro medio. Pero así también, los que calaron profundo y encendieron los corazones y los ánimos de los espectadores fueron esos temas que marcaron los años dorados del español, de la mano de Cuando nadie me ve, que cuando al finalizar dicho tema uno de los guitarristas y director de la banda que acompaña la gira, terminó rompiendo su guitarra por el suelo del escenario, acto que dejó perplejo a los presentes y que se vio reflejada ante una reacción bastante rockera por parte del músico.

Entre canción y canción, y ya empezando a emocionar a su público con Corazón Partío, Sanz interactuó con el auditorio y agradeció la calidez de los paraguayos.

Luego de una pausa, a oscuras, en una noche de luna llena y con un cielo abierto y estrellado, las luces se encendieron solo para iluminarlo a él sentado junto al piano, logrando un aire cómplice e intimista para deleitar con sus temas más románticos, de esos que flechan corazones, que se dedican a los enamorados, especialmente.

Tan cómodo parecía sentirse el artista, que no dejó de mostrarse suelto y carismático ni aún cuando las casi veinte mil almas le pidieron que moviera la colita. O cuando llegó el momento de cantar un No es lo mismo, tema que encabeza su álbum de estudio del año 2003, en que el público empezaba a sulfurarse, a corear y a aplaudir ese momento cumbre. "¡A ver Paraguay... No te oigo!" y los gritos de aprobación no tardaron en responder.

Sanz no cesaba en sorprendernos, cantando su Looking for Paradise -tema que canta a dúo con Alicia Keys- en compañía de una de sus coristas oriunda de Arkansas -y con una voz imponente, dicho sea de paso-. Pero el show no podía llegar a su fin así nomás. Si no sonaba ese tema, esa canción que se volvió en un himno del cantautor español. Esa melodía que hizo de él uno de los músicos románticos más destacados, esa canción dedicada a esa mujer especial, a esa "amiga" a la que le cuesta confesar su amor. Si con ese tema no llegaba al clímax, ni Lennon lo habría hecho con su Imagine, ni Arjona lo habría conseguido con Mujeres, ni Calamaro lo hubiese logrado con Paloma. Y ahí estaba. Pactando con su propio público regresar después de que pidieran un bis para proponer un popurrí con A la primera persona -tema que personalmente, amé de El tren de los Momentos-, Mi soledad y yo -de esos temas que te dejan sin aliento- y el ya himno de Sanz, Amiga Mía -ese tema que nos emociona a tantas cada vez que lo escuchamos-. Y así coronaba una noche de casi dos horas y media de show, en que Alejandro Sanz pagó la deuda de 12 años que tenía con su público paraguayo, sin dejar ningún cabo suelto pero eso sí, sin hacernos escuchar aquel Pisando Fuerte compuesto en plena adolescencia. Una noche en que es indudable que se entregó a pleno, que se desvivió con cada canción, que hizo suspirar a más de una -y me incluyo- con su inagotable carisma y su inconfundible voz y sobre todo, una noche en que celebró a todos los enamorados lo lindo que tiene el amor.

Y eso que mucho me hablaron de no ir a ver a un músico que con su último disco se había vuelto comercial y había perdido todo aquel encanto de sus veintitantos, de sus inicios. Sin embargo quienes lo vimos en el Olimpia el sábado último, vimos al mismo artista carismático de siempre. Pero que sin duda, no tiene nada de rockero. Y aún así, nos enamora. A fin de cuentas, para eso es Alejandro Sanz, para tocarnos el corazón -no para destrozar guitarras-. Aún así, un concierto en el que se entregó en un 100%, en que prometió no tardar otros doce años en volver y en que se agradece tanta empatía hacia un público que por momentos parecía no corresponderle a sus cumplidos, pero que igual logró brillar, haciéndonos ver que ese Paraíso que tanto busca en su último álbum, existe.

Y como siempre, les dejo una bellísima canción de su último disco. No de la inmensa profundidad y gran sentimentalismo de Quisiera Ser o La fuerza del corazón. Pero es un tema que dice mucho y quizás es lo más cercano a aquellos años dorados. Y que de paso, se lo dedico a esa persona especial.

Ya no duele porque al fin ya te encontré
Hoy te miro y siento mil cosas a la vez
La la la...

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