sábado, 26 de diciembre de 2009

Navidad: ¿Comercio o Espíritu?


Navidaaad de flooor de cooocooo... Navidaaad del Paaaraguaaayyy...

Así dice una de las ya tradicionales canciones navideñas de nuestro tiempo y del otro.
Pero en realidad pareciera que vivimos una Navidad al más puro estilo yankee. Normal es. El paraguayito está tan acostumbrado ya a copiar versiones malas de cosas que ven afuera. ¿Por qué siempre tenemos que copiar lo malo? Y encima ni copiar sabemos.

¿Por qué no podemos crear, innovar y hacer cosas distintas, digo yo?
Nuestra Navidad es con muñecos de nieve, pese a que jamás en nuestra historia ha caído en el país algo más que granizos gigantes, y gozamos un kilo de Papá Noel, que no es más que un legendario personaje inspirado en un obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás, que vivió en el siglo IV en Anatolia, en los valles de Licia (lo que es la actual Turquía). Y que sin embargo nos hace creer a todos que él viene de Estados Unidos y que recorre el mundo, bajándose por las chimeneas para dejar regalos para los niños debajo de los arbolitos. ¿Y si no tenés chimenea? Igual los regalos aparecen. El Viejito Pascuero tendrá sus superpoderes...

El valor en sí de la Navidad, propiamente dicho, se ha perdido. Lamentablemente.
Antes, lo único que se necesitaba para un pesebre era la artesanía en barro y la flor de coco. Recorrer pesebres era lo máximo. Y la Virgen, José y el niñito Jesús eran chiquititos. Los niños no estábamos acostumbrados a pedir demasiado. Éramos felices con encontrar una bicicleta con dos rueditas ahí debajo del árbol ese 25 al levantarnos mientras caminábamos con las medias puestas por toda la casa, derrochando alegría y complicidad con papá y mamá. La bicicleta solo la queríamos para salir por el barrio y perseguir a los amiguitos, o poner latitas por la parte trasera y hacer ruiditos raros con eso, despertando a toda la vecindad.

No pedíamos play station, la tecnology que tanto nos come el cerebro y esas cirugías y hasta maquillajes permanentes que piden las niñitas quinceañeras, doceañeras y que dentro de poco pedirán las seisañeras también.

La Navidad pasó a ser netamente una fecha comercial, como lo son el 14 de febrero, el día de la madre, del padre, del niño, del hermano, del abuelo, y del animal. Es que, aunque originalmente se trate del día en que "nació el niño Dios, el Mesías", es sobre todo, una fecha que los comerciantes hicieron suya viendo la exigencia de regalar, de vender y de que Santa Claus cumpla el deseo de nuestros niños. Esta exigencia de regalar no viene sola, viene convenientemente acompañada de una oferta súper extensa de mercaderías.

La televisión, la radio y los periódicos no cesan en recordarnos cuán felices somos o cuán felices podemos llegar a ser si compramos, compramos y compramos cada vez más.

No importa la religión que seamos. Pienso que creer o no en Dios es cuestión de cada uno, es cosa de fe, y no un tema de religión o ideología. Particularmente no soy muy asidua a festejar estas fiestas, lo que a todo el mundo le sulfura, le transporta, y le contenta hasta el alma, a mí me deprime, me bajonea, me hace rememorar y añorar un pasado. De aquellas navidades en familia, cuando ABUELA estaba, ese ser que unía corazones y evadía las lágrimas de Noche Buena, cuando la familia completa estaba unida y cuando la tecnología todavía no acechaba hasta nuestro baño. Cuando el olor a jazmín nos transportaba a otro sitio mágico y cuando los abrazos no cesaban. Esas sí eran épocas de verdadero nacimiento... El nacimiento de nuevas esperanzas y nuevos sueños.

Y bueno, no todo es tan perfecto en este mundo. Ni el medio limón que jamás llegó y que contribuye al desgane de fin de año. Pero como todo, hay que cumplir con la sociedad. Al fin y al cabo, son mayoría. Y aún así, pese a lo disconforme que estoy con la forma en que se vive actualmente la "Navidad en familia", como siempre digo, todo en esta vida es solamente cuestión de actitud.

Prometí no deprimirme estas fiestas y pese a todo, disfrutarlas. Bien, aquí estoy. Había sido no se murió nadie. Y yo lloré, pero de alegría. Porque comprendí que pese a las adversidades hay personas simples y por las que vale la pena continuar cada día.

Solamente pido dos deseos este año: Paz y Amor, que tanta falta nos hace a los paraguayos.

En fin... ¡FELIZ NAVIDAD A TODOS! ¡Jo jo jo!
¡SALUD!

1 comentario:

  1. fati !!! me tome un tiempito de entrar en tu blog.... jeje muy bueno el articula jaja pareciera estar leyendo la columna de un diario, tenes el toque tenes que animarte y ver para entrar en eso... en fin muy buena literatura jeje esa parte de la bicicleta me transporto a mi infancia jaja eso hacia de chico te juro jaja bue segui escribiendo eh? jeje un abrazo

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