miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cultura: ¿Con qué se come?


Esta mañana estaba messengereando con un primo y hablábamos acerca del arte. Le comentaba lo que eran mis clases de teatro con Tana y Juan Carlos. Me decía él que si quería podía recomendarme para la parte de Cultura del Ministerio, y que ellos se encargaban de becas internacionales y demás, pero me subrayó claramente que si quería dedicarme al arte, que me lo piense bien, y que de todas formas él me iba a preguntar 6 o 7 veces si eso es realidad lo que quiero hacer, porque en este país la vida de un artista es POBRE y MISERABLE. Totalmente cierto.

Pero no es solo esta parte de la conversación lo que compete a este artículo. Lo que más llamó mi atención fue algo que siempre creí firmemente, pero que me sorprendió escucharlo de él, alguien no muy habitué de los teatros ni de las noches culturales que tenemos. Me dijo "en este país la gente se asusta con decir la palabra CULTURA". ¿Cómo puede ser tan fácil asimilar esta triste realidad y aún así no ser capaces de cambiarla?

Durante la colonia, las manifestaciones teatrales fueron muy pobres y escasas, éstas solo consistían en actos alegóricos de desfiles de personajes disfrazados y diálogos dramáticos cuando había alguna visita de virreyes o algún cambio de gobernador. Los pocos avances artísticos fueron clausurados totalmente por el aislamiento en que nos mantuvo el Dr. Francia después de la Independencia. Recién con Don Carlos A. López se sentaron las bases del teatro paraguayo cuando contrató a un profesor, dramaturgo y director teatral español, Ildefonso Antonio Bermejo, que llegó al país para formar el primer elenco teatral nacional, además de diseñar y construir el edificio del Teatro Nacional (en la parte trasera de lo que hoy es el Teatro Municipal). Él enseñó actuación, tradujo obras del francés e inglés, montó obras y planificó las primeras temporadas.

Mucho más adelante, con Julio Correa, en la década del 30, surgió para el Paraguay algo de enorme significación cultural para un país bilingue, como lo fue y es el teatro en guaraní. Y ya después, con el inicio en el teatro del prolífico escritor Mario Halley Mora, surgen varias piezas en yopará para que nuestra cultura empezara su auge.

Y es que me sorprendió en qué devenía la conversación tan intrascendente que inciamos con este primo. De hablar de bueyes perdidos y demás hierbas, terminé sacando algo tan rico y profundo como esto, la importancia que puede tener nuestra cultura, tanto para nuestra identidad nacional, como para nuestra propia historia enriquecedora. ¿Con qué se come? Me preguntarán. Con alma, corazón y sobre todo con valor. Porque hay que tener los pantalones para atreverse a ver más allá de lo que alcanzan a mirar nuestros ojos. Nunca escuché mayor mentira que eso de que "en este país no se puede vivir del arte". No, señor. El arte te da de comer, te da dinero, te permite darte gustos. No una vida de reyes, pero casi. El tema, como en todo laburo, es que hay que sacrificarse mucho, a veces el doble, pero el paraguayito pues es taaaan kaigüe, que estamos acostumbrados a hacer todo vai vai, el famoooso "así nomás", o "nambré". Y después nos quejamos porque viene un extranjero a ocupar puesto en los medios, a crear empresas y a dar fuentes de trabajo.

Qué lo que tiene de malo la cultura. En siglos pasados los artistas, sean pintores, bailarines, cantantes... eran discriminados y condenados socialmente. Los más grandes pensadores de la época fueron rechazados por ser densos, intensos y profundos. Y hoy día son los más célebres estudiados de la historia. Da Vinci, Wilde, Platón, Sócrates... Pensadores, ideólogos, sociólogos, artistas que dieron más a este mundo que presidentes y políticos de todas las índoles. Hasta hoy día es mal visto un hombre que sea bailarín, y apenas aparece, los prejuicios no cesan. Prohibidísimo hablar, o escuchar hablar o ir a ver y hablar a la vez, de algo tan magnífico y puro como el ARTE. La forma abstracta de transmitir sentimientos y pensamientos. La forma más sutil de transmitir vida y lealtad.

"Si vuestra obra de arte es buena, si es verdadera, encontrará su eco y se hará su lugar ... dentro de seis meses, de seis años, o después de vuestra muerte. ¿Qué más da?", decía Gustavo Flaubert, un escritor francés considerado uno de los mayores novelistas occidentales. Pero qué pena que solo la muerte sea el motivo de recuerdo de unos cuantos. "Mentir, decir cosas inciertas maravillosamente, es la finalidad adecuada del arte", firmaba John Ruskin, escritor, crítico de arte y sociólogo británico. ¿Será que mentimos, o solo revelamos parte de nuestra alma en ella?

Ahora dígame usted quién hizo más por el mundo -y por el país-. ¿Videla o Mozart? ¿Stroessner o Van Gogh? ¿CARLOS GÓMEZ o Nicanor?

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