lunes, 7 de diciembre de 2009

Justicia enmascarada: ¿Qué hay detrás?


Cuando leí que Al Pacino y Robert De Niro protagonizaban juntos una película, dudé mucho en ir a verla. Ambos son dos de los más grandes actores que vio nacer Hollywood, con casi un centenar de películas en sus haberes y ganadores indiscutidos de los premios de la Academia, que dan por hecho que son los actores más influyentes del mundo del estrellato.

Robert De Niro, un ejemplo personal. Lo he visto en cientas de películas que incluyen desde terror y drama hasta comedia. Uno de los actores más versátiles con los que me he encontrado y aún hoy, con más de 40 años haciendo películas, nunca he llegado a decepcionarme de sus actuaciones. Tengo que reconocer que comencé a pensar que Las dos caras de la Ley sería la primera. Al Pacino era el dilema que me hacía dudar de ver este film. No porque no sea un grande, porque es categórico que merece todo mi respeto y admiración, ha hecho tanto por el mundo del cine como John Lennon hizo por la música. Pero nunca me gustó su forma tan sutil y casi egocentrista en que interpreta personajes delirantes y hasta confusos, pero claro está que no es culpa suya. Y pese a su misteriosa vida y sus 1,65 de estatura, Al Pacino es un grande (admito, después de ver Las dos caras de la Ley, sí, Al Pacino pasó a la lista de mis actores predilectos).

Ahora lo que me compete.
"Me llamo David Fisk, detective en primer grado. He sido policía en Nueva York durante casi 30 años. En ese tiempo he matado a 14 personas"... Así comienza este envolvente film que mezcla pánico, impaciencia y un juego psicológico tremendo. No siempre lo que parece es, lo único evidente desde el principio.
Las dos caras de la Ley es una de esas películas... ¿Cómo les explico? Es un thriller psicológico que no llama la atención los primeros 30 o 40 minutos de emisión, en que se ve que el crimen lo cometió Tom Cowen y no David Fisk (pese a que en el incio ya se confiesa ese secreto, pero el detalle es que en todo el filme se trata a Pacino y De Niro con los seudónimos de sus personajes, Rooster y Turk. Son vivos los guionistas, porque este detalle impide que descubramos al asesino desde el comienzo). Hasta que los asesinatos se van sucediendo uno tras otro, señalando todos como único culpable al impulsivo y violento detective Turk. Después de que estos dos compañeros inseparables en proceso de jubilación (pese a que aún no estén preparados para ello) encierran a un asesino serial, los crímenes del que se hace llamar El Poeta vuelven a ocurrir y la semejanza entre ellos lleva a lamentarse una duda: ¿metieron entre rejas a la persona equivocada?

Un film que pone en juego una carrera de décadas de esfuerzo, una amistad de años, una confianza que parecía más inquebrantable que nada, la idealización de un héroe humano y la decepción de esa idealización... Lo que lleva a desarrollar la película. "Tom Cowen era mi modelo. El día que decidí dejar de tratar de ser él, fue el día más feliz de mi vida. Tú eras a lo que yo aspiré toda la vida y nunca pude ser. Entonces quebrantaste la ley, le pusiste al arma a Randall y me decepcionaste. Perdí la fe". Así confiesa este personaje cuando ve que se le cayó un ídolo, un detective modelo de Nueva York, que para encerrar de una vez a un proxeneta que se escabullía de la justicia, decide poner pruebas en manos del delincuente.

En realidad, al Poeta habría que agradecerle. Su objetivo son aquellos criminales que de alguna manera se escabulleron entre las grietas del sistema judicial. Su misión, al parecer, es hacer lo que la policía es capaz de hacer (o debería ser capaz de hacer), sacar a los culpables de la calle para siempre. Y de esa forma podría opacar todo setimiento de inferioridad ante un intachable policía de carrera.

Ahora lo que podemos cuestionarnos con este filme. No es complicado, porque se revela textualmente al principio y al final del mismo: "Uno no se vuelve policía porque quiere servir y proteger. Se une a la fuerza porque lo dejan llevar un arma y una placa. La mayoría de la gente respeta la placa. Todos respetan el arma".

Cierto. Queda más claro que el agua, ¿no? Ahora mi filosofía profunda de cada artículo que plasmo, comparando, tratando de sacar lo bueno de algo, intentando hacer algo diferente por mi país queriendo concientizar a mi gente de nuestras graves falencias como paraguayos. Para no perder la costumbre les pregunto. ¿No estará pasando lo mismo con nuestros policías? Los que supuestamente tienen que guardarnos de la inseguridad... Los que deberían portar un arma más por compromiso social que por respeto... ¿Qué implantan en realidad? ¿Respeto o miedo? No son el ejemplo que esta sociedad denigrada necesita. Más bien son la antítesis de héroes humanos que el mundo quiere desterrar de una vez por todas.

Cualquier crimen, asalto, asesinato, casi siempre está ligado por alguno de los costados a un ex teniente, ex policía o uno en ejercicio. Y queda afirmar que si no llegan a cumplir con la seguridad, ni siquiera lo llegan a hacer bien con la inseguridad porque al final los agarran.

Vean la película. No solo para apreciar la genialidad en el trabajo de dos grandes, porque a eso ya nos tienen acostumbrados, también para ver que nuestra realidad no es tan diferente de la de las más grandes potencias mundiales, como Estados Unidos. Todos, absolutamente, tenemos los mismos problemas. El tema no es cómo surgan estos, sino cuán preparados estamos para luchar contra ellos.

Buena película. Si saben mirar, verán un profundo mensaje detrás de nuestros comportamientos costumbristas, que no solo implica la delincuencia y el nido de criminales que se hace llamar Justicia, también incluye minúsculas partículas de nuestro mal hábito socialmente aceptado como el de la impuntualidad y la corrupción.

¿O el mundo empieza a funcionar al revés o yo me perdí de algo?

Les recomiendo. Les quedarán muchas más dudas, pero serán más concientes del lugar minado que estamos pisando. Y Robert De Niro y Al Pacino no son grandes, ¡son monstruos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario