jueves, 16 de diciembre de 2010

¡Feliz cumpleaños a mí!


Cada sonido del “ding ding dong… ding ding doooong…” y cada publicidad y cuántas promociones hayan en esta época del año, se convierten en una suerte de alarma que me advierten sobre la inminente llegada de mi cumpleaños. La venida de las fiestas, que a diferencia de las emociones que le causa a todo el mundo, a mí me deprimen, me bajonean totalmente al pensar que siendo parte de una familia eminentemente disfuncional, por estas fechas elegir pasar alguna de las fiestas me hace sentir como la elección de dividir sentimientos.

Quizás recién ahora empiezo a entender que no es tan así. Que mi cumpleaños no tiene por qué ser la última “fecha feliz” que encuentre en mi calendario anual.

Llegué al renglón número veintidós de esta página de mi vida a la que todavía le resta mucho por escribir.

En el bolsillo de mi jean sigue doblado ese papelito donde escribí una lista provisoria de proyectos que deseo cumplir, de las locuras que sueño vivir. Algunos de aquellos trazados hace varios años, ya fueron tachados y dejaron de ser asignaturas pendientes a estas alturas. Y a medida que iba tachando uno, volvía abajo a escribir el siguiente. Pensando que así funcionaba el ser humano. De por sí, se dice que somos seres eternamente insatisfechos. No quedan dudas.


Así también, todavía guardo una cajita con cosas y recuerdos inútiles de los que no me puedo desprender. Y en el alma aún llevo algunas experiencias que marcaron mi todavía breve existencia.

En las plantas de mis pies llevo un largo camino, postales de pasajes recorridos e historias que alguna vez traté de pisotearlas y olvidarlas. Algunas de ellas logré dejarlas en el pasado, otras me acompañan siempre, porque hasta hoy día siguen siendo dignas de ser contadas.

Por fin despojé de mi espalda ese pasado que me pesaba. “Pasado pisado”, como diría una de esas entrañables amigas de colegio. Los tragos amargos que dejó fueron opacados por incontables alegrías que llegaron después. El único recuerdo que queda de ellos, es el aprendizaje que dejaron. Ya no cargo culpa ni resentimientos, pero mi carga sigue siendo pesada, está llena de sueños y de sentimientos encontrados.

En mi garganta aún conservo palabras que nunca las dije, y que ya perdí la oportunidad de hacerlo. Otras que tengo intenciones de decir y algunas que están a un paso de salir y revelarse.
Hoy estoy acá, con recuerdos en sepia y alegrías multicolores. Con personas valiosas y momentos infinitos que ni un camión lleno de oro podría compensar. Pocas personas que en verdad hicieron tanto para que hoy pueda agradecer que estos apenas veintidós renglones hayan sido escritos de esta manera.


Con tanto para agradecer y con tanto para planear.
Con tantos sueños para seguir adelante.
Con los remos en las manos, acá me detengo un rato. Para que queden oficialmente inaugurados los 22.

Hasta el 21 de diciembre es primavera… Tanto adentro como afuera.

Estos 22 años, no son solo de vida, sino de MOMENTOS y de PERSONAS. Porque esos son los que llenan cada renglón de una nueva historia.

Feliz cumpleaños a mí y gracias a todos los que me hacen feliz.

Y gracias anticipadas a todos aquellos que harán que estas fiestas no sean dos más del montón.

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